La heredera del imperio Inditex, Marta Ortega, abandonó ayer la soltería en una boda con sello gallego tras dar el "sí quiero" al jinete asturiano Sergio Álvarez Moya, después de tres años de un discreto noviazgo. Entre los aplausos de decenas de curiosos y la expectación de fotógrafos de toda España, la joven llegaba al pazo de Drozo en Anceis a bordo de un coche de alta gama y junto a su padre, Amancio Ortega. El padrino, muy sonriente, acompañaba a una Marta que parecía más tranquila que en la cena ofrecida el viernes a todos los invitados en el hotel Finisterre. Relajada y sin perder la sonrisa, la joven no dudó en saludar a la prensa allí congregada.

Como marca la tradición, la novia fue la última en llegar a la ceremonia. Lo hizo sobre las 20.10 horas. Justo veinte minutos después que de apareciese el novio, acompañado de su madre, Margarita Moya. Sesenta minutos antes de la hora prevista para la ceremonia, la pareja salía de la casa que los Ortega tienen en el Parrote. Pese a estar bajo el mismo techo cumplieron con los rituales propios de cualquier boda. Cada uno se vistió en una planta del edificio y minutos antes de que saliesen rumbo a Anceis era fácil distinguir los flashes de los fotógrafos contratados por la pareja para retratar el momento. Mientras Sergio posaba en el tercer piso de la casa de Amancio Ortega, Marta hacía lo mismo en la primera planta.

Por expreso deseo de la pareja, que supervisó casi todos los detalles del enlace, el pazo de Anceis –en el que también tuvo lugar la boda entre Amancio Ortega y Flora Pérez en 2001– se decoró para la ocasión de una forma "muy sobria" y con el objetivo de resaltar que se trataba de un acto "familiar y religioso". La ceremonia se celebró en la pequeña capilla del pazo, con capacidad para tan solo doce personas, los más cercanos a la joven pareja. Del brazo de Amancio Ortega, Marta llegó a la iglesia tras atravesar un arco formado por ramas de cerezo en flor y un pasillo abovedado, habilitado para la ocasión.

Pese a la limitada capacidad de la capilla, ningún invitado perdió detalle de la ceremonia ya que se instaló una antesala con pantallas para seguir el evento. El acto religioso contó con la actuación de un coro gallego –un solista y seis intérpretes– que ofrecieron varias piezas de música religiosa y tradicional de origen gallego, especialmente, algunas cantigas de Santa María de Alfonso X El Sabio. Además, la soprano Ainhoa Arteta –amiga de los novios, a quienes conoce a través de su marido, el también jinete Jesús Garmendia– obsequió a la pareja con la interpretación del "Ave María" de Gounod.

Tras la ceremonia religiosa, los casi 200 invitados se trasladaron a una carpa instalada junto al edificio del pazo. Nada que ver con el salón de un restaurante tradicional. El comedor en el que disfrutaron los asistentes se convirtió en una especie de club hípico, afición que unió a los ahora recién casados. Para ello, la carpa se decoró con flores y con fotografías de los novios en las que se reflejaba la pasión común que ambos tienen por este deporte, en el que Sergio Álvarez ocupa el primer puesto en ranking nacional. De organizar las instalaciones se encargó la empresa Pro First Event Designer con sede en Londres o París mientras que la decoración floral corrió a cargo de Thierry Boutemy, conocido florista belga que ha colaborado con Dior o en fotografías de Mario Testino.

En el menú, de nuevo un guiño a Galicia aunque eso sí, sin olvidarse de la tierra natal del novio: Avilés. El chef gallego Marcelo Tejedor y el asturiano Nacho Manzano se repartieron los fogones para ofrecer a los invitados una merluza de Celeiro y un pitu –plato típico asturiano a base de pollo de corral–, precedido de entrantes variados. Y en las copas, más sabor gallego. La pareja eligió el albariño Pedralonga 2010 y el tinto Roda I, un rioja reserva del año 2006.

Y como recuerdo para los invitados, más de la tierra. Los asistentes –entre quienes se encontraba Athina Onassis con su marido, Álvaro de Miranda; el presidente de Inditex, Pablo Isla; o José María Arias, presidente del Banco Pastor– se llevaron a casa un pañuelo con encaje de Camariñas y las iniciales de los novios bordadas.

Epicentro del "cuore"

La pequeña parroquia de Anceis, en el municipio coruñés de Cambre, se convirtió ayer en el corazón de la prensa rosa. La expectación por ver a algún famoso era tan grande que desde las cinco de la tarde ya había curiosos a las puertas del pazo de Drozo y los vecinos de las casas aledañas hacían guardia en ventanas y balcones, algunos incluso con prismáticos.

La boda del año llegó incluso a colapsar la circulación en la localidad. Con tan solo una estrecha carretera de doble sentido de circulación, vigilantes y responsables de la organización del enlace se vieron obligados a ejercer de improvisados policías para regular el tráfico. Ante la afluencia de vehículos, cuando comenzaron a llegar los primeros invitados –muchos en monovolúmenes Mercedes y otros en miniautobuses, pero todos con cristales tintados–, los encargados de gestionar el tráfico se vieron obligados a cortar una de las entradas al pueblo. Ayudados con transistores, daban indicaciones a quienes permanecían a la entrada y salida de la localidad de cuándo podía pasar un coche.

Entre quienes esperaban a la puerta del edificio había de todo. Desde señoras que deseaban ver a Carlota Casiragui –que al final no asistió– hasta quienes pasaban por allí. "Estaba haciendo senderismo y ahora espero poder ver algo", decía una señora. "Espero no salir en la televisión por tu culpa", comentaba un chico a su novia. Y de nuevo, Jesús Mariñas adquirió protagonismo. "¿Cómo es Belén Esteban?", le espetó una vecina de la zona, quien aseguraba que los Ortega "eran siempre gente muy discreta". La expectación reunió también a gran parte de la prensa del corazón que se saldó con un pequeño encontronazo con un vigilante cuando los medios se abalanzaron contra el coche del novio.

La hija del hombre más rico de España abandonó la soltería al más puro estilo Inditex: con la discreción como bandera.