Permanecer a escasos centímetros de las miniaturas y letras de un libro como el Códice Calixtino supone una experiencia emotiva e incluso dolorosa. Esto último, debido a la prohibición de acariciar las páginas que tan llamativamente hipnotizan, por las que han pasado siglos de historias, miradas y codicia.

Si se realizase un concurso para conocer la profesión más antigua del mundo, la del ladrón de códices competiría por la cabeza. El exprior del Monasterio de San Domingo de Silos y doctor en Historia Miguel Carlos Vivancos conoce la historia de esa casta de desalmados y asegura que el robo del Calixtinus es todo excepto un hecho aislado. De ello hablará en su conferencia el miércoles a las 20.15 horas en el Centro Cultural de la Deputación de Ourense, dentro de las actividades paralelas a la exposición del editor Manuel Moleiro "20 años de mecenazgo, conservación y difusión del arte de la miniatura".

"Tenemos noticias –explica Vivancos– de que Julio César robó códices en la Biblioteca de Alejandría", justo antes de que este centro de la sabiduría sucumbiera a la ira. De los códices sustraídos por el César, no queda constancia. Realizados en pergamino, desaparecieron, o eso se cree, bajo el tiempo del universo. Sin embargo, Julio César abrió, digamos, la veda.

Tras él, se instauró "el robo de códices y manuscritos como botín de guerra", explica Miguel Vivancos, especialista en estas obras tras clasificar en la British Library durante años los códices originarios del Monasterio de Santo Domingo de Silos donde fue archivero y bibliotecario.

"Quizás –reflexiona este melillense que ahora reside en Madrid– el mayor ladrón de obras de arte de la historia sea Napoleón. Al perder en la guerra, el Congreso de Viena le obligó a restituir muchísimas que había robado pero algunas quedaron en la Biblioteca Nacional de París".

Una víctima española de ese saqueo fue el Beato de Silos. "Es –puntualiza Vivancos– uno de los beatos más vellos. El hermano de Napoleón, José Bonaparte, Pepe Botella, robó este manuscrito de la Bibioteca Real de Madrid. Después de dejar de ser rey de España, cuando era conde, José Bonaparte, decide venderlo al British Museum donde se conserva. Su robo fue un caso llamativo por la importancia que tiene ese manuscrito".

La Guerra Civil y la II Guerra Mundial también fueron épocas en las que las joyas bibiográficas cambiaron de manos, especialmente las procedentes de determinadas colecciones privadas, saqueadas por amigos de los ajeno. "En la confusión, se produjeron robos que no han sido aclarados hasta el día de hoy. Recuerdo que en una biblioteca privada de Madrid se robó un manuscrito del siglo XII procedente del Monastero de Arlanza. Y hasta hoy, no se ha sabido nada de él. Esperemos que no ocurra lo mismo con el Códice Calixtino. A veces, desaparecen y es como si les hubiese tragado la tierra. La historia es muy cruel con los libros, que son muy frágiles" sentencia Vivancos.