El Complejo Hospitalario Universitario de Vigo acoge desde ayer y hasta hoy, el "XIV Curso de Investigación en Psiquiatría", organizado por la Asociación Gallega de Psiquiatría. En el encuentro, con la presencia de más de 100 psiquiatras, la gran mayoría gallegos aunque también hay una gran representación portuguesa y colombiana, participan destacados expertos de acreditado prestigio internacional en el campo, entre los que se encuentra el doctor y profesor Germán Berríos

Las personas con enfermedades mentales tienen sus derechos limitados bajo la excusa de protegerlos de si mismos. Así, un acto tan natural y sencillo para alguna gente como comprar o vender algo, se convierte en una gestión mucho más complicada para una persona con algún tipo de enfermedad mental. Pero, ¿cuando se considera que una persona está capacitada o no para tomar este tipo de decisiones? El profesor Berríos habló ayer sobre este y otros temas en el "XIV Curso de Investigación en Psiquiatría".

–¿Qué puntos ha tratado en la ponencia?

– La conferencia se refirió específicamente a la capacidad mental jurídica, es decir, la capacidad del ser humano de realizar actos jurídicos: casarse, comprar, vender... De vez en cuando, los seres humanos se vuelven incapaces de tomar ciertas decisiones importantes y esta incapacidad puede de ser varios tipos. El concepto de incapacidad mental ha sufrido transformaciones en los últimos años y está muy relacionado con el concepto de consentimiento informado. No es un concepto total, no se piensa que una persona tiene o no tiene capacidad, se piensa si la tiene para tomar ciertas decisiones. Si la persona tiene incapacidad, el Estado está en la obligación de proveerle un tutor. Se hace un esfuerzo para que los guardianes no solamente cuiden de la propiedad del enfermo sino que lo ayuden a tomar decisiones. Es difícil de aplicar sin embargo porque hay problemas con respecto a cómo medir la capacidad mental.

–¿Debe ser distinta la evaluación psicológica para cada persona?

–Efectivamente. La ley inglesa dice, por ejemplo, que porque una persona sea sorda, muda o tenga una minusvalía cognitiva, no se debe asumir que no pueda decidir por ello. O si tiene una enfermedad como la esquizofrenia crónica tampoco se puede decidir que automáticamente es incapaz. Hay que evaluarlo. En enfermos con dificultades de comunicación, por ejemplo, la evaluación puede ser muy difícil.

–¿Cómo se fijan los límites que deciden si una persona está capacitada o no para tomar ciertas decisiones?

–Es muy difícil. El guardián puede manejar tus negocios, pero no puede casarte. Hay cosas que son el privilegio de la persona y si está incapacitada entonces no puede ejercer ese acto jurídico. Hay actos que son tan personales que a la persona incapacitada se le ayuda a decidir o se concluye que no lo haga hasta que mejore. Pero no hay otra forma de evaluar.

–La capacidad mental no es medible y captable.

–No. Hacer un test de inteligencia, por ejemplo, es totalmente inútil. Yo creo, como muchos colegas, que, en muchas de las decisiones que tomamos, es posible que la racionalidad esté intacta entonces ¿por qué ciertos objetos causan dificultad? Y la razón es que a lo mejor no tiene que ver con el intelecto sino con las emociones. Lo que queremos en el futuro es que se introduzcan variables de tipo emocional, modelos más complejos, que nos permitan evaluar la capacidad de los individuos más allá de la cognición.

–Dijo en una entrevista que "La mentira no es una enfermedad sino una forma complejísima de conducta humana" pero, ¿no hay enfermedades mentales que llevan a mentir incluso compulsivamente?

–Todo depende de lo qué decide la sociedad. Hace 40 años la homosexualidad era una enfermedad y todo el mundo estaba seguro. Lo mismo con la mentira. Si uno miente una vez es un mentiroso moral pero si lo hace todo el tiempo ya se considera una enfermedad. El problema es que no tenemos evidencia de que estas formas de conducta se deban a enfermedades. Y esto tiene que ver con la definición de enfermedad. En muchas llamadas enfermedades mentales, como el mal genio o las mentiras, es muy difícil encontrar cambios cerebrales que correspondan a la enfermedad.