Cuarenta y ocho horas después de recoger el Premio Xerais de novela 2011 por "Extramunde" en la Illa de San Simón, Xavier Queipo responde al teléfono desde Bélgica. Viene del cine y comenta la última de "X-Men", cuya crítica nos reservamos. En algún momento de la conversación, el escritor se identifica con un corredor de fondo y es que, lejos de prácticas atléticas cual Murakami, cruzar dos décadas con más de una docena de títulos publicados tiene mucho de tenacidad.

–Su currículo dice que es un hombre de ciencias imbuido en un mundo de letras. Cree que la oposición Ciencias versus Letras, ¿ha quedado ya desfasada?

–La mayor diferencia entre ciencias y letras es el método de estudio. Pienso que son complementarias. Cuatro biólogos y escritores: Xosé Miranda, Xabier Paz, Marilar Alexandre y yo participamos en una conferencia en Santiago organizada por el Consello da Cultura Galega en 2009, donde aseguramos que esa frontera debe ser cada vez menor.

–Pero, ¿usted piensa en números o en letras?

–Pienso, más que en números o letras, en establecer relaciones entre variables.

–El jurado del premio ha destacado la calidad literaria de su novela "Extramunde" y su espectacular arranque. Adelante algo más.

–Hay que revelar que es una novela de aventuras. Arranca con una hueste de condenados por la Santa Inquisición hacia el puerto de Betanzos en el siglo XVI. Allí embarcan. Hay quien tiene ´don de lenguas´ gente ´hermafrodita´, condenados por herejes o descreídos, quien se cree un abejorro, alguien que dijo que los huesos del Apóstol no estaban en Santiago o simplemente, quien tiene epilepsia. Hay una serie de personas, discapacitados o iluminados, que fueron dados por endemoniados.

–Salvando las diferencias y sin taras, es algo así como lo que está ocurriendo con los "condenados" del 15-M.

–Sí, algo así. Lo que pasa es que, tanto en aquel momento como ahora, la sociedad y sobre todo, el poder, tiene problemas para aceptar lo diferente. Es uno de los males de nuestro tiempo: la laminación intelectual. Una especie de mimetismo en el que todas las familias tienen que tener una segunda residencia, dos niños, un perro, un coche para mamá y otro para papá... ir a la Universidad. Todos los que tienen familias o ideologías que no entran en la óptica socialdemócrata o en la liberal, no son aceptados. Es el poder esmagador de la ideología única. Entonces estaba representada por el poder fortísimo de la Iglesia y hoy probablemente sea el capital, que es quien pone y quita gobiernos.

–¿Alguna referencia actual?.

–Escribo para lectores inteligentes que se darán cuenta que esas estructuras de poder, dominación y violencia no se diferencian de otras de hoy.

–El protagonista es el viaje. Define su novela como clásica pero, ¿eso no es postmoderno?

–Es una novela clásica pero con una estructura que yo clasificaría como moderna. No hay un personaje central, es la navegación. Como es un barco en el que se amotinan los locos entre comillas, se convierte en una especie de barco cuasi anarquista. Va recalando en Senegal, Camerún, Mozambique, Madagascar... Para acabar en Borneo, donde uno de los protagonistas entra en una tribu cortadora de cabezas.

–¿Hay mucho trabajo de documentación detrás?

–Cada planta o fenómeno meteorológico está puesto porque estaba ahí.

–Ya había sido ganado el Premio de la Crítica española en con Ártico e outros mares. Este llega con mucha más veteranía.

–Yo creo que soy un escritor nuevo en cada libro. Así lo afronto.

–A pesar de haber nacido en Santiago, su obra es recurrente en temas marinos.

–Tengo una serie de obsesiones con la vida en el mar y las aventuras. Aunque estudié Biología Molecular y Medicina, mi primer trabajo fue como biólogo marino y a partir de los días vividos en el mar, aparecieron los primeros relatos de Ártico, libro que acabo de reeditar y revisar.