Una noche de finales de los ochenta, el escritor y periodista Alberto Avendaño, fundador del Pen Club de Galicia, conversaba en Compostela con Severo Ochoa sobre las oportunidades en Estados Unidos. “Váyase usted, Avendaño-le aconsejó el científico- allí aún existe el paraíso”. Dos décadas después, Avendaño, director de proyectos en español de “The Washington Post”, se ha convertido en el referente del periodismo latino en EE UU. En 2000 fundó el periódico “El tiempo latino”, adquirido en 2004 por el Post.

-En la prensa europea hay un debate moral sobre la operación que acabó con Bin Laden. ¿Ocurre otro tanto en EE UU?

-El debate sobre si el fin justifica los medios está instalado aquí desde la era Bush. La sociedad estadounidense es abierta aunque a veces desde fuera se vea como monolítica. Pero en los medios y en la calle siempre existió ese debate. Desde el punto de vista de los principios democráticos en los que está basado este país, la operación que acabó con Bin Laden está al borde de la delicada línea roja.

-¿Qué dice el Washington Post, tradicional bastión liberal?

-Lo de bastión liberal es un cliché. Nunca lo he visto así, aunque mis amigos republicanos, cuando nos compraron, bromeaban con que me iba a la cama con los liberales. El propio Woodward, uno de los periodistas que destapó el Watergate, me comentaba que si Nixon hubiese sido un presidente demócrata el Post hubiese seguido adelante con la investigación.

-¿Pero cómo se pronuncia?

-Desde el punto de vista editorial, el Post defiende que el intento de traer a Bin Laden ante la justicia encaja en los estándares legales, aunque recoge que algunos sectores lo cuestionan. Es un tema que aún no está cerrado. El posicionamiento editorial es una cosa; la información, otra. Los titulares del Post de hoy (por el pasado jueves) apuntan a que el estamento político calla ante los interrogantes de la operación. En cualquier caso, a mí lo que más me interesa de esta historia es la transfiguración de Obama. Para mí, es como un poema repleto de imágenes que se van revelando tardíamente. Como esa partida de nacimiento recién descubierta ante la campaña de dudas sobre su origen … son claves que se resisten a presentarse, como el cuerpo baleado de Bin Laden.

-¿El presidente más poético ha cambiado la lírica por el realismo sucio?

-Ambas cuestiones, la del documento aparecido y la del cadáver ocultado, surgen prácticamente a un año de la campaña por la reelección. Obama llegó a la presidencia con la expresión más política y poética que se puede dar a la palabra esperanza, pero al final nos encontramos con la dura realidad de estas acciones militares controvertidas, de tener que bajar de la nube para hablar de si el fin justifica los medios, incluso de defender la tortura. Obama se ha topado con esa brecha ineludible en política que separa la realidad del deseo. El deseo de poner en pie una nueva forma de gobernar y la realidad de una política exterior que se pliega a guiones tradicionales. Cheney, vicepresidente con Bush, reivindicó el ataque a Bin Laden como propio de su etapa. El presidente más poético desde Kennedy se ha dado cuenta de que tenía que manejar una realidad que se le escapaba. Y los hechos dan la razón al cambio de rumbo. El índice de aceptación popular de Obama se ha disparado.

-¿Ocultar las fotos puede perjudicar a la larga a Obama?

-Al no haber fotos que demuestren la muerte de Bin Laden, las teorías de la conspiración van a continuar. Los llamados birthers, los que dudaban de que Obama hubiese nacido en suelo americano, se han convertido ahora en los deathers, que dudan de que se haya matado al terrorista o bien de que la seguridad del país fuese el verdadero motivo. Vamos a ver a Bin Laden en Las Vegas, como ocurre con Elvis Presley. Estoy seguro de que las fotos del cadáver van a acabar apareciendo. El tema va a ser el timing. El certificado de nacimiento de Obama apareció a un año de las elecciones.

-Sorprende que se asumiera el riesgo de atacar sin evidencia de la presencia de Bin Laden. ¿Fue otra cuestión de ‘timing’?

-Llevaban meses vigilando la mansión sin resultado. El director de la CIA, León Panetta, reconoció que el día en que decidieron atacar tenían la misma falta de evidencia de la presencia de Bin Laden en la casa que meses atrás. Fue una apuesta, una orden que se da en un plazo de tiempo importante desde el punto de vista electoral. Pero por mucho que se especule, es incuestionable que para la opinión pública fue una decisión arriesgada que da a Obama una imagen de hombre de acción y capacidad de liderazgo de la que carecía. Estaba perdiendo imagen en la política exterior y acaba demostrando que puede confundir incluso a los conservadores más militaristas.

-¿Qué papel jugará el voto hispano en las elecciones presidenciales?

-Ronald Reagan dijo que los hispanos eran republicanos, pero que aún no lo sabían. Fue el primer presidente republicano que consiguió un récord del voto hispano, más del 40%. Obama ha cuidado mucho el voto latino. Fue histórico su triunfo en Virginia, un estado tradicionalmente republicano con gran presencia hispana. Bush consiguió ganar en su momento porque reeditó los récords de voto hispano de Reagan. Cuando llega Obama, se lo arrebata y consigue hasta un 67%. Sabe que necesitará reeditar ese porcentaje para ser reelegido en los próximos comicios.

-¿La compra por los grandes medios de periódicos latinos como el suyo es un símbolo de que lo hispano está ganando cotas de poder?

-No diría cotas de poder, EE UU es un país muy pragmático y la realidad económica, social y cultural hispana es notoria. Hay un fenómeno curioso: la última generación hispana habla en inglés, pero siente la necesidad de prestigiar el concepto latino. Por eso se han multiplicado las operaciones de compra de medios de comunicación hispanos por grandes corporaciones anglosajonas. El caso de “El Tiempo Latino”, adquirido por “The Washington Post”, fue uno de los primeros.