-Pretendía ser corresponsal de guerra y acabó en la moda.

-De joven tienes esas ideas románticas y te imaginas en la guerrilla con un look militar; luego acabé la carrera con otra idea y, de becaria en “Abc”, me di cuenta de que no me iba nada lo de estar en medio de la manifestación y del conflicto. Mandé currículos a varios sitios y acabé trabajando diez años en la revista “Ragazza” seis de ellos como directora.

-¿Cómo llegó a “Vogue”?

-Me llamaron y creí que era para dirigir “Glamour”; a la sexta entrevista me dijeron que era para dirigir “Vogue”. Quizá, tras entrevistar a todas las directoras de revistas, vieron frescura en mí, no experiencia.

-Para entonces usted ya era madre de familia.

-Tenía dos hijos; la tercera la tuve aquí hace 3 años. Es complicado porque viajo mucho, aunque no tanto como la gente cree. Los dos primeros ya son mayores, tienen 15 y 12 años.

-De todos modos, no la verán mucho.

-Casi más por ellos que por mi, tienen unas agendas muy completas: colegio, entrenamiento... No somos muy estrictos, yo llego tarde y ellos se acuestan tarde también.

-¿Fue idea suya el reportaje a las ministras del PSOE?

-Al ver el nuevo Gobierno de Zapatero, compuesto por un 50% de mujeres, le dije al subdirector que era un “temazo” y él contestó “efectivamente, pensé lo mismo”.

-¿A todas les pareció bien?

-Todas dijeron que sí, no vieron nada malo. Y yo sigo sin verlo, “Vogue” es una revista seria.

-¿Y con las ministras del PP?

-Nos gustaría pero después de la polémica será difícil. Los políticos consideran que salir en Vogue no les beneficia, cosa que no comparto porque tenemos 800.000 lectores, la mayoría afines a su partido.

-¿”Vogue” tira al PP?

-De eso nos tacharon cuando salió el reportaje. Dijeron: ¡cómo salir en una revista del lujo! Como si las ministras por ser socialistas no pudieran ir bien vestidas.

-Desde entonces, “María Teresa Fernández de la Vogue”.

-Y yo, encantada. Que una mujer tan elegante como ella lleve nuestro nombre es un honor.

-¿”Vogue” o “Vóguez”, como decían al salir la edición española?

-No lo había oído. “Vogue” España es muy española, pero es una cabecera internacional.

-¿Cuál es el ejemplo, “Vogue” América, Francia o Italia?

-Nuestro “Vogue” conserva un espíritu anglosajón. Hay ciertos mercados que se prestan a un “Vogue” más artístico, como el italiano o el francés, que tienen más experiencia en moda, pero en el caso español no es así y hay otro tipo de lector.

-¿Anna Wintour es el modelo?

-Más que ella, la revista que dirige; “Vogue” América es impecable, siempre vinculada a la actualidad.

-¡Menudo poder el suyo!

-Es una mujer que ha sabido conectar, hacer un producto a la altura del mercado más exigente del mundo y mantenerse en el número uno. Es una mujer admirada...

-¡Y muy odiada!

-No conozco a ningún líder que no sea odiado. Es una de las cinco mujeres más influyentes del mundo de la moda.

-Todas querrán ser Wintour.

-No, yo, no, es una responsabilidad terrible; estoy muy feliz siendo Yolanda Sacristán.

-¿Usted también despierta grandes filias y fobias?

-Creo que no. EE UUes un gigante en todo y ella está a su altura. Yo no soy nada ni nadie.

-Un reportaje de Tom Ford con niñas en “Vogue” París resultó un escándalo.

-Yo también tengo hijos y no encuentro sentido a ese reportaje. Nunca lo hubiera hecho en “Vogue” España. Hay que ser transgresor pero no llegar a esos límites.

-¿Bernard Annault protestó?

-No lo sé, hay tantos rumores.

-Acaba de comprar Bulgari pero no pudo con Hermés.

-Ya veremos, siempre insiste hasta conseguir lo que se propone para seguir agrandando su imperio.

-Al lujo le resbala la crisis: los beneficios de su grupo, LVMH, subieron un 73%.

-En el mundo del lujo, un buque como Vogue nota la tormenta pero es difícil que se hunda.

-El reportaje de las niñas costó la dirección a Corine Roitfeld, llamada a relevar a Wintour.

-Soy muy pragmática y creo que no hay nadie insustituible; no creo que un reportaje acaba con nadie, aunque hay que saber cuándo y dónde y ser políticamente correcto.

-¿Tuvo alguna tentación?

-No, hay temas como el de los niños o la religión que para qué tocarlos. Intentamos hacer una moda bonita y que la gente disfrute.

-¿Evita la polémica?

-Somos una revista amable pero no rehuimos la polémica. Lo que no hago es buscar temas escabrosos para salir en los titulares mañana.

-¿Qué ambiente encontró en París tras la caída de Galliano?

-Un poco enrarecido y muy emotivo. Galliano tiene grandes partidarios, es un genio y marcó una época en la casa Dior. Es un gran tipo, divertido; nos dio muchas portadas a todos y grandes reportajes. El que ya no esté en Dior produce vértigo, se te encoge el corazón cuando ves que ya no sale a saludar al final del desfile.

-El año pasado, el suicidio de Alexander McQueen: los diseñadores están sometidos a una gran presión: cuatro colecciones al año y ocho si tienen firma propia.

-Es duro, pero nadie te obliga, puedes no estar ahí y no hacer tu línea, dedicarte a otra cosa. Cuando aceptas las normas del juego...

-Unas normas que cada vez son más duras.

-Va en un sueldo cada vez más alto. Puedes decir “llego hasta aquí”, muchos diseñadores lo hacen, pero es cierto que se te puede ir de las manos; hay que tener cabeza y estar rodeado de gente que tenga los pies en la tierra y te diga “cuidado”.-¿Usted está bien rodeada?

-Casi ninguno de mis amigos pertenece al mundo de la moda y fuera de mi trabajo no tengo conversaciones como esta. La mitad no digo que no sepan quién es Galliano, pero casi; la mayoría no conocen a los diseñadores ni a personajes de la moda, y eso me mantiene con los pies en la tierra. Y tener una familia que me dice “tranquila, que no es para tanto”, también es estupendo. O comprar el pan en deportivas.

-¿Cómo le gusta vestirse?

-Normalmente, soy el reflejo de la revista. Si por la mañana tengo que ir al colegio, luego trabajar y enganchar con una cena de amigos, procuro ir con unas bailarinas, un pantalón negro y una camisa; luego, me pongo los tacones y de noche sustituyo la camisa por un top.

-¿Le gusta mezclar?

-Creo que en la mezcla está el éxito y que las tendencias hay que adaptarlas a cada uno. Está mal que yo lo diga pero tengo la virtud de ponerme un “zara” y que parezca un “balenciaga”. Me gusta que me pregunten y poder decir que es de El Corte Inglés o de H&M, aunque también, por supuesto, llevar una buena camisa de seda, de Valentino.

-¿Qué pasarela prefiere?

-París, no es tan comercial como Nueva York o Milán y tiene un punto de romanticismo, de ensoñación y teatralidad que me encanta.

-¿Cibeles?

-Supone un gran apoyo a la moda española, sin embargo, considero que una pasarela no debe ser subvencionada. En cuanto se subvenciona la creatividad entran intereses políticos en escena.

-¿Tenemos buenos creadores?

-Sí, aunque sigo pensando que arriesgan poco. Creo que tienen que arriesgar e innovar más, no adaptar o inspirarse en otros y ser tan correctos.

-¿Sus favoritos para vestir?

- Vestiría de Lanvin siempre y ves Saint Laurent, a veces.

-¿Visten bien las ministras?

-Van demasiado neutras. En la política se tiene miedo a destacar por la ropa y la imagen. No pasa en otros países, Hillary Clinton fue portada de Vogue América, posó con ropa de diseñadores de diferentes países y nadie dijo nada.

-¿Una mujer española que le guste vistiendo?

-Rosario Nadal.

-¿Un hombre bien vestido?

-Clive Owen, traje oscuro y camisa blanca. Me encanta un buen traje británico bien entallado, como los del príncipe Carlos de Inglaterra: alguien lo puede encontrar rancio pero yo lo veo de lo más moderno. Me parece el paradigma de la elegancia. Es lo más rompedor.