A punto de cumplir los 62 años, con toda la historia que lleva a sus espaldas, la mezcla de admiraciones y reparos que suscita, Mario Conde siempre presume del derecho que tiene para hablar sin complejos. De lo que quiera. No suele poner reparos a ninguna pregunta, por delicada o dolorosa que pueda parecer, con la única barrera de la intimidad. Territorio vetado. Ni un comentario siquiera. Por eso al ex banquero no le acababa de gustar ayer el revuelo de fotógrafos que se montó durante su investidura en Santiago como cofrade de la Orden de la Vieira, un premio, según la organización, a la galleguidad de uno de los personajes más polémicos de la historia reciente de España. Él solo es capaz de captar la atención de todos los flashes esté donde esté. Y si además viene de la mano de su recién estrenada esposa, más discreta todavía que él, la expectación está más que justificada. Su primera imagen juntos tras la boda el pasado 26 de junio. En Galicia, el origen de ambos, la tierra en la que se casaron y en la que ambos se refugian de la curiosidad que despiertan.

Los dos recibieron la capa y la concha que los convierte en embajadores simbólicos de la comunidad o, como la propia organización se autodefine, "hermanos de donantes de amistad" para proclamar "el orgullo de ser gallegos". Mario Conde confiesa que se siente así, "gallego por los cuatro costados". "Aquí siento que soy de aquí. En otro lugar me quedo encantado, pero no soy de allí", reconocía en una entrevista el pasado mes de marzo a FARO. Aquí ha elegido su rincón de descanso, una preciosa casa rural en la parroquia ourensana de A Cerca, en A Mezquita, de la que alaba su ubicación en el cruce de los antiguos reinos de Galicia, Castilla y Portugal. Muy cerca, en la ermita de Santa María, se celebró su segundo enlace, con María Pérez-Ugena Corominas, también gallega, de 45 años, profesora titular de Derecho Constitucional en la Universidad Juan Carlos de Madrid. Un evento a imagen y semejanza de su interés por pasar desapercibidos, con apenas una docena de invitados, entre ellos los hijos del que fue presidente de Banesto.

De la boda no ha salido a la luz ni una sola imagen. Hasta ahora, como casados, tampoco había instantánea. Y de antes, muy pocas. Alguna de la pareja caminando por Madrid, de lejos, y siempre en las revistas del corazón. Una semana después del enlace, el propio Conde confirmaba la noticia. A su manera, claro, y con una breve explicación de sus reticencias a no dar detalles. Fue en su blog, en lugar en el que da rienda suelta a la pasión que tiene por escribir y por analizar mundos tan diferentes como la economía, la política o la espiritualidad. "Aprovecho –apuntaba al final de su entrada del 5 de julio, titulada "Humano, demasiado humano"– para dar las gracias a todos los que me habéis felicitado por alguna noticia. Como sabéis, soy celoso de mi intimidad y determinadas cosas por pudor y por respeto a los demás prefiero guardarlas para mí. Claro que no todos siguen esta regla. Ya lo he dicho, humano, demasiado humano".

Mario y María se conocieron dos años después de la muerte de la primera esposa del hoy empresario –con un nuevo grupo que pica del negocio del aceite, la cosmética o la actividad editorial–, escritor y comentarista. Lourdes Arroyo fallecía en 2007 víctima de un cáncer que sorprendió a Conde durante su etapa en la cárcel. La muerte de su primera mujer se produjo, precisamente, al poco tiempo de salir. Fue "el gran acontecimiento de su vida" del que logró recuperarse para afrontar "la etapa en la que más contento" está consigo mismo. Cualquier intento para saber hasta qué punto la aparición de su nueva pareja había influido era en vano. Fue su única condición para acordar la entrevista.

Además de Conde y su mujer, la nómina de cofrades de la Orden de la Vieira se nutrió ayer con el director del Instituto de Medicina Legal, Ángel Carracedo Álvarez; el delegado Territorial de la Xunta en Pontevedra, José Manuel Cores Tourís; la periodista Pilar Falcón; la senadora del PP, María Jesús Sáinz; el empresario residente en Nueva York, Antonio Vázquez; o el alcalde de Narón, José Manuel Blanco. La organización reconoció también con el título de Madrigallego de Oro a Santiago Torres, miembro de Tribunal Internacional de La Haya; y los premios Galeguidade para la distribuidora de Coca Cola en Galicia, la firma Begano; y la revista Compostela.

A todos ellos les habló el presidente de la Xunta , para apostar por un galleguismo que no necesita "comulgar con ningún dogma, ni superar ninguna prueba, ni iniciarse en ningún rito". "El galleguismo –asegura Alberto Núñez Feijóo– es renovar diariamente el compromiso con Galicia. Basta con que cada uno sea fiel a sí mismo, a ser gallega, a ser gallego".