El editor vigués Manuel Bragado ha sido elegido, por unanimidad, nuevo presidente de la Asociación Galega de Editores (AGE). Con Bragado estarán en la directiva con Belén López (Baía Edicións) como vicepresidenta; Laura Rodríguez (Hércules), secretaria; Xelasio Suárez (Ir Indo) tesorero; y Francisco Villegas (Cumio), Xosé Alda (Ouvirmos), Xulio Amigo (Galaxia) y Consuelo Carreira (Sotelo Blanco) como vocales. Continuar con la línea de trabajo de su predecesor, Alfonso García Sanmartín, la firmeza en la defensa del gremio y conseguir la implicación de toda la sociedad en la defensa de la lectura son sus principales prioridades.

-No coge el relevo en el momento más sencillo ni boyante del sector...

-Llevo veinte años en la profesión y nunca tuve esta responsabilidad, en un momento, además, difícil por el tránsito al soporte digital y por la crisis económica, que afecta especialmente al comercio minorista y que compromete el futuro de las librerías Hay una crisis también en la edición del libro de autor y de catálogo por la búsqueda del libro de venta masiva. Todo esto son dificultades, pero también oportunidades porque no podemos perder la posibilidad de incorporarnos al mundo digital. Pero en Galicia hay además una dificultad añadida, que es la política lingüística de la Xunta, que está reduciendo las posibilidades de mercado a un sector que, aunque modesto como el nuestro, factura 22 millones de euros al año.

-Ante este panorama, ¿qué objetivos se ha marcado?

-Nos hemos marcado tres prioridades. La primera, continuar con el trabajo de la anterior directiva, que tenía muchos proyectos en marcha, como la constitución del Clúster da Edición y Culturgal, y la organización del simposio del Libro y la lectura, en noviembre. Segundo, alcanzar la firmeza gremial, mejorar nuestra autoestima y acabar con prejuicios como que somos un sector que vive de los fondos públicos porque las ayudas que recibimos, si nos comparamos con otros sectores, son irrisorias. Y tercero, la corresponsabilidad de los editores, implicar a mis colegas en estos retos. Tenemos que conseguir que la lectura forme parte de la agenda política. La lectura no sólo debe considerarse una actividad de ocio, sino una competencia de un país que quiere tener ciudadanos con un nivel de convivencia y civismo.

-¿Estamos lejos de alcanzar esta meta?

-En España nadie se toma como prioridad la lectura y esto me parece importante no sólo para nuestro sector, sino para los índices de cultura de nuestro país. La institución más importante de una ciudad debería de ser la biblioteca, antes que la casa de la cultura, porque aquí es donde los ciudadanos tienen acceso al conocimiento, que se presenta en libros, pero también en periódicos, revistas, en la Red... Y con ello tenemos que corresponsabilizarnos todos, al igual que hacemos en temas como la reducción del consumo de drogas. La competencia lectora tiene que ser una causa en la que trabajemos todos, desde la Administración pública a los clubs de fútbol, como ocurre en países como Gran Bretaña.