"La libertad en el mundo hispánico comenzó en 1810 por encima del color de la piel. Indios, negros, zambos, mulatos... empezaron a participar en política hoy hace dos siglos". Esa fue una de las afirmaciones vertidas ayer en el club FARO por Manuel Lucena Giraldo, doctor en Historia de América e investigador del CSIC, que habló sobre las revoluciones de independencia latinoamericanas tras ser presentado por el catedrático de la Universidad de Vigo Luis Espada.

Lo que apuntó ayer este historiador en una charla pletórica de datos de la que eliminamos las referencias concretas a personajes y hechos históricos para centrarnos en sus ideas, fue una revisión histórica "llena de matices y lejos de personalismos" de los procesos de separación de las antiguas colonias españolas en América del Sur.

"La enseñanza patria de aquellos países –dijo– ha planteado unos modelos de virtud republicana que obedecían a una versión de las elites blanca y criollista, fabricada en décadas posteriores a la emancipación de España. Según ella, los peninsulares eran malos, rencorosos y avariciosos y agraviaban a los americanos, buenos y virtuosos. En un momento crucial, éstos se cansaron de vejaciones y la nación independiente fue llamada a la existencia. Eso es sencillamente una falsedad, pues hay que distinguir entre realistas y patriotas, donde ambos bandos albergaban tanto peninsulares como mulatos o indios. Las cosas son más complejas que buenos y malos", insistió.

No al fracasismo

En vez de mirar hacia el pasado con sensación de fracaso, lo que propone Lucena Giraldo, autor de "Naciones de rebeldes" en Taurus, es que todos los estudios deberían preguntarse qué es lo que queda tras aquel imperio. "Y yo creo –afirmó– que tras el imperio español queda un bien tan grande como la nación cultural, conformada, con sus academias de la lengua, por una riquísima comunidad de hablantes de español cuyo 95 por ciento está en América. Queda también una práctica religiosa común al mundo atlántico, una gastronomía interinfluenciada, un cierto estilo de vida..."

Según explicó el historiador, las revoluciones de independencia latinoamericanas van a comenzar cuando "Andalucía está a punto de caer en manos de Napoleón, es decir, los españoles americanos son fieles a la monarquía hasta 1810, cuando esperan que caiga Cádiz". Dicho de otro modo, lo que sostiene Lucena Giraldo es que ellos no quieren ser Francia y para ello se ponen en marcha las juntas autonomistas, independizándose del absolutismo fernandino, pues no estaban por la labor de afrontar el modelo del monarca".

Lo que también afirmó Manuel Lucena es que, el II centenario de estas revoluciones , que empezó a cumplirse ayer, debiera servirnos para pensar en el futuro, para pensar en las culturas en español, en lo que nos une y no en lo que nos separa. "El pasado –dijo– sirve para pensar el presente y plantear el futuro. Dicho de otro modo, la función de la Historia es "restablecer la complejidad del pasado para entender la complejidad del presente y manejar la realidad".

Lo que dejó en evidencia su charla fue que durante los últimos años los estudios de las independencias hispanoamericanas han sufrido "una renovación de lo político y cultural", dando lugar a un mayor conocimiento de los lenguajes políticos, costumbres, organización urbana, de las constituciones o los periódicos, "elementos políticos y culturales que provocan una nueva evaluación de los procesos acontecidos hace 200 años".

El historiador insistió en esas nuevas perspectivas que integran lo que era evidente en términos históricos, es decir, las independencias iberoamericanas "no se producen por separado, sino que nacen de una implosión imperial, un explosión central con resultados periféricos". Y existió "una interacción atlántica de todo lo que paso hace 200 años en la península". Además, dijo que a partir de ahora "se pueden integrar los matices, esto es, contar lo grande y lo pequeño, por ejemplo, un mulato de Cartagena de Indias quiere ser tan libre como Bolívar".