Estremecieron al pueblo, hicieron soñar a los niños y fascinaron a psiquiatras de varias generaciones. Son historias ligadas a la enfermedad mental, protagonizadas por gallegos, que un equipo de especialistas, dirigidos por Tiburcio Angosto –Jefe de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica del CHUVI– han investigado en diversos seminarios y publicado en revistas especializadas para ofrecer sus propias conclusiones.

Angosto disecciona en este reportaje cuatro de los casos más llamativos que ha estudiado durante su vida profesional: el mítico caso del hombre-lobo de Allariz, el caso de la "espiritada" de Gonzar, el primer caso documentado de anorexia en Galicia; el caso del artista inconsciente y el de la ferrolana Aurora Rodríguez, la ferrolana que mató a su hija Hildegart en un estado de delirio. El experto asegura que "psiquiatría y cultura están muy unidas".

Uno de los casos en los que más se volcó Angosto fue en el del llamado "artista inconsciente" –un hombre que estuvo ingresado en Conxo y tratado por el psiquiatra Villamil– que tenía la particularidad de que en sus momentos de crisis tallaba figuras de temas religiosos de distintas culturas que, cuando estaba equilibrado, no reconocía ni era capaz de reproducir. Angosto vive con pasión su profesión y no dudó incluso en trasladarse a Cacabelos, pueblo natal del paciente, para buscar nuevas claves en el caso. Consiguió hablar con una de sus hijas, de 92 años, "que apenas nos pudo ayudar, pero sus nietos nos aportaron bastantes nuevos datos sobre la historia familiar", apunta Tiburcio. "Así descubrimos que no era tan inculto como creía Villamil y estaba muy habituado a tallar, a admirar y copiar el arte de las iglesias de su zona", explica el médico.

Varias de las piezas del leonés ingresado en Santiago forman parte de una exposición itinerante de obras realizadas por pacientes psiquiátricos que Tiburcio intenta conseguir que alguna institución traiga a Vigo. "Es una muestra muy interesante con más de cuatrocientas obras que aporta una nueva visión sobre estas enfermedades", argumenta.

El célebre caso del hombre-lobo de Allariz es otro de los más investigados por el equipo vigués. "Nuestra conclusión es que Romasanta era un tipo muy inteligente que inventó todo el asunto del hombre lobo para exculparse de los crímenes cometidos", resume Tiburcio. El asesino se libró de la pena de muerte y terminó en la cárcel de Allariz, pero no consta en ningún documento que jamás saliese de ella ni vivo ni muerto. "Nosotros apostamos por que se escapara", apunta el psiquiatra. "Más que licantropía, que es la idea delirante de convertirse en un animal, creemos que Romasanta era un astuto asesino", concluye.

Manuel Blanco Romasanta nació en Allariz (Ourense) en 1809. Tuvo numerosos oficios: sastre, cocinero,, contrabandista, pastor, criado... pero sobre todo fue vendedor ambulante.

Según el Libro de Casados y de Difuntos que se conserva en la Parroquia de Santa Eulalia de Esgos, Manuel Blanco contrajo matrimonio a los 21 años con Francisca Gómez Vázquez, vecina de Soutelo. Sin embargo, el matrimonio duraría poco, ya que la esposa de Romasanta fallecería, sin haber dejado hijos, tres años después de la boda.

Y así, viudo con solo 24 años, Romasanta comenzó a recorrer con su tienda ambulante los caminos de Galicia primero, y de España y Portugal después. En esos viajes aprendió a moverse con soltura por bosques y corredoiras, en los que poco después cometería sus atroces crímenes.

Todas sus víctimas y los hijos de éstas corrieron la misma suerte; los nueve salieron un día en busca de mejor fortuna y jamás volvieron a ser vistos por los suyos. Manuel les convencía de que les ayudaría y luego les mataba.

La primera víctima fue, en el año 1846, Manuela García Blanco, vecina del pueblo ourensano de Rebordechao (Allariz), y su hija Petra, de 6 años. Manuela pensaba encontrar en Santander una buena casa en la que servir y Manuel, que tan bien conocía los caminos del país, se ofreció a escoltarla.

Semanas más tarde, Manuel volvió por el pueblo. Ante las preguntas de los familiares de Manuela respondió que habían quedado muy bien colocadas en casa de un cura... Y otras vecinas del pueblo decidieron seguir sus pasos en compañía de Manuel Blanco "el tendero".

Poco después sería Benita García quien partiría en compañía de Romasanta el mismo destino y más tarde Josefa García, Antonia Rua... algunas de ellas viajarían con sus hijos, de corta edad. Y ninguno de ellos volvería a ser visto con vida jamás.

Pasaron las semanas, los meses y los años, y la inquietud dio paso al temor y la sospecha entre los familiares de los desaparecidos. Los rumores en torno a que algo terrible podía haber hecho "el tendero" empezó a circular en los bosques de Galicia, llegando a oídos del mismísimo Romasanta, que decidió no volver a pisar su tierra natal.

Sin embargo el caprichoso destino decidió que se hiciese justicia y el 2 de julio de 1852 Romasanta fue detenido. Ocurrió en la villa de Nombela, Toledo, donde muchos gallegos trabajaban en la siega. Fueron dos vecinos de Ourense quienes lo descubrieron y presentaron la denuncia ante el Alcalde. Inmediatamente, Manuel Blanco fue detenido, iniciándose ahí el único proceso judicial contra un hombre-lobo efectuado en España.

Manuel Blanco confesó haber asesinado a las víctimas, pero alegó que actuaba impulsado por una fuerza irresistible que le hacia convertirse en lobo, una transformación que atribuía a alguna fada (maldición) de sus parientes. Fue condenado a la pena en garrote. Pero, a punto de ejecutarse la sentencia, llegó una carta dirigida a Isabel II firmada por un enigmático Mr. Philips que pedía la detención de la ejecución ya que afirmaba que veía en Manuel Blanco "...a un desgraciado acometido por una especie de monomanía conocida de los médicos antiguos bajo el nombre de licantropía". Surtió efecto y Romasanta fue condenado finalmente a cadena perpetua.