Un equipo de investigadores del Centro de Investigación Biomédica de la Obesidad y la Nutrición con sede en Santiago, (CIBER obn) ha abierto un nuevo camino en la lucha contra la obesidad al descubrir que la hormona FGF21, producida por el hígado como respuesta a la ingesta de alimentos, también funciona como activador de la llamada "grasa parda".

Este tipo de grasa –que toma el nombre por la alta concentración de mitocondrias, de color marrón oscuro– es también llamada buena o adelgazante por su función. Al contrario que la grasa blanca, cuya acumulación resulta perjudicial para la salud, la parda tiene el efecto contrario: su función principal es generar calor en el organismo, lo que permite quemar calorías para mantener la temperatura corporal.

La investigación, publicada en portada por la revista Cell Metabolism, la de mayor impacto científico en metabolismo, podría crear "nuevas dianas terapéuticas contra la plaga en la que se está convirtiendo la obesidad en el mundo desarrollado", según explica el director del proyecto, el profesor Francesc Villarroya.

El trabajo ha estudiado la actividad biológica de esta hormona con ratones recién nacidos, lo que Villarroya considera también clave, ya que las alteraciones metabólicas en la etapa fetal y neonatal tienen un impacto importante en el metabolismo del adulto. "Antes de nacer, los ratones se alimentan de glucosa por la placenta y se al nacer se nutren de la leche materna, muy rica en grasas, por lo que de golpe y por primera vez, el cuerpo se ve obligado a gestionar esas grasas. Por eso es muy interesante estudiar a los animales en ese momento, para conocer las pautas de adaptación a las nuevas exigencias metabólicas", explica el director.

Tras constatar que la grasa parda se encuentra activa en nuestro organismo, los investigadores se centran ahora en la posibilidad de estimular farmacológicamente o mediante nutrientes la actividad de esta grasa buena. "Aumentando la acción de esta hormona, se aumentaría la función de la grasa parda, lo que ayudaría al organismo a no acumular grasas, pudiendo adelgazar con mayor facilidad y con menos carga de ejercicio físico", argumenta. Sin embargo, activarla no es un reto sencillo. "Hasta ahora los métodos que lograban activarla, al mismo tiempo perjudicaban otros órganos, pero esta vía resuelve ese problema ya que actúa específicamente sobre la grasa parda", apunta.

En los ratones han conseguido buenos resultados, pero trasladarlos a los humanos es complicado. "La hormona no se puede tomar en pastillas; tenemos que provocar que el cuerpo la produzca en mayor cantidad ayudándonos de fármacos", explica Villarroya.

Los primeros estudios que han realizado con pacientes obesos y diabéticos "demuestran que existe un defecto en la producción de esta hormona o bien que, aunque la producen, el organismo no responde bien a ella", añade el investigador, cuyo equipo está especializado desde hace 20 años en el estudio de la grasa parda.