Cuatrecasas, traductor de los grandes clásicos romanos desde Horacio a Julio César, escribe de un pasado que nos resulta sorprendentemente presente.

-¿Hasta qué punto somos herederos de esa cultura sobre el amor?

-Mucho. Pensando en España, diría incluso que se ha reproducido la evolución que tuvo la mujer en la Roma antigua desde la domesticada a la liberada.

-¿Corremos el riesgo de interpretar mal desde hoy la literatura erótica que nos legaron?

-Siempre debemos ser recelosos a la hora de juzgar el pasado con los ojos del presente. Si en algo se diferencian los romanos de otrora del mundo actual es en la desinhibición total para escribir del sexo y sus prácticas. Marcial te habla del cunilingus o el coito anal con la mayor tranquilidad del mundo.

-¿Y en el arte iconográfico?

-Las representaciones de arte erótica responden a una realidad, sobre todo la de la última etapa, el desmadre en usos amorosos. Acuérdese que nuestro concepto del pecado no existía.

-¿Hablamos de una sociedad falocrática?

-El “pater familias” tenía un poder ilimitado sobre la casa, incluyendo mujer, hijos, esclavos... con derecho a vida y muerte. En Roma el símbolo fálico era la representación de las fuerzas generativas de la naturaleza y de ahí que aparezca en muchas inscripciones. El dios Príapo era un símbolo protector.

-Y la mujer, en casa...

-La mujer estuvo reprimida y frustrada en la Antigua Roma, salvo en la última etapa. Existía un concepto aberrante del matrimonio, en el que la ciudadana romana estaba destinada a la obediencia, supervisión doméstica y reproducción.

-Y el hombre...

-La sociedad admitía que buscara fuera del matrimonio con libertad, esclavas o extranjeras lo que, por principios, el matrimonio no le iba a dar. ¿No le suena a usted a una España de ayer mismo?

-Sí pero en la España de ayer mismo el hombre también tenía su cuota de represión...

-Es cierto. Marco Anneo Séneca, padre del filósofo Séneca, escribía que en un ciudadano romano la pasividad era un crimen, en un esclavo, un deber; en un liberto, una diferencia con el amo. Un ciudadano romano podría hacer lo que quisiera con esclavos, esclavas... mientras fuera parte activa. Sólo ser homosexual pasivo era una vergüenza -no bisexual- en la mayor parte de la historia de Roma.

-Pero usted habla de una etapa de mayor libertad para ella...

-A partir del siglo II antes de Cristo, en unos 170 años anteriores, existe un divorcio más fácil y la mujer aparece en lo público y entra en usos de mayor libertad amorosa. Por la cama de César pasan las esposas de sus mejores amigos, por ejemplo.

-¿Y no había esos dramas de honor con faca o a pistola propios de sociedades herederas como la italiana o la española?

-Para los romanos, el crimen más grande que podía cometer una mujer era el adulterio; eso se relajó en la última etapa. La podían echar de casa o divorciarse y, cada cual, su camino.

-¿Qué supuso el cristianismo en Roma?

-De los 1229 años que duró el Imperio Romano el cristianismo empezó a influir en los últimos 140, allá por el 33 después de Cristo. Acuérdese de que en una sociedad de élite esclavista, surge una religión que lo prohibe, que habla de igualdad de sexos... Pero no se crea que consiguieron frenar esa orgía general en Roma, dicho en términos coloquiales.

-¿Hablar de depravación es enjuiciar desde el presente?

-Cierto pero también lo sería para un romano antiguo si viera a sus descendientes.

-La nuestra es heredera de la cultura grecolatina. Griego y romano ¿eran mundos muy diferentes en el amor?

-En la concepción de los usos amorosos eran bastante distintos. Tanto en la consideración de la mujer como en la sexualidad masculina. Piense que para el filósofo griego Platón el amor más perfecto era el homosexual, cosa inconcebible en Roma al menos hasta la última etapa del Imperio.