Nonó, Zorrita y A Noalla eran alguna de esas generosas referencias carnales de los lupanares del franquismo en Ourense. Proscritas durante el día, pues la sociedad de la época las relegaba a las últimas filas del cine o del teatro y les impedía el paseo diurno por las calles de la ciudad; y reinas de la noche, en la que brillaban con luz propia y deslumbraban por igual a caballeros o a bribones, rendidos ante su locuacidad y desparpajo.

Una luz que retrató primero Eduardo Blanco Amor, quien inmortalizó a "Zorrita "y A Noalla", apodo éste último de su lugar de procedencia, al convertirlas en personajes de su novela "A Esmorga", una pieza única de la literatura contemporánea gallega que cumple este año su 50 aniversario.

Y ayer, por esa magia de la Navidad real, que nada tiene que ver con la de Dickens, A Noalla y Nonó, esta última prostituta ourensana en la República y fusilada tras el alzamiento por brindar escondite en su cama a un amante de izquierdas, resucitaron tórridas y sugerentes, en su calidad de personajes del Belén de Arturo Baltar, cuya reapertura anuncia cada año el inicio oficial de la Navidad en Ourense.

En ese homenaje a las gentes y a los oficios que simboliza cada una de las escenas y personajes del llamado Belén de Baltar, "no podían faltar esas dos prostitutas, que para mí son referentes imprescindibles de una época. No había más libertad en ningún sitio que en sus tabernas. Allí se hablaba de todo, y allí iban todos aquellos que querían hablan en libertad", explica Arturo Baltar.

El escultor, padre de un belén que es un minucioso retrato etnográfico de una Galicia extinguida, fue el primer mortal en llevar a Eduardo Blanco Amor a un prostíbulo. A don Eduardo, homosexual confeso, "cuando le llevé a casa de A Noalla", ésta regentaba cerca de la calle Villar (capital del antiguo barrio chino ourensano ) una casa de "chicas" que había heredado de su amiga "zorrita", recuerda el artista.

Eduardo estaba "encantado pues estaba viviendo un episodio bohemio de visita a lo prohibido que él envidiaba mucho a su hermano, con una vida más bohemia, pues era músico" prosigue. Era invierno y hacía frío en la taberna. La vieja madame les invitó a aguardiente con guindas. "Al levantarse, Blanco Amor vio que bajo las faldas de la mujer había un brasero. Eduardo le dijo que tenía frío, y en un gesto de complicidad, ella, que ya era muy mayor y trabajaba gratis, le soltó a Blanco Amor un cómplice ´¡Ven para aquí, que a tí quéntoche eu´".

Todo apunta a que "A Noalla" no calentó aquella noche más que el afecto y la inspiración literaria del magnífico escritor. "Al día siguiente, como hacían siempre aquellas ´chicas´, que es como se llamaban entre ellas, nunca putas. Si te cruzaban por la calle, prudentes, no te saludaban"", recuerda Baltar . Aquellas damas de la noche, Nonó y A Noalla, son cada Navidad personajes del más casto y tradicional portal, el de Belén. Al final ¿Quien dio más amor que ellas?