Es más que un barco; supone un puente que cruza distintas culturas a lo largo de la historia aunque lleva el nombre del padre de los dioses mayas, el más sabio de todos ellos, Zamná. A unos minutos de las 11.40 horas de ayer, el trimarán (catamarán de tres cascos) con 35 metros de eslora arribaba al puerto de Baiona al grito de "¡todo a babor y marcha atrás!" mostrando orgulloso en su mascarón de proa a una paloma de la paz, destartalada a causa de las guerras pero con la cabeza erguida, recalcando el mensaje de "no a la guerra" que el Zamná lleva desde México a España, Italia y Grecia, entre otros países.

Sobre la cubierta, vestidos de blanco y saludando al público en el muelle, la tripulación al completo, incluido, el cántabro Vital Alsar (Santander, 1933), el mismo que ha cruzado el Atlántico en un cayuco maya reconstruido; el mismo que en 1977 marchó a pie con una expedición por los Andes para construir un astillero en la selva de donde partieron tres galeones que, como en la hazaña de Francisco de Orellana, descendieron el Amazonas, subieron a México y saludaron con sus proas, semanas después, los santanderinos Puertochico y Cabo Menor.

Grandiosidad

Para esta ocasión, Vital Alsar decidió llevar el reto al máximo construyendo en Alvarado (México) el trimarán Zamná a base de 14 maderas distintas. Además de su grandiosidad (mástiles de 21 metros de altura), la embarcación destaca como un homenaje a las culturas marítimas más importantes en la historia incluyendo, por lo tanto, elementos de naves fenicias, mayas y polinesias, entre otros.

"Cada cabaña –sobre la cubierta– representa una cultura. Está la cabaña maya (próxima a la popa), la inca y la de los indios de Norteamérica que lleva el nombre de White Eagle (águila blanca)", la más cercana a la proa, explicaba ayer Santiago Villaverde, cántabro de 28 años y miembro de la travesía "El niño, la mar, la paz".

Con este título, la expedición busca llevar un mensaje de paz por medio mundo siendo el encargado de personificarlo un niño maya que acompaña a la tripulación y que va realizando actos solidarios con los niños de los distintos puertos donde amarra el trimarán que, además, ofrece jornadas de puertas abiertas para dejarse querer y descubrir. En Baiona, hasta el miércoles, el Zamná permanecerá anclado para fijarse en detalles como los colores de sus maderas, los elementos iconográficos de sus vidrios y los secretos de sus distintas cabañas.

La belleza del proyecto no escapa a la propia tripulación a pesar de tener sus ojos acostumbrados a esta obra de arte de la ingeniería naval botada el 25 de julio en Alvarado, Veracruz. "No es lo mismo tener un sueño que vivir un sueño", pronunciaba ayer satisfecho el mexicano de 46 años Sergio Gual Cosío con los pies en Baiona, a escasos metros de la réplica de la Pinta. Nacido en Distrito Federal pero habitante del Yucatán mexicano, Gual Cosío fue el primer tripulante elegido por Vital Alsar para el Zamná. "El sueño es ya una realidad; es indescriptible", añadía.

Un sueño que el pasado 11 de septiembre –tras zarpar en agosto de la isla de Cozumel– participaba en los actos en homenaje a las víctimas del 11-S para después poner rumbo al viejo continente donde la primera escala fue Santander para, después, enlazar con Baiona. Tras visitar la villa pontevedresa, el barco y su tripulación pondrán rumbo a Palos de la Frontera, Valencia, Barcelona, Palma de Mallorca, Ostia (Italia) y El Pireo (Grecia).

En cada uno de estos puertos, ondearán las banderas impolutas de la paz, con las velas desplegadas, en una ruta intercontinental de casi 16.000 millas, alternando días de mar tranquilo con jornadas bravas que miden la pericia de estos mensajeros del amor.