Las letras de sus canciones no dejan indiferente ni siquiera a aquellos que no comparten la visión del mundo musical que él propone. A pesar de ello, Andrés Calamaro asegura que "ni siquiera me considero un compositor importante". Lo escribe en esta entrevista vía e-mail en la que ha anotado palabras como Rock y Recuerdos con letra capital. Esta noche, en el Multiusos do Sar de Compostela, a partir de las 21.30 horas, abrirá su maleta de recuerdos, la misma que no veíamos desde aquella noche de julio del pasado año en Pontevedra, su última parada gallega hasta hoy.

–¿Qué le espera a sus fans en el concierto de esta noche en Santiago?

–Me acompañan Candy Caramelo, Jose Bruno "el niño", Carlos Davila "tito" , Geni Genaro, Diego Garcia "g" y Julian Kanevsky. No llevamos más escenografía que nosotros: el grupo de rock; y una estructura lumínica de primera categoría.

–¿Qué recuerdos traerá en forma de canción?

–Recordaremos muchos álbumes : Honestidad brutal, La lengua, El salmón, Palabras más palabras menos, Sin documentos, incluso discos grabados antes de Los Rodríguez; Por mirarte y vasos y besos (Los abuelos de la nada)… Entre recordar y (entre) olvidar. Me quedo con las dos cosas, ya lo dijo el poeta.

–Sigamos rememorando. ¿Qué guarda en la memoria de sus anteriores actuaciones y visitas a Galicia?

–Guardo muchos recuerdos y además muy buenos: con Bob Dylan en Santiago, con Fito y Los Fitipaldis, en la Iguana de Vigo, con Rodríguez y sin Rodríguez, Tangos con Niño Josele en A Coruña, la última actuación en Pontevedra, además de ciudades y pueblos galegos (sic) donde siempre tocamos con alegría.

–Este año, ha publicado con Warner Obras incompletas y desde La lengua popular de 2007 no edita disco con material nuevo. ¿Se encuentra preparando ya próximo álbum? ¿Puede decir para cuándo?

–Estoy progresando con próximos materiales, sin embargo, por cuestiones de estrategia estética y ética, prefiero no comentar mis próximos pasos discográficos.

–Acostumbra a publicar un disco por año. ¿A qué se debe que esté tardando tanto en editar un disco con temas nuevos?

–No entiendo la pregunta; La Lengua Popular fue publicado apenas hace dos años, y este año ofrecimos mi balance antológico Obras incompletas.

–Usted ha recibido numerosos premios Gardeles además de otras distinciones, ¿les tiene un cariño especial situándolos en un lugar privilegiado de su casa o ni siquiera sabe donde están para quitarles el polvo?

–Nada se pierde, todo se transforma; no soy un músico demasiado premiado pero tengo suficientes discos dorados y premios (que me honran) como para haber perdido alguno en al camino; como para dejar algunos sobre el piano, y otros en mi estudio doméstico de grabaciones. No es que me pase el día mirando los premios ni mucho menos.

–Espero que no le moleste la pregunta. ¿Qué le hace componer más: la infelicidad, el amor, el desamor o el fumar sustancias –digámoslo así– prohibidas?

–A veces con el amor y el cannabis no son suficientes; a veces escribo porque necesito las canciones. Alguna vez escribí porque había renunciado a casi todo y tenía tiempo de sobra para invertir en creaciones; ni siquiera me considero un compositor importante. Yo soy el cantante que hoy han venido a escuchar. Nada más.

–¿Usted como decía en "Ayer" sigue buscando consuelo en los días pasados o se ha vuelto optimista con los años?

–Nunca encontré consuelo en los días pasados, tampoco fui un optimista convencido. Sé que no nos esperan solamente buenas noticias, pero ya se sabe: No news good news.

–Se ha descrito como un canalla, ¿lo sigue siendo o ahora ya no lo admite tan fácilmente?

–Tengo la esquina de los barrios. Soy apenas enciclopédico. Tengo la escuela de las calles asfaltadas del downtown y mucho local de ensayo. Soy noble pero inquieto.

–¿Y han sido muy canallas las mujeres con usted?

–Mucho no.

–¿Llegó a tocar tal fondo que tuvo miedo de no salir?

–No tuve miedo. Cuando no se tiene nada, tampoco se puede perder nada. El fondo es un lugar, aunque metafórico, curiosamente agradable. Sin embargo, recomiendo a la gente que busque la superficie y el oxígeno, con la ayuda de la voluntad y un ingrediente divino que no todos tenemos.