“Los pequeños cambios son poderosos, pero tienen que ser voluntarios, no nos van a obligar a hacerlos”. En esa frase dicha ayer por José Luis Gallego, periodista ambiental y escritor, se puede resumir el espíritu esencial de la charla que dio en el Club FARO con un título de por sí explicativo o sugerente: “Ayudar al Planeta y vivir mejor (cómo ser ecologista y no morir en el intento)”.

La idea por tanto que presidió su intervención, ayudada por diapositivas, es que todos podemos hacer algo aunque parezca pequeño para solucionar “la que se está liando”, pero aún fue más allá. “Buena parte del destino del Planeta -dijo- está en las manos de cada ciudadano y sin esa intervención suya en los pequeños consumos cotidianos no serán suficientes cualquier otra medida política o empresarial. Dicho de otro modo, existe un conjunto de pequeñas acciones, individuales, fáciles de llevar a cabo y cotidianas, que pueden conducirnos a vivir mejor en un mundo mejor. En la pequeñez de la ecología doméstica reside un cambio poderoso. Acciones voluntarias pero, según se desprende de su charla, imprescindibles si queremos evitar que la Tierra cambie.

No quiso ser alarmista José Luis Gallego, ni dar grandes teorías o grandes cifras, sino centrarse en eso que llamó “ecología doméstica, la del día a día, silenciosa y voluntaria”. El periodista considera que tal actitud sólo pretende alcanzar una mayor eficiencia en el uso de la energía sin renunciar a ninguno de sus beneficios. “Esos pequeños cambios -dijo- son del tipo de hacer un uso más solidario del agua, ser más eficiente en el uso de la luz, comprar y consumir de modo responsable, eludir los envases superfluos, participar en la recogida selectiva de residuos, descubrir alternativas al vehículo privado todas esas veces que no es necesario, evitar la contaminación acústica, disfrutar del entorno natural y conservarlo, educar a los hijos en el respeto al medio ambiente...”

¿Y porqué lo tenemos que hacer nosotros, cada ciudadano, y porqué ahora? A esa pregunta respondió Gallego que, dada la evolución demográfica, este planeta será como un “piso patera”, por encima de su habitabilidad: o nos organizamos tajantemente o no sabemos qué podrá pasar. O sí lo sabemos porque está más que repetido por los científicos aunque cerremos los ojos y miremos hacia otro lado.

El periodista, a quienes muchos oyen en el programa de “Julia en la Onda”, afirmó que tenemos las herramientas muchas veces pero no las están explicando. “Por ejemplo, los españoles estamos comprando los electrodomésticos que por su consumo y la clase a que pertenecen, especificada obligatoriamente en su exterior, se desechan en el resto de Europa. Buscamos el precio en el momento de la compra sin valorar su consumo y por tanto el gasto que van a originar en su funcionamiento”.

Habló Gallego de las bombillas que utilizamos. “En España 9 de cada 10 dan un 20 por ciento de calor y 80 por ciento de luz. Hay otras que son de bajo consumo, que dan un 80 por ciento de luz y 20 de calor, que duran 10 veces más y en Europa son las que se compran 9 de cada 10, pero nosotros no las compramos porque las convencionales se venden más baratas”.

Eficiencia, esa es la demanda que se desprendía de los ejemplos de consumo individual que el periodista iba utilizando. ”Hay que apagar, bajar, reducir -dijo-, aprovechar mejor la energía no sólo porque beneficia al bolsillo individual sino porque contribuye decisivamente a frenar el deterioro global del medio ambiente”.

Los mandos a distancia, otro ejemplo del que hizo uso. Dejar la tele, el vídeo, el equipo de música... en posición “stand by,” es decir, apagados pero no, con lo que seguirán consumiendo un 10 por ciento de energía el resto del día. O la elección en la compra del coche, decantándose por las tecnología híbridas. O en las basuras, y aquí sí que se detuvo especialmente. “En España sólo reciclamos el 17 por ciento de la basura que generamos en los hogares. Y generamos por ciudadano el triple de 1970. De 450 gramos a 1.600 diarios”.

“Somos, antes que consumidores, derrochadores”

No importa el sector que analicemos, afirma Gallego: desde el industrial hasta el doméstico o el del transporte, antes que consumidores somos derrochadores de energía. Piensa y ya escribió este periodista que ese es un lujo que no nos podemos permitir, entre otras cosas porque cada vez nos va a salir más caro. El derroche energético se está convirtiendo ya, siguiendo sus palabras, en un lujo estúpido y en una irresponsabilidad social ya inaceptable porque hemos cruzado el límite, el del cambio climático. Malbaratar los recursos energéticos, forzar su consumo hasta llegar al agotamiento es una práctica errónea y hay que aplicar el sentido común y la responsabilidad de ciudadano en cada punto de consumo: desde la luz hasta la nevera; de la sartén a la calefacción o el aire acondicionado...

Al hablar de residuos, Gallego insistió en medidas domésticas que no sólo eliminarían una parte sustancial de la incineración o su amontonamiento, sino que se va a reconvertir en energía. “La gestión ordenada de residuos domésticos -afirma-, su correcta clasificación en nuestro hogar según sea papel, vidrio, envases y materia orgánica, es una de las contribuciones más importantes que podemos hacer como ciudadanos en contra del cambio climático y a favor del medio ambiente. Si decimos que los pequeños gestos de la ecología doméstica son poderosos, recoger las basuras aparte y llevar cada fracción a su contenedor es un gesto poderosísimo”.

Los móviles que no usamos, los medicamentos caducados... y el agua. Aquí, Gallego dio cifras espeluznantes de nuestro loco consumo. “En un país como el nuestro -dijo-, con un proceso de desertización galopante, el 41 por ciento del agua que consumimos es para arrastrar nuestros excrementos y un 32 para el baño y ducha; sólo un 0,2 para la bebida. Y eso es hoy un lujo imperdonable”.