Ha obligado a la comunidad científica internacional a replantearse sus certezas sobre el cambio climático. La viguesa Débora Iglesias desarmó en 2008 la teoría de que todas las algas se verían afectadas por el aumento de CO2 de tal manera que la capacidad de absorción de los océanos iría en aumento y se mitigaría el efecto invernadero.

Desde su laboratorio del Centro Oceanográfico de Southampton, el más importante de Europa, lanzó al mundo el descubrimiento. Numerosas revistas internacionales se han hecho eco del hallazgo y durante el pasado abril lideró el "ranking" de artículos más citados en el campo de las biociencias. "Fueron datos muy controvertidos. Los dogmas en ciencia son universalmente aceptados y es difícil cambiarlos. Estamos en un momento muy productivo", celebra.

Iglesias (Vigo, 1967) lleva más de una década escudriñando los cocolitóforos –algas microscópicas unicelulares que se extienden por todo el Planeta– y su relación con el cambio climático. Debido a la acidificación del mar, esto es, la reducción progresiva de su PH debido al dióxido de carbono que genera la actividad humana, los investigadores suponían que estos organismos rebajarían el efecto invernadero, pero ella ha demostrado que, en realidad, su efecto será neutral.

El equipo de investigación que dirige en Southampton, integrado por trece personas, estudia ahora las proteínas de los cocolitóforos: "Ya tenemos en revisión para ser publicado el primer proteoma de un microorganismo marino".

Desde pequeña tenía "claro" que quería "hacer ciencia" y ha trabajado en los centros más punteros de todo el mundo. Licenciada en Biología por Santiago, inició su carrera en las universidades británicas de Gales y Bristol antes de cruzar el Atlántico con un contrato de la Nasa para investigar en Rutgers junto a Paul Falkowsky, un referente mundial. Al mismo tiempo, el Consejo de Investigación Natural del Medio Ambiente de Reino Unido, "el equivalente al CSIC", le entregaba una de sus codiciadísimas becas.

Varias nacionalidades

Volvió de EE UU en 2002 y tras un breve paso por la Universidad de Nottingham, Iglesias ingresó en el Centro Oceanográfico de Southampton, donde trabajan medio millar de investigadores de todo el mundo y sólo dos, incluida ella, son gallegos.

La flota investigadora británica se concentra en sus muelles, desde los que partió en su día el Titanic. "Y ahora el Queen Mary 2", añade. Sin embargo, Débora añora las playas y el olor del mar gallego. "Aquí no huele igual. Cuando estaba en la Universidad y regresaba a Vigo desde Santiago me encantaba el aroma que se percibía en cuanto el tren abría sus puertas", recuerda.

Viajera confesa por trabajo y placer, ha participado en campañas oceanográficas por todo el mundo, incluida la Antártida, pero regresa a menudo a Vigo para reencontrarse con la familia y los amigos. "Puede que la morriña desaparezca hasta del diccionario, porque el mundo es cada vez más pequeño", advierte.

Reside en Winchester y contrapone el carácter "sumamente pragmático" de los británicos a las "espontaneidad" de los españoles. Aplaude su estructura "meritocrática" y la inversión en investigación. Del sistema estadounidense destaca el riesgo a la hora de aportar dinero: "Son grandes emprendedores y curiosos".

En España "están cambiando mucho las cosas", pero todavía no ha establecido contacto con científicos de Galicia. En septiembre llegará a Southampton una estudiante del campus de Vigo: "Quizá ésa pueda ser la primera colaboración".