Ese hombre era Miguel Lorente, un médico forense que daba clases en la Universidad de Granada e investigaba sobre la violencia de género. Ahí están para demostrarlo libros suyos como Mi marido me pega lo normal (2001), El rompecabezas (anatomía del maltratador)(2006) y, ahora, en la editorial Destino, Los nuevos hombres nuevos, en que habla de los miedos masculinos de siempre pero en tiempos de igualdad. Hay que decir que Lorente fue el primer hombre al que la asociación viguesa Alecrín entregó un premio de reconocimiento. Un teórico al que aceptar un cargo le ha supuesto un baño de realidad. “A veces te resulta duro porque una cosa es teorizar -responde- y otra poner en marcha las cosas, articularlas con las comunidades... Origina cierta frustración pero, combinada con la paciencia, actúa de modo positivo”.

- No sé cómo habrán visto las mujeres que le den a un hombre un cargo en violencia de género, que tan bien podría gestionar una sensibilidad femenina...

- Habrá habido críticas y las entiendo pero quienes podrían hacerlo con más autoridad son las mujeres que más tiempo llevan trabajando en estos temas, que me conocen hace muchos años por lo mismo y sé que cuento con su confianza.

- A los hombres nos cuesta asumir de verdad ese paisaje de la desigualdad y de maltrato...

- Yo mismo he tenido que pasar por un aprendizaje en la percepción del hecho de la violencia y de la desigualdad al que me ayudó mucho mi actual responsabilidad política. Antes mi contacto era profesional, técnico, como médico forense que valoraba mujeres maltratadas. De ahí partió todo un proceso que me llevó a tomar conciencia del verdadero significado del problema.

- ¿A qué se refiere?

- Que no es un problema que afecta a más o menos mujeres, de número, sino social, de valores, y por tanto la solución no estaba en dar respuesta a los casos que se producían sino en trabajar sobre las causas. Entendí que cuestionar mi viejo rol como hombre, apartarme de ciertos estereotipos no sólo era obligación sino enriquecimiento.

- ¿Cómo definiría la actual situación en violencia de género?

- Es una situación grave que apunta hacia la mejora. El elemento esperanzador lo detecto en que la sociedad está reaccionando, cada vez hay más conciencia social, más críticas, más familiares que se implican si hay violencia de género entre los suyos, más profesionales que mandan parte de lesiones a los Juzgados, más gente que denuncia, un abordaje más serio de los medios de comunicación sobre el tema...

- Es increíble, de todos modos, que a pesar de tanta campaña de sensibilización y tanta ley nueva disuasoria, sigamos con tantas muertes de mujeres.

- Bueno, funciona poco la capacidad disuasoria de la ley por miedo a la sanción y menos en un crimen moral, en los que no se mata por un provecho sino por necesidad de imponerse sobre la mujer para no ser cuestionado como hombre. Luego se suicidan o se entregan pero asumen su responsabilidad porque en el fondo creen que están defendiendo la supervivencia de su poder.

- Pero de algo tendría que servir tanta campaña...

- Asistimos a un fenómeno de contrarreacción ante el hecho de que haya mujeres que cuestionen o denuncien esa actitud de dominio o violencia. Como consecuencia de esa transformación social hay una reacción de los violentos. Están dando sus últimos coletazos. Hay menos agresores pero con más violencia.

- Si miramos hacia el norte, esos países de mayor tradición cultural y tolerancia. ¿Hallamos mejores estadísticas?

- Si miramos hacia países de avanzadilla como los escandinavos, hallamos más homicidios porcentualmente que aquí.

- Eso es paradójico. Más tolerancia, más violencia...

- Nos llevan muchos años de ventaja en cuanto a políticas de igualdad pero ellos se han centrado en la necesidad de conciliar, de equiparar hombres y mujeres en derechos, de facilitar la incorporación de las mujeres al trabajo... pero han trabajado poco en las raíces de la desigualdad y la violencia. Son países más igualitarios pero hay sectores de población minoritarios que no entran por ese aro y lo manifiestan con más machismo.

- No me diga que España tiene una legislación que va más a las raíces...

- Lo que le digo es que países de esos mantienen contactos con nuestro Ministerio de Igualdad porque quieren aplicar normativas parecidas a las que nosotros promulgamos en 2004. En una palabra, hemos desarrollado una normativa más avanzada que la suya en estas materias. Somos una referencia mundial en materia de prevención de violencia de género.

- No es posible imaginar qué violencia habría tras los muros de las casas antes...

- El objetivo de la violencia no es dañar sino dominar pero no precisa ejercerse si ese dominio no es puesto en cuestión. Y antes nadie lo ponía en cuestión, ni las mismas mujeres sometidas. El dominio era tan claro que no precisaba del recurso a la violencia física o de muerte.

- ¿En qué medida influye en las estadísticas de violencia la oleada migratoria?

- Hay un incremento de homicidios sobre extranjeras del 20 al 44 por ciento en el último año. Son factores culturales de origen agravados por el medio ambiente en que deben vivir fuera de su país de origen.

- ¿Deben someter sus culturas los emigrantes a las leyes de los países de recepción?

- Deben someterse siempre que sus costumbres vulneren derechos humanos reconocidos. Hay temas menores como el del velo que deben discutirse.

- La queja masculina sobre denuncias falsas de mujeres ¿Es un sarcasmo?

- Total. Es una falacia, una construcción para minimizar el efecto de los casos de violencia. En lugar de reconocer la gravedad de la situación, se trata de contrarrestar con lo de las denuncias falsas, que son porcentualmente menores en este ámbito que en otros.