“Los bancos de alimentos nacen para luchar contra el despilfarro”, dijo ayer en el Club FARO José Antonio Busto, director general de la Federación Española de Bancos de Alimentos. Nacen, añadió, de la paradoja que habita en esta sociedad, donde una parte de la población gasta mucho más de lo que necesita y otra no tiene lo necesario para alimentarse suficientemente. Ha aumentado un 45 por ciento en el último medio año, según dijo, la petición de alimentos a entidades benéficas.

Presentado por José Antonio Vieira, vicepresidente del Banco de Alimentos de Vigo, Busto hizo suya la frase de Teresa de Calcuta,“no sufro tanto por la pobreza de la gente como por el despilfarro” para situar la labor de quienes integran esta asociación. “Nuestra esencia -afirmó- está en los voluntarios jubilados, que no es que no cobren un euro el 99 por ciento sino que soportan algunos costos de su bolsillo. O sea que, si acaso, les cuesta dinero ayudar. Y nosotros no pedimos creencia o ideología alguna a quien se ofrece; simplemente que se comprometan un tiempo determinado cada día, que pongan sus conocimientos o energías un tiempo concreto. Estos jubilados permiten obtener un rendimiento económico de 100 euros por cada euro que reciben, “dato que ya quisieran muchos bancos”, según dijo en anterior ocasión este responsable.

Busto dio unas cifras para dibujar el alcance de esta organización. Hay en España 52 bancos coordinados en la FEBA.Entre todos distribuyeron el año pasado unos 70 millones de kilos de alimentos, la mitad de ellos cedidos por el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) lo que, a su juicio, “pone de manifiesto la necesidad de impulsar las donaciones de empresas del sector agroalimen como único modo de paliar la demanda no cubierta”. La FEBA cuenta con unos 1.200 voluntarios, unos 3.500 donantes y unas 870.000 personas a las que se atiende aunque no directamente porque los Bancos de Alimentos no suministran a personas sino a centros u organizaciones que trabajan con ellas. En Europa, según el director general, hay 18 países integrados en el FESBAL, con 6.018 voluntarios que atienden a unos 3.300.000 personas.

En referencia al perfil de aquellos que recurren a la ayuda de los bancos de alimentos, Busto puntualiza que está cambiando, ya que el grupo de ‘familias y personas solas’ supone el 33% del total de beneficiarios, la cifra más alta, “por el aumento del número de parados de larga duración”. Otro sector sobre el que la crisis está haciendo mella es el de los inmigrantes, que constituyen el 16% de los receptores de alimentos de la FESBAL, porcentaje que presenta “una clara tendencia a la alza”, admite Busto.

“Recogemos los alimentos y los ponemos donde hace falta -dijo- y debe quedar claro que lo que distribuímos no son residuos sino excedentes”. Se refirió Busto también a la incidencia de la crisis para sostener que el número de personas sin recursos para adquirir alimentos y que recurren a entidades benéficas para sub para subsistir ha aumentado un 45% en el último medio año, y es previsible que en 2009 se preste ayuda a más de un millón de personas, frente a las 890.000 en 2008. El director general no niega que la FEBA está desbordada por el volumen de peticiones que reciben de las entidades benéficas a las que suministran alimentos.

Las posibilidades de obtener excedentes de las empresas donantes, según Busto, merman ante la presión de la crisis porque éstas se ven obligadas a ser más estrictas con el control de su producción para ajustar los costes a la coyuntura económica. “Por tanto, -dijo- la crisis provoca un doble efecto para los bancos de alimentos: por un lado, aumenta la demanda de personas sin recursos que necesitan alimentos y, por otro, disminuye notablemente la oferta de excedentes de producción del sector alimentario”.

Hay en España, según dijo Busto, unos ocho millones y medio de personas que sobreviven bajo el umbral de la pobreza, que se sitúa en una media de 574 euros por mes. Pero a eso añade un millón y medio de pobres severos que deben vivir con mucho menos.

“Se practica la virtud moral de la solidaridad”

Los Bancos de Alimentos son entidades sin ánimo de lucro que funcionan gracias al trabajo diario de sus voluntarios. Sin embargo, y a pesar de lo que se pudiera pensar, según palabras de José Antonio Busto su organización y funcionamiento no tiene nada que envidiar al que las grandes empresas pueden tener, y esto gracias a un organigrama muy parecido al suyo. “Porque tanto las empresas como los Bancos de Alimentos -explican- tienen un mismo fin: conseguir que sus activos les proporcionen la mayor rentabilidad posible, rentabilidad que se traduce, en el caso de la Fesbal, como el reparto del mayor número de alimentos entre el mayor número de personas posible. La búsqueda de donantes, recepción, clasificación de los paquetes y envíos o el control del reparto, son tareas realizados por los voluntarios. El tipo de productos que reparten estas organizaciones está compuesto principalmente por productos no perecederos de primera necesidad, como arroz, pasta, azúcar, leche, queso y conservas.

“No es un sentimiento de solidaridad lo que funciona -afirmó- porque éste tiene vida corta. Lo que hacen los voluntarios es practicar la virtud moral de la solidaridad, la capacidad de hacer lo que se tiene que hacer en vez de lo que apetece”.

Habló también de la historia. La creación de los Bancos de Alimentos surgió en Estados Unidos, en 1967, cuando una madre con nueve hijos y el marido en prisión contó a un jubilado norteamericano que conseguía dar de comer a su prole recogiendo alimentos que se caían, de madrugada, durante la descarga en un supermercado, para que lo contara a otras familias en apuros. El hombre decidió pedir a esos centros los excedentes y organizó la recogida y distribución con voluntarios. La “idea” se extendió por todo el mundo. Hace unos 15 años se puso en marcha el primer banco español, en Barcelona.