Alfonso Armada frenó la rueda del tiempo en el año 82. Cada día escribió un poema y, junto a él, metió un pedacito de su vida: una foto, una hoja seca, un billete de autobús, un dibujo, la marca de unos labios. “TSC. Diario da noite” (Xerais) recupera ahora esas historias que, sin buscarlo, son, más allá de un relato personal, una fotografía abierta de un tiempo pasado. El autor presentó ayer en Vigo su libro junto al escritor Fran Alonso y el arquitecto César Portela. Hoy lo hará en la galería Sargadelos de A Coruña y el día 30 en la Casa de Galicia de Madrid.

-Recuperar ahora, más de 25 años después, su memoria en forma de poesía ¿qué sensación le provoca?

-Me resulta inquietante, pero decidí ser fiel al libro y no corregirlo con la mirada de hoy. Reconozco que mis reflexiones sobre algunos temas políticos o sexuales no me agradan ahora, pero sería una traición cambiarlo.

-Obligarse a escribir un poema cada día, ¿no resulta antipoético?

-Completamente; es una aberración. Pero era un experimento que quería hacer y ni siquiera sabía cómo iba a terminar. El resultado, al final, tiene mucho de periódico porque, como éste, es diario e intenta ordenar el mundo, aunque poéticamente.

-¿Pasaron muchas cosas aquel año 82 que le invitasen a escribir?

-Aquel año estudiaba tercero de periodismo y comenzaba Arte Dramático. En principio, los poemas parecen inconexos pero al completarlo me di cuenta de que les unía la búsqueda del amor. También está plagado de mis obsesiones, miedos y referencias literarias como Joyce y Kafka. Y el deseo por romper con Galicia, un país castrante.

-Y el momento actual, ¿es bueno para la poesía?

-Es fantástico para buscar luces, porque hay una sensación de confusión generalizada enorme. Aunque, en realidad, pienso que la poesía sólo ayuda a reconocer la oscuridad. No sirve para más.

-¿Dedica ahora tanto tiempo a la poesía como cuando tenía 23 años?

-Depende de la necesidad. A veces tengo deseos pero no lo hago si el cerebro no está lo suficientemente afinado; y ahora tiene muchas interferencias. Llevo tiempo afónico y creo que, a parte de las razones obvias como el estrés o la contaminación, tiene que ver con un cierto miedo a no saber cómo expresarlo, un mecanismo de autodefensa.