“El fracaso de la pareja conyugal no tiene por qué obstaculizar el triunfo de la pareja parental. Dicho de otro modo, los padres no se divorcian de los hijos cuando rompen el hilo conyugal. Y una regla de oro es asegurarles que sus padres les siguen queriendo a pesar de las desaveniencias”. De eso, de las claves para seguir con los hijos tras el divorcio, trató ayer la charla del psiquiatra Paulino Castells, tras ser presentado por Juan Carlos Recondo, redactor jefe de este periódico.

Una idea básica en su charla: los matrimonios con hijos tienen una doble relación, la de los esposos entre sí, y la de éstos con sus hijos. La primera es la relación conyugal y la segunda, la parental. “El divorcio -afirmó- es una realidad indiscutible de nuestro tiempo que plantea un problema añadido, el de cómo seguir manteniendo la relación con los hijos”.

Y Castells comenzó preguntando a los presentes si somos del todo conscientes de la magnitud de la situación divorcista, “auténtico fenómeno sociológico sin precedentes históricos” hasta el punto de que, según dijo, de seguir así las cosas en 2010 tendremos en mismo número de matrimonios que de divorcios. Y es que se rompe uno cada cuatro minutos. “Es una situación -afirmó- en la que nos jugamos el futuro de muchos niños. El impacto que produce en los hijos la separación de los padres no es un asunto trivial. Y es mayor si ocurre en la adolescencia de éstos, porque se añade a la confusión de identidad propia de esa etapa”.

Las claves

Reconoció Castells que el divorcio de los padres tiene un indudable efecto en los hijos, pero hizo una matización: “Lo que verdaderamente provoca la fragilidad emocional del niño no es tanto el divorcio como el fracaso de la relación de la pareja previo a la separación”. No hay, por tanto, según sostiene el autor, hijos del divorcio, sino hijos del conflicto. Y por eso el psiquiatra planteó la pregunta: de cómo separarse bien enumerando una serie de claves que le ha ido ofreciendo su experiencia terapéutica como asesor familiar. No pelearse delante de los hijos y no cambiar radicalmente su forma de vida fueron las dos primeras. “Un niño -dijo- cuando los padres se separan, ve rota brutalmente la continuidad de su vida”.

Más claves para ese divorcio o separación bien avenida: Hablar sin resaltar los rasgos negativos del progenitor ausente, no aliarse con los hijos en contra del otro progenitor porque sería manipularlo en un momento de suma fragilidad, tener cuidado con las muestras de afecto que se dispensan a nuevas amistades paternas porque le pueden doler al principio al niño, no forzarlos a rechazar al padre biológico si hay un nuevo matrimonio o unión, comprender los trastornos emocionales que puedan presentársele...

Los abuelos. En ellos reparó el psiquiatra para vindicarlos. “Es una canallada que haya abuelos que no puedan ver a sus nietos, que sean víctimas transversales del conflicto porque ellos los necesitan como figuras parentales sustitutorias. “Y es muy eficaz -continuó- como red de soporte para ellos un buen entorno familiar, como lo es una buena relación del hijo con el progenitor custodio, con ambos en realidad”.

¿Custodia individual o compartida? El psiquiatra se definó más partidario de la compartida, a la que los jueces no son muy propensos porque, como él mismo reconoció tiene difícil aplicación. “Yo la prefiero si las circunstancias permiten elegirla -comentó- porque es lo que mejor remeda la situación anterior. Permite la continuidad de la presencia de las dos ramas familiares, no se transmite el divorcio a los hijos, tienen más autoestima, disfrutan de los padres para ellos solos...”

En cuanto a ventajas de la custodia compartida para los padres, dijo que es más coherente con la demanda social de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, no hay un padre principal y otro secundario, se mantiene la presencia de los abuelos... aunque enumeró argumentos en contra como los cambios continuos de una casa a otra, que afectan a su estabilidad.

Sobre indefensión y confusión filial

Castells mostró cierto escepticismo hacia el llamado Síndrome de Alienación Parental, producido cuando uno de los cónyuges alinea al hijo en contra del otro progenitor. “Hay mucha manipulación en esto aunque los jueces son muy propensos a tenerlo en cuenta. Yo he preferido acuñar un nuevo síndrome, el de Indefensión Parental, que sucede cuando una de las partes lo tiene todo y la otra se ve en la necesidad de defenderse patas arriba. Y añadí otro más, el de Confusión Filial”.

Buscando lo positivo, Castells afirma que, aunque la separación suponga siempre el fracaso de una relación de pareja, a la larga puede resultar beneficiosa para uno, varios o todos los miembros de la familia. “Por lo que se refiere a los hijos, hay aspectos positivos que merecen ser destacados. El primero y más evidente es que es mejor vivir con un padre o una madre feliz que con dos padres desgraciados. Pero, además, el trato por separado con cada uno de los progenitores puede ser enriquecedor para el niño, que conocerá dos maneras distintas de vivir y ampliará el círculo de sus conocidos. Y para los hijos de cierta edad, la nueva situación puede otorgarles un papel de mayor responsabilidad, convirtiéndoles en una ayuda para sus padres”.

Los hijos, tienen todo el derecho de ser informados puntualmente de lo que va a ser su vida futura sin la actual estructura familiar, dijo Castells. Y a la hora de hacerlo es conveniente tener en cuenta que “un divorcio es tan honorable como un matrimonio”, ya que es un acontecimiento frecuente en la relación de pareja. No hay nada vergonzoso en un divorcio. Una vez explicada la decisión, éstos deben dejar bien sentado ante sus hijos que se divorcian el uno del otro, pero no de ellos; que una cosa son los compromisos recíprocos del marido y la esposa, y otra los compromisos que ambos tienen con respecto a los hijos”.