Corín Tellado, la gran dama internacional de la novela rosa, murió ayer a los 81 años en su casa de Roces, en Gijón, tras una vida dedicada a la literatura, rodeada de los suyos, afectada por una enfermedad que llevó con dignidad y arrojo durante más de una década, y convertida en un símbolo de los sentimientos llevados al papel, al cine, la radio, la televisión y hasta a internet. Deja casi cinco mil títulos hablando del amor y el desamor, más de cuatrocientos millones de ejemplares vendidos, y el reconocimiento de su tierra asturiana. Cultivó muchos géneros, novela juvenil, cuentos infantiles y hasta relatos eróticos bajo el seudónimo de Ada Miller.

El tanatorio de Gijón fue ayer un continuo ir y venir de amigos y admiradores para despedir a una mujer valiente. Sus hijos relataban que la escritora se había levantado a las siete de la mañana y cayó al suelo, víctima de un infarto cerebral o un ataque al corazón. Nada se pudo hacer por salvar su vida. Llevaba días “bastante agotada” y durante el Viernes Santo había acudido al Hospital de Cabueñes para una revisión neurológica. Desde 1995 estaba sometida a tratamientos periódicos de diálisis. La enfermedad, sin embargo, no pudo minar su prolífica capacidad literaria. Sus familiares recordaban ayer que el pasado miércoles terminó de dictar su último relato -siempre al lado de su nuera, encargada de pasarlos al ordenador-, con destino a la revista hispanoamericana Vanidades, con la que colaboraba desde hace 58 años.

Había nacido en Viavélez en 1927, hija de un maquinista de la Marina Mercante y de una ama de casa. La única niña de una familia de cinco hermanos, comenzó a escribir a los 19 y desde entonces no la abandonó el éxito. Su nombre estaba inscrito en el libro Guinness de los records como la escritora viva más leída en lengua hispana, y la segunda de la historia de la literatura española tras Miguel de Cervantes.

Y todo gracias a las novelas de amor, aunque siempre negó que fuera una romántica y, mucho menos, una soñadora. Era más bien una escritora metódica, infatigable, que conocía los resortes de las emociones, por experiencia pero también por intuición. Luchó contra los prejuicios en un mundo literario de hombres, se peleó -y casi siempre ganó- con la censura de los años cincuenta y sesenta, y nunca prestó demasiada atención a los que la criticaban por ser representante de un género menor, y hasta despreciable. Inmunizada contra la vanidad, de carácter enérgico y a la vez cercano, adoraba a sus hijos, producto de un matrimonio efímero que acabó en fracaso. Ella, toda una teórica en el arte de los sentimientos.

Atrevida apuesta fue su primera novela (ya va por las 36 ediciones), el inicio de una carrera admirada por iconos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa. La publicó con Bruguera, una editorial que se hizo de oro con sus relatos en rosa y con la que firmó un contrato en exclusiva hasta la desaparición de la empresa. Corín Tellado -María del Socorro era su nombre de bautizo- fue una mujer hecha a sí misma desde que tuvo que hacerse con las riendas de la familia tras la muerte prematura de su padre. La familia vivió unos años en Cádiz, aunque con 21 años la escritora retornó a su Asturias natal y desde 1951 residía en Gijón. Su casa de campo en Roces era uno de sus refugios, y su piso con vistas al muelle local, rodeada de recuerdos. Ha sido traducida a las principales lenguas, su producción ha sido llevada con desigual éxito al cine y a la televisión y en el año 2000 publicó su primera novela en internet, Milagro en el camino.

Le incomodaban los laureles, pero admitió con buen humor y cierto fatalismo la riada de reconocimientos que le tributaron en los últimos años: hija adoptiva, hija predilecta, calles a su nombre, medalla de plata de Asturias, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, homenajes, exposiciones... Corín aseguraba escribir como hablaba, sin necesidad de recurrir al diccionario. He aquí una de las claves del éxito de una mujer con cifras de escándalo: su primera fotonovela vendió 750.000 ejemplares en apenas una semana. Ganó mucho dinero pero nunca perdió la austeridad y, en todo caso, hizo que los demás ganaran muchísimo más a su costa.

La literatura era su trabajo, la imaginación era su herramienta, y la familia se convirtió en su gran pasión. Nunca le dio importancia al hecho de ser una escritora de éxito durante más de sesenta años. Hoy, los teóricos del género encuentran en las heroinas cotidianas de los libros de Corín a mujeres adelantadas a su tiempo, con un poso “revolucionario para la época”, en palabras de la propia escritora. Era discreta y mantuvo una escasa vida social -casi con vocación de enclaustramiento familiar- durante buena parte de su vida. A Corín Tellado la comenzaron a conocer generaciones de asturianos a partir de los ochenta, cuando al éxito comercial se le unió el reconocimiento literario y una mayor presencia pública, casi nunca buscada.

Cinco mil títulos. Ella ponía la mano en el fuego al afirmar que todas sus historias eran distintas, que el amor da para eso y mucho más. Corín Tellado López creía en los finales felices. La emoción y la tristeza a la hora de su despedida, el cariño de los suyos y hacia los suyos son, en cierto modo, uno de ellos. El final soñado para una novelista de raza y vocación.