Seis simples puntos que, combinados, forman todas las letras del alfabeto. El braille es una ventana para las personas ciegas, que les permite el acceso a la cultura, la comunicación y la formación. Este método de lectura cumple 200 años y, excepto en el ámbito bibliográfico -en el que la ONCE posee un extenso número de títulos adaptados- su territorio en el ocio y la vida diaria sigue estando muy acotado. Tan sólo los productos farmacéuticos tienen la obligación, por una directiva de la UE, de ir etiquetados en braille; el resto, voluntad de la empresa.

Hacemos la prueba. Acompañamos a Cristina Fernández, una gallega invidente, a un céntrico supermercado. Normalmente, su hija de diez años le acompaña. Y no es de extrañar ya que, a excepción del ascensor, no hay ninguna señalización más que muestre a la persona ciega en qué pasillo se encuentra. Todas las latas parecen iguales para una persona que no ve. Todos los bricks podrían ser la leche. Es imposible distinguir entre la lejía y el gel de baño.

Rotular los productos de la vida diaria es una labor relativamente sencilla y con un coste reducido. Sin embargo, contadas empresas gallegas han decidido dar ese paso. Los vinos Marqués de Vizhoja, las conservas Escurís Batalla y algún producto de Pescanova son los pioneros.

Escurís Batalla incorporó el braille a sus latas de atún, su producto estrella, el pasado mes de marzo. “No es un gasto excesivo y, en cambio, el colectivo al que nos dirigimos es bastante numeroso”, indica la conservera.

Javier Peláez, propietario de la bodega Marqués de Vizhoja, coincide con esta percepción: “Tenemos que contribuir a eliminar barreras; es una inversión que nos hace sentir más humanos ”, afirma. El albariño Torre la Moreira ha sido el primero en rotularse, pero al final del verano esperan etiquetar el resto de la bodega.

Fernando García Soria, técnico de la Comisión de Braille Española, recuerda que “el asesoramiento a las empresas es gratuito y la inversión se ve compensada por la imagen social de la empresa”. A falta de rotulados en braille en la mayoría de los productos, la ONCE ofrece en sus tiendas etiquetas para colocar sobre cualquier superficie. “Incluso con los nombres de los distintos colores, para poner en la ropa”, cita García Soria.

Cristina Fernández sufría un problema congénito, pero perdió la vista completamente hace diez años tras un tratamiento de cáncer. Una de las primeras cosas que hizo esta ferrolana, que reside desde hace doce años en Vigo, para adaptarse a su nueva situación fue aprender braille. “Sería una maravilla que todos los productos estuviesen etiquetados, como hace la marca blanca de Alcampo y algunos productos de Carrefour. No tanto para adquirirlos en el mercado como para identificarlos en casa”, opina. Hasta ahora, el orden estricto en casa es la mejor forma para evitar confusiones.

Y si en el súper el braille es todo un desconocido, en los momentos de ocio tampoco los avances son muy palpables. “En muy pocos restaurantes te encuentras la carta en braille y tienen que cantártela; especialmente la echas de menos en locales de cocina creativa o de otros países”, comenta Cristina. En Vigo, el restaurante Puesto Piloto es una de las escasas excepciones. “Tener una carta para estos clientes es algo sencillo y les anima a volver”, asegura el encargado, Luis Feijoo.

Museos invisibles

Los museos y espacios naturales gallegos tampoco están muy adaptados, a excepción del Museo Etnográfico y del Vino de Cambados, con información sonora y braille y el Aquarium Galicia de O Grove, que ofrece información en braille, maquetas, planos y láminas en relieve. También Islas Cíes posee un mapa de la isla rotulado, algo que agradece el colectivo. “Por lo menos te puedes hacer una idea de la extensión del espacio que vas a recorrer”, afirma Cristina. El director del Parque Natural, José Antonio Fernández, explica que desde que ofrecen estos mapas, los han solicitado unas treinta personas. “Estamos a la espera de instalar también placas que indiquen las distintas rutas en braille”, añade.

Otro espacio que al braille le falta por conquistar es el de los trámites oficiales. Ni la Xunta ni los ayuntamientos gallegos ofrecen a los invidentes documentación traducida a este sistema, por lo que para realizar un simple trámite como empadronarse siempre dependen de otras personas. “No existe la concienciación social en este aspecto; lo único que hay en braille en estos edificios oficiales es el ascensor”, critica Cristina. Una curiosa excepción: el programa de las fiestas de San Froilán se edita en braille.