"Lugrís. Viaxe ao mundo de Ulyses Fingal" invita al espectador a adentrarse en el mundo fantástico de Urbano Lugrís (A Coruña, 1908-Vigo, 1973) -o si lo quieren también, de Ulyses Fingal, seudónimo que el pintor y escritor gallego empleó frecuentemente- y a descubrir el universo pictórico marino y mítico, plagado de sirenas, barcos y monstruos marinos, que el artista cultivó desde que llegó a Vigo, en la década de los cuarenta. Con esta exposición, inaugurada ayer, día en que se conmemoraba el aniversario de la muerte de Lugrís, el Museo Quiñones de León de Vigo cierra el año del centenario del nacimiento de uno de los pintores surrealistas gallegos más sobresalientes.

Comisionada por los profesores del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Santiago, José M. López Vázquez y Juan Monterroso, "Lugrís. Viaxe ao mundo de Ulyses Fingal" no pretende ser una exposición contemplativa, sino hacer reflexionar al visitante sobre cómo entendía Lugrís el arte, sobre el valor que en sus pinturas tienen los objetos como portadores de la memoria, y en última instancia también, sobre el arte en sí mismo como forma del ser humano de entender el mundo, a través de las obras del artista gallego y de clásicos como Goya.

"La muestra pretende que el visitante participe activamente, que interprete y no se limite sólo a contemplar la obra", afirmó Monterroso.

Los murales "Mapa de Galicia" (década de los sesenta) y "Misterios do mar" (de la misma década) introducen al visitante en los mundos de Ulyses Fingal, que van desentrañándose a lo largo de las cuatro salas en las que se divide esta muestra. En la primera, los comisarios han recreado la "Habitación do vello mariñeiro", con objetos portadores de la memoria, cedidos por el Museo Massó, presentes en la obra de Lugrís. "El objeto es el que aporta la memoria y el individuo, la experiencia", afirmó el comisario.

La segunda sala, "Modos de ver", muestra cómo Lugrís veía el mundo. Preside esta sala "A fiestra" (1943), situada junto a "Naturaleza muerta", de Willem Claesz Heda, lo que permite ver dos formas distintas de concebir el bodegón: el espacio tridimensional de Lugrís frente al plano del artista clásico. de la primera mitad del siglo XVII

En "O dilema de Hércules" se contraponen tres obras de Lugrís a otras tres clásicas para mostrar cómo la historia de la pintura se mueve en torno a la existencia humana y a la disyuntiva del hombre de tener que elegir entre el bien y el mal, entre el camino de la la virtud y el de la lujuria.