En La Habana, la mayoría de las tiendas ha cumplido con el mandato navideño del árbol y algunas guirnaldas, pero casi no hay calles con luces o aderezos con campanitas, y el furor por las compras o la persecución de descuentos brilla por su ausencia.

Lo común es encontrarse con banderas cubanas que cuelgan desde las azoteas de los principales edificios de la ciudad, o amarradas a cordones que cruzan las calles de balcón a balcón, como símbolos de la gran celebración patriótica que tendrá lugar el próximo 1 de enero cuando la revolución cubana cumpla sus cinco décadas.

Aunque hace ya diez años que los cubanos tienen Navidad "oficial", para muchos el espíritu navideño se sigue limitando a la cena criolla en familia, el alegrón por el día sin trabajo y el inicio de una fiesta que va subiendo de tono y desencadena siete días después en bailes públicos y más cenas.

Según dijo a Efe el artesano Emilio Tamayo, en Cuba las fiestas son largas, sobre todo en la zona oriental, y en su caso "la rumba" empieza el día 24, porque es cuando cumple años su hija, y no para hasta enero.

"Navidad, pero sin regalos, porque no es que la gente no quiera, es que no se puede. Si la gente tuviera la posibilidad, sí, se regalarían, porque muchos desearían hacerlo", añadió.

Sin embargo, Lilannis Pérez, de 39 años, está convencida de que entre los cubanos la fecha despierta alegría pero "no hay conciencia de lo que significa".

"Yo creo que la mayoría de los cubanos no tienen noción de lo que es la Navidad, piensan que solo que es comida y bebida, otra fiesta más como la de fin de año", dijo Pérez, quien tiene un ministerio en la Iglesia Cristiana Metodista.

Diferenciar la identidad de las fiestas podría llevar tiempo en un país donde en el mes de diciembre se entremezclan significados religiosos, sociales y políticos después de 1959.

La isla borró el día festivo de Navidad de su calendario en 1969, lo recuperó en diciembre de 1997, en vísperas de la visita del Papa Juan Pablo II, y un año después el Gobierno declaró el 25 de diciembre como día festivo.

El viaje a Cuba en febrero pasado del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, hizo pensar a algunos que la Navidad se fortalecería este año, o que al menos obtendría el mismo entusiasmo que ganó cuando Juan Pablo II visitó el país.

Pero para personas como Josefina Hernández, de 71 años, quien vivió las fiestas "normales" de Navidad antes del triunfo de la revolución, el decreto "no salva una tradición y las cosas necesitan orden".

Las vitrinas de La Habana acogen el "desorden" del que habla con grabados coloridos de campanas y coronas de adviento, junto a fotos del líder cubano Fidel Castro y carteles con la leyenda de "u00A1Feliz 2009!".

"Celebremos en familia. 50 aniversario del triunfo de la revolución. La alegría de ser cubano. Feliz año 2009", es la lista de mensajes que reúne un afiche que se repite en varios comercios, junto a dibujos de cascabeles y lazos rojos.

También hay letreros luminosos con el número 50 en varios lugares de la ciudad y carteles con la imagen del ex presidente Fidel Castro, quien encabezó el alzamiento contra el dictador Fulgencio Batista que triunfó el 1 de enero de 1959.

Hernández afirma que "una cosa y otra no tienen nada que ver", critica a sus nietos porque quieren ir a bailar tras la cena de vísperas de Navidad sin entender que un concierto de salsa "no puede tener relación" con el jubileo cristiano, pero saca a Castro de sus quejas.

"El Comandante es como Jesucristo así que puede estar donde quiera, hasta en el pesebre", apuntó.