Un atrio delimitado por dieciocho pilares encabezados por pequeños leones de piedra se sitúa frente al edificio histórico de la Universidad de Valladolid, cuya fachada data del siglo XVII. La tradición cuenta que cualquier estudiante que quiera terminar sus estudios universitarios debe evitar contar el número de felinos existentes, relacionados con San Mateo, como símbolo de fortaleza.

Así lo ha explicado a Efe el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid Celso Almuiña, quien afirma que la importancia atribuida a estos leones se remonta a la Edad Media, por las vinculaciones eclesiásticas con las que nacían muchas universidades y que atribuían al rector un fuero especial que le permitía juzgar a los estudiantes.

En aquella época, los leones, que se alzaron después de construir los edificios antecedentes al actual, portaban cadenas para demostrar el poder del rector, algo que según Almuiña ha trascendido de diferente manera a lo largo de los años.

"En la época de Franco, los estudiantes protestábamos ahí diciendo que teníamos fuero universitario, para implicar al rector y que la policía no entrase", ha bromeado el historiador, que finalizó sus estudios en la universidad vallisoletana en 1970.

Durante la dictadura franquista se gestó otro rumor en la vida universitaria vallisoletana: el padecimiento que al parecer podrían sufrir los estudiantes que alcanzaban el título de grado, por el nombre del lugar donde se reunían: el Aula Triste.

En realidad, esta ubicación tomó esa denominación por la mortecina luz con la que se iluminaba tras los años de la Guerra Civil Española (1936-1939), al no tener apenas luz eléctrica.

"Había una bombilla de mala muerte y por eso se empezó a llamar Aula Triste", ha afirmado Almuiña.

También aprobarán su carrera los estudiantes que consigan encontrar por ellos mismos la de sobras conocida rana de piedra situada en la fachada de la Universidad de Salamanca y que se ha convertido en uno de los atractivos más importantes de esta ciudad.

La Iglesia de San Ciprián salmantina esconde también una oscura historia, expandida por voces legendarias que narran que en su sacristía se encontraba la denominada Cueva de Salamanca, utilizada en sus relatos por célebres de la literatura como Cervantes, Calderón de la Barca y Walter Scott.

El escritor Luciano González Egido, a través de un libro que escribió sobre la Cueva, considera que éste era un lugar de culto nigromántico, relacionado con la presencia del demonio en un punto del subsuelo geológico de la ciudad.

Al parecer, la leyenda relata que Satanás, con apariencia de sacristán, impartía ahí clases de ciencias ocultas a siete alumnos durante siete años, tras los cuales y mediante un sorteo, uno de ellos debía pagar las lecciones de todos, teniendo que quedar toda su vida al servicio del sacristán de no poder costear los gastos.

Por su parte, León, que vio nacer su institución académica hace tan sólo 29 años, cuenta con un campus situado en un solar con trágicos antecedentes monacales y bélicos, "con todo el secretismo y leyendas que eso conlleva", ha argumentado el encargado del Archivo Central y estudioso histórico, Alejandro Valderas.

Edificios antiguos, como el Pabellón de Gobierno universitario, se alzan en el Barrio de San Claudio, viejo asentamiento del monasterio del mismo nombre, construido sobre un cementerio romano.

Este mismo lugar fue utilizado por Franco como sede militar tras ser demolida la sede monacal.

"Estos edificios han heredado una amplísima historia de sucesos extraños", ha afirmado Valderas, quien señala cómo los monjes, además de presenciar apariciones, percibían olores que interpretaban como "presencias santas" y escuchaban voces celestiales.

En las décadas de 1980 y 1990 se desenterró en el campus el cementerio romano, que certificó la leyenda de descubrimientos de huesos y "apariciones de ánimas" que a juicio de Valderas muchos atribuían a lo dicho por maquis escondidos durante el decenio de 1940, por no querer "gente por esos parajes de noche".