Las costumbres populares en estas fiestas están relacionadas con ritos campesinos como la espera de una buena cosecha la próxima primavera, y con los miedos al mundo de la oscuridad y sus habitantes, como las brujas, los fantasmas y los espíritus.

En estos días del año comienza en las aldeas magiares la construcción de una silla muy especial en la tradición húngara, explicó a Efe la etnóloga Emese Szojka, del Museo de Etnología de Budapest.

Se trata de la silla de Luca, que sirve para reconocer a las supuestas brujas de la aldea y que está relacionada con Lucía, mártir de la iglesia católica.

La silla de Luca se comienza a crear justo ahora utilizando nueve tipos diferentes de maderas y se deja lista el 24 de diciembre para la misa de medianoche.

Según esa creencia, quien fabricó la silla al sentarse en ella en la iglesia durante la misa del Gallo podía reconocer las brujas por sus cuernos, que para los demás quedaban ocultos.

Las brujas cuando se dan cuenta de que han sido descubiertas intentan atrapar al propietario de la silla, que para escapar tiene que aprovecharse de una necesidad de esos seres.

No se sabe la razón, pero una característica de las brujas, según estas creencias magiares, es que recogen todas las semillas que encuentran en su camino.

Así, la manera más fácil de huir de ellas es la de echar semillas de amapola ante sus pies, lo que permite ganar tiempo ya que "mientras las brujas las recogen, uno puede escapar", relató Szojka.

Estas son las noches más largas del año, cuando, según estos mitos populares, los fantasmas y las criaturas de la noche rodean a los creyentes.

En el pasado esta tradición ahora ritual se llevaba a la práctica, aunque seguramente los acusados de ser brujo o bruja no eran castigados, ya que después de reconocerlos "crecía el temor que se tenía de ellos, el miedo de sus supuestas capacidades", resaltó la etnóloga.

Otras costumbres también se alimentan de estos miedos y esperanzas asociados a esta época, como por ejemplo en el caso de las comidas que se sirven en las mesas navideñas de los magiares.

Más allá del pescado, que es característico en toda Europa, los húngaros sirven manzana o ajo con miel, así como amapolas.

Cada miembro de la familia come una trozo de la misma manzana, fortificando así los lazos familiares, mientras que el ajo con miel servía para alejar los malos fantasmas o espíritus, como también en el caso de los vampiros, explicó Szojka.

El ajo purifica y la miel endulza los días del próximo año, según la tradición.

Para evocar la escena bíblica del Nacimiento de Belén, se colocaba paja debajo de la mesa y muchas veces incluso se dormía allí.

En lo que se refiere a los vestidos, en estos días de ayuno dominaban los colores oscuros, como sucede en otras regiones de Europa, añadió la experta.

Un caso especial es el de los "székely" de Bucovina, un grupo de origen discutido, pero de habla húngaro que habitaba en Transilvania y de allí emigraron hacia el este, y posteriormente, en el siglo XX, algunos grupos se trasladaron a Hungría.

Ellos, en Navidad, presentaban los Juegos de Belén, unas escenas de pastores de origen bíblico, en las que mezclaban lo profano con lo religioso, principalmente en la forma de disfraces de origen animal, con máscaras que asustaban a los vecinos de las aldeas.

"Asimismo esta costumbre podría considerarse también como una continuación de los dramas del barroco, que habían llegado a Transilvania con las ordenes religiosas" explicó Szojka.

Se trata de una representación teatral, con un métrica definida y que cuentan con paralelos españoles y europeos del barroco, concluyó la etnóloga.