El libro aglutina más de 400 fotos de las supervivientes y relata las memorias de 67 esclavas sexuales que sufrieron abusos por parte de las tropas niponas en China, Corea del Norte y Corea del Sur.

Ayer se cumplieron 71 años de la invasión japonesa de Nankín (este), la entonces capital china, donde asesinaron a entre 150.000 y 340.000 personas y violaron a decenas de miles de mujeres entre diciembre de 1937 y enero de 1938, según cifras de Pekín.

La publicación recoge, por ejemplo, el testimonio de Li Jinyu, una mujer de 79 años, que fue usada como esclava sexual durante dos meses en la ocupación nipona.

Li fue raptada por el ejército japonés mientras jugaba con sus hermanas y obligada a mantener relaciones sexuales con los soldados nipones hasta que sus padres pudieron rescatarla.

"Fui torturada durante dos meses. Pensaba que iba a morir y, después de volver a casa, estuve tres meses sin poder salir de la cama. Durante este tiempo, mi padre fue apaleado hasta la muerte y los japoneses abandonaron su cuerpo", narró Li durante la presentación del libro.

Posteriormente, Li se pudo casar, pero su marido falleció sin poder concebir descendencia y ahora sobrevive recogiendo y vendiendo basura por las calles.

"Mi vida fue arruinada por los japoneses", afirmó Li.

Se estima que más de 200.000 mujeres fueron obligadas a servir como esclavas sexuales para Japón durante la Segunda Guerra Mundial, pero pocas de ellas reconocieron públicamente haber sido violadas, por lo que murieron sin recibir disculpas o compensaciones del gobierno japonés.

El asunto de Nankín todavía levanta grandes ampollas en la relación entre las dos potencias asiáticas y sigue alimentando los sentimientos negativos de muchos chinos hacia Japón.

Pekín acusa a Tokio de no disculparse públicamente por lo sucedido, aunque lo hizo en varias ocasiones y esto es ignorado por los medios en el gigante asiático, así como de ignorar o suavizar aquellos hechos históricos en varios libros de texto utilizados en las escuelas del archipiélago.

Las visitas de altos responsables del gobierno nipón, entre ellos el anterior primer ministro Junichiro Koizumi al santuario de Yasukuni, en Tokio, donde entre los héroes militares del país se rinde culto a oficiales acusados de crímenes contra la humanidad en la Segunda Guerra Mundial, causan malestar tanto en China como en Corea del Sur.