Llegó a tener bastantes propiedades, unas heredadas y otras adquiridas, pero, a pesar de ser gallego, Francisco Franco no tenía casa en Galicia, por eso le hacía "ilusión" el pazo de Meirás. Lo cuenta su hija Carmen en el libro Franco, mi padre, editado por La esfera de los libros: "Porque fue un regalo que hicieron a mi padre cuando la guerra. En realidad, querían regalarle también el de San Sebastián, el palacio de Ayete, y querían regalarle... Pero él sólo aceptó éste porque era en su tierra y le hacía ilusión tener algo, porque en Galicia, en cambio, propiedades no teníamos ninguna", dice ahora que tanto se cuestiona la donación: "A mi padre le gustaba mucho Galicia, mucho, por eso disfrutaba los veranos cuando iba por allí".

En casa, Franco evitaba hablar de su infancia ferrolana: "Sus padres se separaron cuando destinaron a mi abuelo a Madrid. Se conoce que ya entre ellos no se debían de llevar muy bien, y mi abuela no quiso seguirle y se quedó en Ferrol con sus hijos [Nicolás, Pilar, Francisco y Ramón]", relata la marquesa de Villaverde, que también se refiere a la situación de su abuelo: "Yo no sé si se había casado; bueno, él vivía con una antigua criada que tenía y mi padre iba muy pocas veces a verlo, muy pocas".

Afirma que el general no era amante de la buena mesa, aunque prefería el pescado a la carne, y detestaba el arroz con leche. Pero desvela que le gustaba especialmente "un pincho largo con carne de cordero muy sazonada y hecho a la brasa. Eso le encantaba", dice refiriéndose a lo que es un pincho moruno y que servían -dice- en los cócteles, en la época en que todavía tenían a la Guardia Mora. Cuenta que le gustaba pintar después de comer, a la hora del café y habla de su devoción por la caza, a la que dedicaba los fines de semana. A su madre -rememora Carmen Franco-le gustaba que fuese de cacería: "Para que mi padre tomara el aire y no se metiese en el despacho".

Recuerda también que la primera vez que su padre salió de Galicia le impresionó mucho el paisaje castellano, y asegura que le gustaba leer y que Valle-Inclán estaba entre sus escritores predilectos.

Hasta no cumplir los 18 años, no se hizo oficial el noviazgo de Francisco Franco con la ovetense Carmen Polo, sobre todo por las serias reticencias que el padre de ella a la relación, pero el militar no perdió el tiempo y, en el verano de 1919, estando en Ferrol, se sintió atraído por la reina de los juegos florales de ese año, una joven llamada María Ángeles Barcón, hija de un industrial bien situado que todavía se opuso con más ahínco a la relación que el padre de Carmen Polo.

La marquesa de Villaverde des vela la opinión que su padre tenía de muchos políticos. Por ejemplo, consideraba al republicano coruñés Santiago Casares Quiroga "muy radical. No era una persona moderada", decía. "Fernández de la Mora le gustaba. Era muy simpático y era gallego también", dice del ministro de Obras Públicas pontevedrés.

"Mi padre con Fraga tuvo muy buenas relaciones, porque era un hombre muy inteligente. Era muy joven, entonces era muy joven, y también gallego", señala Carmen Franco del que fue ministro de Información y autor de la Ley de Prensa: "A mi padre -subraya- le quedó marcado que la libertad de prensa hacía mucho daño".

Rememora el famoso baño del político de Vilalba en la playa almeriense de Palomares cuando sobre ella llovieron las bombas americanas: "Me acuerdo que Fraga se bañó allí con el embajador de Estados Unidos. Se bañaron los dos en la playa y debía de hacer un frío pelón, pero se bañaron para hacer ver que no estaba contaminado para nada".

Carmen Franco cita entre los amigos de su padre al también al ferrolano Pedro Nieto Antúnez, Pedrolo, que llegó a ser ministro de Marina, y al coruñés Max Borrell, "que le enseñó a pescar".

De las nietas, la preferida no era Carmen, revela su hija. "Carmen era la preferida de mi madre. Pero la preferida de mi padre era Merry, que era una chiquilla muy viva y muy impertinente, y papá decía que parecía ferrolana".

Hace unas semanas, Carmen Franco Polo cumplió 82 años, la misma edad que tenía su padre, Francisco Franco, murió en noviembre de 1975. En este libro, que no pretende ser una obra de denuncia ni una hagiografía, rompe su silencio por vez primera y, a parte de hablar de cuestiones políticas, se refiere a los orígenes ferrolanos de los Franco, desvela la opinión que su padre tenía de políticos gallegos como Fraga o Fernández de la Mora. También, habla de una novia que tuvo en Ferrol su progenitor y, claro está, del pazo de Meirás.