El libro Franco, mi padre de recientísima aparición y firmado por los historiadores Stanley G. Payne y Jesús Palacios, además del estudio académico de una figura de extraordinaria importancia en la España contemporánea, recoge un testimonio a modo de conversación, de más de cien páginas, de Carmen Franco, hija única del dictador, en el que de una forma coloquial -y, por hacer una comparación, aún más desenfadada que el libro de la Reina escrito por Pilar Urbano- se repasan las vivencias de una familia en la que lo privado y lo público fueron encadenados por la dimensión histórica del general Franco. La franqueza con un punto de ingenuidad que recorre las declaraciones de Carmen Franco le dan un plus de interés por lo que tienen de testimonio directo -discutible, claro, como toda opinión y más referida a un padre- y sin enrevesadas interpretaciones. Entre las cuestiones que se abordan en el largo testimonio destacan, siempre en boca de Carmen Franco y referidas a su padre, las siguientes:

Religión. "No analizaba porqué tenía fe. Pero una cosa que le preocupaba, para ser un buen cristiano, era cuánto dinero tenías que dar a los pobres".

Lecturas. "Leía la Biblia y leía unos libros pesadísimos, que a mí me dijo que eran muy entretenidos y yo luego no pude leerlos. Eran de una monja que hubo... He perdido la memoria para los nombres, una monja de los tiempos de Felipe II que escribió mucho y que a él le apasionaba".

Carácter. "Creo que mi padre cambió mucho cuando fue Jefe de Estado. Una tía mía, tía Isabel, hermana de mi madre, decía que de joven papá era una persona muy locuaz, que hablaba muchísimo y gastaba bromas y que luego se ha vuelto de un serio y de un aburrido tremendo".

Noviazgo. "Cuando empezaron a salir, mamá era muy joven, tenía 17 años. Entonces mi abuelo, el padre de mi madre, decidió meterla en un convento de clausura que había en Oviedo. Mi padre se comunicaba con ella a base de cartitas y para poder verla iba todas las mañanas a verla comulgar, porque las monjas y las educandas salían de la clausura y en la iglesia grande, abierta al público, comulgaban. Allí la veía mi padre todas las mañanas en la misa de siete. Luego se volvía y se metía en la cama otra vez y se dormía otro poquito. Mamá lloró mucho, yo creo que se volvió muy llorona por eso".

Protestantes. "Mi padre siempre fue muy unificador en todo y le daba pena que otros cristianos con la misma fe que pueden tener los católicos estuvieran separados".

Matrimonio. "Mi padre estaba muy identificado con mi madre. Sí, se llevaban muy bien. Y el matrimonio a mi padre le aportó mucha tranquilidad y mucha seguridad. Dejaba en manos de mamá todo lo que fuera de la casa, mi educación".

Don Juan. "Era muy monárquico, muy, muy monárquico. De Alfonso XIII había recibido mucha ayuda. Tenemos una carta del rey Alfonso XIII mandándole una medalla de la Virgen para que le protegiera. Papá siempre pensó que la monarquía en España era muy útil como poder moderador. Y yo creo que, por él, si no hubiera sido por una serie de circunstancias, el elegido habría sido don Juan".

República y comunismo. "A mi padre no le gustaba la República, porque no le gustaba la izquierda; no, no le gustaba aunque, mientras que no fueran comunistas... pasaba. O sea, para él el comunismo era el peligro mayor en esa época".

Revolución de Asturias. "Mi madre es asturiana, mi tía estaba casada con un ingeniero de minas. Aquello fue una revolución. Los mineros que eran muy de izquierdas y muy echados para adelante, mataron a algún ingeniero de la mina y él comprendió que... a mi padre le llamó... no, Gil Robles no, sino el que era ministro de la Guerra entonces, Diego Hidalgo. Pero a él no le gustaba ese papel un poco de policía. Pero lo aceptó porque creía que podía hacerlo, porque conocía bastante toda Asturias por haber pasado todos los veranos allí".

Arreglar la República. "Había algunos, por ejemplo, Mola, que no eran partidarios de restaurar la Monarquía, sino de arreglar la República. A mi padre la República no le parecía mal, le parecía que era una experiencia que podía funcionar, que se podía corregir".

Bombardeo de Guernica. "Tenían que haber tirado las bombas en el puente, pero no en la ciudad, pero ellos las echaron en el puente y como les sobraban algunas, allá fueron; o sea, que" Franco "no estaba muy cómodo, le hubiera gustado más la ayuda de material que de personal alemán.

El general Aranda. "Al general Aranda, como mi padre tenía tal aversión a la masonería, y Aranda era masón, pues siempre lo miraba con... No lo miraba bien. Es verdad que Oviedo se salvó gracias a Aranda, pero no comulgaba mucho con él".

Comunismo internacional. "Mi padre creía que el comunismo en España hubiera sido una cosa fatal, que era la cabeza de puente para entrar en América Latina, en Hispanoamérica. Creía que la intervención de los soviéticos había prolongado la guerra".

Masonería. "Decía que cuando una persona pertenecía a la masonería, obedece las órdenes de esa masonería, y como la masonería es muy internacional, para él, como buen español, que siempre era muy de hacer lo que creyera mejor, tener que obedecer lo que dijeran unos señores de fuera no le gustaba. No era su ideal ni mucho menos".

Providencialista. "Como mi padre era providencialista, creía de verdad que Dios podía ayudarnos a vencer a ese otro bando".

Ramón Serrano Suñer. "Cuando se casó mi tía Zita, ella siempre presumía de que había llevado de testigos a mi padre, a Sainz Rodríguez y a José Antonio. O sea que los tres habían sido testigos de su boda. Papá no conocía a casi ninguno de los ministros que tuvo en el primer Gobierno. Fue el tío Ramón Serrano Suñer el que puso a casi todo el mundo en esas carteras".

Mineros asturianos. "A Girón papá también le quería mucho, porque era muy joven cuando entró en el ministerio de Trabajo y cuando empezó a tratarle. Después, mi padre, dentro de la cosa social, le tenía muchísimo cariño, porque le daba pena la vida tan dura que tenían los mineros de Asturias en el carbón, que es un trabajo muy duro. Por ello, papá le decía a Girón que hiciese muchas cosas para los mineros de Asturias".

Hitler. "Cuando mi padre fue a ver a Hitler dejó a tres personas por si lo secuestraban, porque cuando fue allí a Hendaya nunca se sabía lo que podía pasar, te podían secuestrar, y entonces dejó a tres personas el mando, en una carta. Y una de esas personas era el general Muñoz Grandes. Las otras dos ya no me acuerdo quiénes eran".

Tecnócratas. "Carrero Blanco fue, en realidad, el que más representó ese Gobierno, o sea, era el valedor de todos estos tecnócratas, muchos de ellos del Opus Dei y mi padre se adaptó a ese Gobierno porque le parecía que era la gente más capacitada para asumir esa etapa. Y tuvo mucha amistad con algunos; por ejemplo, López Bravo era muy amigo suyo. Le caía muy bien. Mi padre recibió varias veces a don Josemaría Escrivá de Balaguer. Las relaciones con él fueron muy buenas, sí, muy buenas, hasta su muerte; al final, quizá un poco menos, pero cada dos o tres meses lo recibía".

Grimau. "Con los que tenían crímenes de sangre, mi padre era casi de eso de ojo por ojo y diente por diente, no del todo pero casi. Le era muy difícil indultar a una persona que había hecho lo que Grimau".

Fernández Miranda. "A Torcuato Fernández Miranda lo apreciaba pero le costaba más trabajo ponerse de acuerdo con él. Era un profesor, una persona que estaba acostumbrada al trato y, sin embargo, con mi padre, no se por qué, no congeniaba demasiado. Mi padre no hablaba de él con el cariño que lo hacía de los demás".

El Rey y la democracia. "Hubiera deseado que no hubiera habido cambio de estructura política. Pero sabía que era totalmente imposible. Hablaba mucho con el Príncipe, lo conocía y sabía que no podía seguir. Eso lo sabía sobre todo en los años 1972 o 1973".