Los nutricionistas y pediatras lo repiten por activa y por pasiva: cada día nos alimentamos peor, una situación que es especialmente preocupante en niños, que presentan ya con diez años enfermedades hasta hace poco reservadas para adultos, como el hígado graso, la diabetes de tipo 2, la hipertensión y patologías cardiovasculares, derivadas de la obesidad y el sobrepeso, además de problemas conductuales y emocionales. La razón: el abuso de productos ricos en grasas trans (ácidos grasos insaturados) -aún más perjudiciales que las saturadas-, sodio y azúcares añadadidos, a lo que hay que añadir el sedentarismo.

Esta conjunción no dibuja un futuro presidamente alagüeño a pesar de que la esperanza de vida es cada vez mayor. "Puede que vivamos más años porque la medicina nos permite sobrevivir, pero puede que nuestra salud no sea la más óptima", asegura el catedrático Rafael Tojo Sierra, jefe del Servicio de Pediatría del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago y autor de numerosos estudios sobre alimentación infantil.

Y es que la obesidad no tiene visos de tratamiento médico, al menos de forma inmediata, por lo que la acción conjunta de los poderes públicos, la escuela, la familia, la industria alimentaria y la medicina en materia de prevención es, en estos momentos, la única herramienta para combatir una enfermedad que para los expertos es "la epidemia del mundo desarrollado".

"Un enfermo con diabetes tiene resuelto el problema con los medicamentos, pero en el caso de la obesidad pasará mucho tiempo antes de que se regule su compleja influencia genética y ambiental", comenta.

España, y Galicia no es una excepción, ha renunciado a su estilo de vida por modelos como el estadounidense. "En los últimos veinte años, España ha cambiado su dieta y sus costumbres, y ahora es el país de la Unión Europea con una mayor tasa de obesidad y sobrepeso tanto en la población adulta como en la infantil", asegura Tojo-

El pediatra advierte de que Estados Unidos ya tiene su primera generación de padres con un estilo de vida obesogénico -caracterizado por comer más y moverse menos- y de que Europa le va a la zaga. "De continuar esta tendencia, los niños nacidos a partir de 2000 serán la primera generación con menor expectativa de vida que sus padres o con enfermedades cardiovasculares a una edad más temprana que generaciones anteriores", explica.

Tojo está convencido de que aún se puede invertir esta tendencia si se cambia de hábitos, y se recupera la dieta tradicional y la actividad física. Sin embargo, reconoce que a veces es complicado porque requiere un esfuerzo personal y porque ni el ritmo de trabajo ni el ambiente favorecen estos cambios. "La vida en urbes cada vez más complejas y el ritmo de vida hacen que se simplifique la preparación de las comidas ¿Por qué hay cada vez menos niños que no desayunan? Porque esto requiere un tiempo", asegura.

El ambiente también contribuye a un mayor sedentarismo. "Los niños ya no van caminando al colegio ni juegan en la calle porque no es segura, y han cambiado el juego por las pantallas de todo tipo, que muchas veces acompañan con el picoteo", dice.

Además, la comida rápida y las bebidas carbonatadas están al alcance de su mano, en la nevera, en la tienda de la esquina..., productos además que son atractivos al gusto y a la vista. "La industria elige a los niños porque si los fideliza sabe que tendrá un consumidor durante muchos años", explica.