El histórico teatro milanés, templo de la ópera en Italia, vive días de miedos y tensiones, ya que el fantasma de la huelga amenaza sus representaciones y ha creado fuerte divisiones entre sus cerca 800 trabajadores.

El temor principal es que las protestas del sindicato FIALS, que representa a algunos integrantes de la orquesta, del coro y del cuerpo de ballet, hagan cancelar el acto más importante del año: la inauguración de su temporada lírica con la obra "Don Carlo", de Giuseppe Verdi, dirigida por Daniele Gatti, y prevista como es habitual el 7 de diciembre.

El año pasado, hasta 48 horas antes de la "Prima" de "La Scala", con la representación de la ópera "Don Carlo" de Verdi bajo la dirección de Stéphane Braunschweig, los trabajadores representados por FIALS habían amenazado con boicotearla.

Las huelgas en todo este año no se han detenido y el famoso teatro milanés ha tenido que suspender tres representaciones del ballet "La dama de las camelias" y en esta semana otras tantas de "La viuda alegre".

Los sindicatos de los trabajadores de "La Scala" habían conseguido el año pasado, tras numerosas movilizaciones, un aumento de 11,5 millones de euros para integrar en las nóminas hasta 2011, que aceptaron todos los sindicatos, excepto FIALS.

La sigla que representa a parte de los artistas -70 de los 135 músicos de la orquesta, a 30 de los 105 integrantes del coro y a 70 de los 72 bailarines- continua su protesta contra la que considera una "injusta" repartición de estos fondos.

El secretario del sindicato, Sandro Malatesta, asegura que la distribución de los fondos, que fue realizada sin la representación de la FIALS, penaliza a los artistas.

Las protestas causan tensión tras la bambalinas, entre los trabajadores representados por FIALS y con el resto de empleados del teatro, que acusan a los artistas rebeldes de ser egoístas.

Un grupo de estos empleados ocupó el pasado miércoles los palcos de la "La Scala" vestidos como vampiros -con colmillos afilados, máscaras, capas, y billetes de dólar colgados el cuello- para protestar contra la "avaricia" de sus colegas.

Estos trabajadores y la dirección viven con preocupación las amenazas de cancelación de la inauguración porque, además de la caída del prestigio del teatro, supondría la perdida de cerca 1,5 millones de euros de recaudación.

El clima es tan tenso que la soprano Barbara Vignudelli, quien apoya la protesta, declaró esta semana al diario "La Repubblica" que tenía miedo cuando caminaba por los pasillos del teatro.

"Hace unos días -contaba la soprano- encontré este mensaje en mi atril: 'A vosotros fantasmas de la ópera: Burócratas de la partitura, fuisteis un tiempo el corazón del teatro y ahora sois sólo un apéndice marchito que es necesario extirpar'".

La situación es tan insostenible que incluso el director artístico de La Scala, Stéphane Lissner, advirtió de que podía abandonar el teatro.

La marcha de Lissner, que habría añadido aún más caos a la situación del teatro, se esfumó después de que el pasado lunes confirmara que mantendrá su cargo al menos hasta 2013, pero el director añadió que no habrá más negociaciones con los "rebeldes".

El vicepresidente de La Scala, Bruno Ermolli, ha hecho también un llamamiento a la "responsabilidad" a quienes "representan al teatro más importante del país" para evitar la posible suspensión de un acto seguido en todo el mundo.

No obstante la atmósfera, cuando se levanta la batuta de Daniele Gatti los trabajadores olvidan sus problemas y, hasta ahora, han continuado sin interrupción los ensayos del "Don Carlo".