"También en el arte las huellas de la mujer se han borrado en los caminos de la Historia ¿Por qué? ¿Es que habían de pagar las normas establecidas?". Esa afirmación y esa pregunta hizo ayer en el Club FARO Pilar de Arístegui, pintora y escultora, durante su charla sobre "Mujeres rompedoras en el arte europeo". Acaba de publicar la novela "La diamantista de la emperatriz" en Ediciones B.

Presentada por Jaime Abella, gerente de FARO DE VIGO, la académica de la Real de Bellas Artes hizo un recorrido por la presencia femenina en la historia del arte desde la Edad Media "sin pretensiones de exhaustividad", citando nombres femeninos que iban desde Ende Deprintix, pintora del siglo XI hasta Maruja Mallo o Frida Kahlo, al llegar al siglo XX y el surrealismo. "Durante muchos años -afirmó- tuve que oír que las mujeres no eran capaces de pintar, esculpir o componer música como los hombres, y que esa era la causa de la ausencia de grandes nombres femeninos en la historia del arte".

Para Arístegui, el solo hecho de concebir, parir y educar ya es para la mujer una gran responsabilidad y clamorosa aventura. "Sin embargo -añadió- fueron más allá aunque no les fuera fácil dadas las trabas impuestas por las costumbres de las diferentes épocas para conseguir lo que a los hombres les era admitido por el simple hecho de serlo". Citó el caso en el Renacimiento de Sofonisba Anguissola, cuyas obras fueron adjudicadas a pintores como Tiziano, Rubens, El Greco o Pantoja de la Cruz. "Tal era -afirmó- la incredulidad frente al hecho de que una mujer pudiera pintar con la calidad que a un hombre se le suponía".

El tapiz de Bayeux

En 1086 , "El tapiz de Bayeux". El documento más importante de la época, que describe la batalla de Hastings, está realizado por manos femeninas. Eso dijo Pilar de Arístegui, que citó a otras autoras como Ende Deprintix y su ilustración ("iluminación") del libro "Apocalipsis del Beato de Gerona", a Hidegarde de Bingen y "Los caminos del Señor", a Herrade de Lansberg y "El jardín de las delicias"... recordando cómo los conventos y monasterios fueron centros de saber y refugios del arte también femenino.

Llegó al Renacimiento que, paradójicamente, calificó como época de retroceso en algunos ámbitos de la actividad de la mujer,. Se prohibe, según afirmó, la actividad artística en los conventos femeninos, la participación femenina en gremios y su actividad en el patrocinio de las artes. "Estas injustas cortapisas -manifestó- tenían una clara razón económica, ya que la competencia femenina llegó a ser considerable".

Sin embargo, en Italia no ocurrió esto y los monasterios continuaron siendo refugio de artistas. Citó a Catalina Vigri, Plautilla Nelli en Florencia, Ürsula Caccia ya en 1625.... "Fuera de los conventos -comentó- la mujer podía trabajar pero en el taller familiar y muy a menudo los titulares del mismo firmaban todas las obras".

Sofonisba Anguissola

Entre otros nombres de comienzos del XVI (Lavinia Fontana, Gentileschi...) resaltó el caso de Sofonisba Anguissola, nacida en 1935. "Estudia con los grandes, en 1557 Felipe II la nombra Maestra e Pintura de la reina Isabel.... "Trabaja 13 años en la corte española y su obra es tan importante que será atribuida a Sánchez-Coello, Tiziano, Rubens y El Greco. Fue una artista establecida y admirada", dijo.

En esos siglos XVI y XVII eligió en España nombres de mujeres artistas que habían trabajado en talleres de padres o hermanos, sin firmar sus obras, como Isabel Sánchez-Coello, Úrsula Arias y Estefanía Gaurre. Y destacó por encima de todas a Luisa Roldán, "La Roldana", hija del imaginero Pedro Roldán. "Se casó a los 17 -contó De Arístegui-, tuvo 7 hijos y una vida difícil por casarse a disgusto de su padre... pero llegó a ser nombrada en 1692 por Carlos III "Escultora del Rey".

¿Otra que destacara? Rachel Ruysch (1644), que tuvo diez hijos. Fue nombrada miembro de la Asociación de Pintores de La Haya,"Pintora de Corte" en Dusseldorf y pintará hasta su muerte a los 86