No obstante, esta buena noticia contrasta con la subida de un 43 por ciento de la presencia en alimentos de Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAHs), derivados de la actividad industrial y de los medios de transporte, especialmente del uso abusivo de vehículos.

Esto es lo que ha descubierto un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Rovira i Virgili, en Tarragona, tras comparar los datos de 2000 con un nuevo estudio realizado seis años después sobre los contaminantes de los artículos con los que una familia media llena el carro del supermercado.

El análisis, publicado este año en varias revistas internacionales, se ha desarrollado en siete ciudades de Cataluña y en base a la dieta de un adulto de unos 70 kilos, si bien los resultados son extrapolables al conjunto de la población española porque los alimentos estudiados no son locales y se han adquirido en grandes superficies.

MEJORA LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL Y LA DIETA ES MÁS SANA

Josep Lluís Domingo, catedrático de Toxicología e investigador principal del proyecto, ha vinculado el descenso significativo de dioxinas y furanos con la disminución de contaminación en el medioambiente, lograda por las medidas establecidas para reducir las actividades industriales nocivas.

Entre ellas, se ha referido al Convenio de Estocolmo, refrendado en 2001, para frenar la toxicidad persistente y bioacumulativa provocada por las fábricas, si bien el abuso de hidrocarburos está haciendo mella en los alimentos y en un futuro puede ser peligroso.

También ha aludido a la mejoría de los hábitos alimenticios de la población, ya que adquirimos productos con menos grasas, donde tienden a acumularse los contaminantes orgánicos por ser solubles en los lípidos.

Según el estudio, las dioxinas presentes en la comida se rebajaron un 73 por ciento en la ingesta dietética y los policlorodibenzofuranos (PCDs), de tipo tóxico, descendieron un 65 por ciento.

Esto arroja una reducción global de elementos con la misma toxicidad empírica del 68 por ciento, ha puntualizado el experto.

También han descendido los éteres bifenílicos polibromados (PBDEs), un 23 por ciento, los naftalenos policlorados (PCNs), un 84 por ciento, y los hexaclorobencenos, un 57 por ciento.

SUSTANCIAS DE LAS QUE NO SE CONOCEN LOS RIESGOS

El toxicólogo ha precisado que aunque la bajada de estas últimas sustancias siempre es positiva, no se conoce si los promedios actuales de consumo pueden ser nocivos para la salud.

La razón de esta situación de incertidumbre es que los organismos reguladores internacionales no han arrojado todavía baremos toxicológicos que establezcan cuáles son los límites de seguridad admisibles de PBDEs Y PCNs, que una persona puede ingerir.

Lo mismo ocurre con los éteres difenílicos policlorados (PCDEs), que en este caso se han incrementado en un 26 por ciento, pero de los que no existe historia toxicológica sobre su peligrosidad.

Entre los metales detectados en la comida, ha bajado el cadmio un 38 por ciento y el mercurio total, gracias a la recogida selectiva de las pilas, se ha reducido en un 41 por ciento.

Del estudio se desprende que ha subido un 17 por ciento el arsénico pero Domingo ha matizado que la mayoría es orgánico y, por lo tanto, carece de toxicidad, un dato que ha vinculado con la mayor ingesta de pescado y marisco registrada en los últimos años.

Pese a que los niveles de plomo detectados continúan sin llegar ni al 20 por ciento del máximo admisible establecido por la OMS, al amparo de las medidas adoptadas para disminuir su presencia en los gasóleos, el análisis arroja la "sorpresa, no preocupante" de que se han incrementado un 45 por ciento.

El profesor ha destacado que cada vez tenemos una dieta más sana y más rica en fruta y verdura, que son los artículos menos contaminados por la mano del hombre.

En cuanto al pescado, tan recomendado por nutricionistas y cardiólogos, ha matizado que "hay que echarlo de comer aparte" porque con algunas especies más grasas, como el atún y el pez espada, "no conviene pasarse" y tomarlo como máximo unas dos veces por semana, mientras que las embarazadas deben abstenerse.

CONSECUENCIAS PELIGROSAS PARA LA SALUD

Ha recordado que la ingesta continua de contaminantes a dosis bajas eleva el riesgo de padecer diversas enfermedades, entre las que destacan las cancerígenas, las neurodegenerativas, como el Parkinson y el Alzhéimer; la diabetes y otras alteraciones del sistema endocrino, inmunitario, neurológico y reproductor.

A escala global, ha precisado que la única solución para prevenir estos daños es dejar de contaminar, porque lo que el ser humano arroja al medio ambiente, tarde o temprano se lo acabará comiendo.

Domingo ha esgrimido que el riesgo de los contaminantes en los alimentos depende no sólo de su grado de concentración sino de otros factores como las cantidades que se consumen, durante cuánto tiempo se ingieren, de la predisposición genética, de la sensibilidad de cada persona y de la interacción entre los compuestos.

El catedrático ha comparado esta situación con el tabaquismo y el cáncer de pulmón, ya que fumar no implica que necesariamente contraigas la dolencia, si bien es cierto que lo recomendable sería no consumir ni un solo cigarrillo.

A la hora de comer, una necesidad básica para todos los mortales, es inevitable introducir en el organismo pequeñas dosis de dioxinas, hidrocarburos y metales pero, como ocurre con el tabaco, cuanto menos se esté expuesto al humo, mejor que mejor.