Este violinista libanés de origen armenio, que decidió que España era un buen lugar para vivir, dirige, junto a Serguei Mesropian, la quinta edición del Festival de Comillas, un encuentro de músicos de distintos orígenes, del clásico al jazz y de Japón a Cantabria, que se celebra hasta el 3 de agosto en esta villa, donde ha hablado con Efe de su visión de la música y de sus planes, entre los que está regresar a su tierra después de diez años de ausencia.

Malikian es el concertino de la Sinfónica de Madrid, la orquesta residente del Teatro Real, y además un intérprete con una exitosa carrera como solista al que le gusta colaborar con artistas que se dedican a otros géneros e incluso a otras disciplinas. Y es que, a su juicio, un músico debe estar "abierto a todo tipo de posibilidades".

"Si uno para de aprender deja de ilusionarse y el arte sin motivación no puede avanzar", sentencia. También cree que el intérprete clásico "ha olvidado un poco" su papel, que no es otro que tocar y que "la gente disfrute".

Los intérpretes son, en su opinión, los principales responsables de que este tipo de música esté "estancada" y no atraiga al público joven, con su actitud distante, su "frac anticuado" y su apariencia "de otro siglo".

Es consciente de que, aunque lo primero es la música, la imagen hoy "importa mucho" y además defiende que todo artista debe buscar su propia personalidad en lugar de reproducir viejos modelos, algo para lo que no preparan en ningún conservatorio.

Con ese panorama, "Pagagnini", el espectáculo de música clásica y humor que ha montado con Yllana, le ha dado una alegría, porque las butacas se llenan de todo tipo de público, en especial de jóvenes.

Lo que empezó hace un año y medio como un experimento, explica, se ha convertido en un éxito inesperado que este verano viajará a Italia, Alemania, Gran Bretaña y Portugal y se presentará en el Festival de Edimburgo.

El tercer trabajo de la Non Profit Orquesta, que también tiene una dimensión humanitaria, un disco dedicado al armenio Aram Kachaturiam y otro de dúos de violín y guitarra son las próximos lanzamientos discográficos de un intérprete que ha conseguido ventas inusuales para la música clásica y al que no le importa que su música se descargue de Internet si así se va a escuchar más.

Considera que se debe solucionar el problema de los derechos de autor, pero también piensa que la tecnología no hay quien la pare y que lo que más interesa a los "músicos de verdad, que saben actuar e interpretar para la gente" es que se les escuche.

Malikian tiene amigos que viven de tocar en la calle y quiso homenajearles prestándose a un experimento con el que un periódico quería demostrar "que la gente normal no sabe apreciar la cultura", una teoría que no comparte. Se fue con su violín al metro de Madrid y apenas sacó unas monedas, de lo que concluye que el test fracasó y que ese es un oficio difícil que un músico "mimado" como él no sabe hacer.

Después de retrasarlo, por fin, en 2009, tocará en su país, del que salió a los quince años con una beca del Gobierno alemán. Nacido en 1968, pertenece a una generación que no ha conocido la paz.

"Yo he tenido la suerte de salir de allí y me he liberado. Pero tengo amigos que han nacido durante la guerra y sólo conocen eso.

Para ellos es lo normal. No se pueden imaginar vivir sin guerra, sin odio y sin tener que levantarse pensando no puedo ir por ahí porque me va a caer una bomba encima", relata.

Y le cuesta ser optimista sobre el futuro: "Por desgracia, y con todo el dolor del mundo, me cuesta creer que algún día va a ver paz", confiesa.