El objetivo del curso "El arte urbano como vanguardia", enmarcado en el ciclo de la UIMP, "El autor y su obra", consistía en "transmitir el valor que tiene el arte urbano como lo que es, como arte", y desmitificar "la idea de vandalismo", ha señalado el artista.

Algo que parece haber conseguido, ya que al "interés" de los asistentes, procedentes "de muy diversos campos", hay que sumar que su número "se ha llegado a duplicar" en algunas de las sesiones.

En un ambiente distendido, alumnos de distintas edades y llegados de lugares como Madrid, Murcia o Bilbao han compartido con el artista madrileño unas jornadas de reflexión acerca de lo que significa el arte urbano.

Al curso han asistido antropólogos, arquitectos, cuyas obras "son el soporte sobre el que habitualmente se hacen las intervenciones urbanas"; estudiantes de bellas artes, algunos de ellos "escritores de grafiti"; o incluso profesores de plástica "que están intentando ponerse al día" para aplicar estos conocimientos con sus alumnos.

Suso 33, cuyo nombre real es Jesús Manuel Pinto García, ha explicado a sus alumnos que empezó a dibujar por ser un zurdo "obligado a utilizar la mano derecha", lo que le ocasionó problemas "de dislexia y tartamudez" y le llevó a "utilizar otros modos de lenguaje y de expresión".

A pesar de que comenzó a "utilizar la calle como soporte o medio de expresión" a los once años, su carácter "introvertido" le hizo crearse "una identidad" para reafirmarse y poder sentirse "un individuo único y exclusivo" y sentirse "libre para pensar", con lo que nació Suso 33.

El artista ha denunciado la hipocresía de quienes consideran que pintar un tren es un acto de vandalismo, pero creen que exponer una fotografía de un grafiti pintado sobre un tren, "como es arte, ya no son pintadas" y ha señalado que "pintar un tren sigue siendo un acto ilegal".

Y ha lamentado que "la idea de vandalismo" sea lo que "llame la atención de los medios de comunicación", que en muchos casos recurren a ellos sólo porque "venden".

Por ello, el artista urbano ha creado un personaje tras el que refugiarse en sus apariciones públicas, a las que acude con sus ropas de trabajo, en las que siempre está presente "la plasta" -un logotipo en forma de mancha de pintura con un ojo en medio-, que según Suso 33 surgió con la filosofía de representar "lo que ve la gente: que manchamos paredes".

Acudir a los actos públicos con una camiseta con el icono de "la plasta", los pantalones "manchados de pintura", guantes y máscara le confiere un aire de "bufón". Es como "un disfraz de payaso al que se le permite todo", ha asegurado el artista.

Suso 33 ha contado a sus alumnos que en 2004 decidió "utilizar" a los medios, a los que convocó, con motivo de la exposición antológica "No volveré a pintar paredes", para grabar la "intervención ilegal en espacio público", consistente en la colocación de una escultura en una isleta de la calle de Alcalá de Madrid.

"Fue una acción muy rápida", en la que los periodistas sirvieron como "escudo", al rodearle con "cámaras y redactores", ha asegurado.

Preguntado por sus alumnos sobre el destino de la obra, formada por varios cubos de "poliespan" en los que podía leerse la inscripción "grafitiescultura" -que "jugaba con los conceptos de cultura y escultura"-, Suso 33 ha respondido que "se quedó varios días y luego desapareció".

"Me habría gustado documentar el proceso de cómo se la llevaron, porque eso también es parte de la obra", se ha lamentado.

Y ha concluido: "A veces, cuando pintas un grafiti y, pasado el tiempo lo borran, te lamentas de no haberlo fotografiado para acordarte".