El investigador estadounidense Jay Enoch, catedrático de Optometría de la Universidad de Berkeley (EEUU), ha explicado a EFE que este hallazgo fue del todo inesperado, ya que hasta entonces los ojos artificiales más antiguos que se conocían tenían entre 400 y 450 años, es decir, casi 4.500 años menos que el de Irán.

Un grupo de arqueólogos iraníes e italianos encontró este asombroso ojo en una de las más de 40.000 tumbas que conforman el yacimiento de Ciudad Quemada, un poblado preindoeuropeo que durante más de un milenio fue un importante centro agrícola y de intercambio comercial.

El ojo, un hemisferio ya ennegrecido de unos 25 milímetros de diámetro, estaba incrustado en la órbita izquierda del cráneo de una mujer de entre 25 y 30 años de edad, de alta clase social, que estaba enterrada en la tumba número 6.708 de la necrópolis de Shahr-i Sokhte.

La mujer, que había sido sepultada junto con un espejo, tenía rasgos africanos y medía cerca de dos metros, una altura del todo atípica entre las mujeres iraníes de la época, que no solían medir más de un metro y medio.

El ojo artificial estaba hecho de betún, un material resinoso, similar al alquitrán, mezclado con grasa animal, y tenía dos pequeños orificios, uno en cada extremo, que permitían, con una cuerda, sostener el ojo al modo de un parche en la cabeza.

Para Enoch, uno de los aspectos más fascinantes del hallazgo es el intento de verosimilitud de la pieza, ya que ésta tenía grabado un iris y unas pequeñas líneas paralelas que imitaban las venas capilares del ojo, que estaban rellenas de finas hebras de oro, mientras que el resto estaba pintado de blanco, imitando, en la medida de lo posible, los rasgos del ojo humano.

Se sabe también que la mujer, posiblemente una sacerdotisa, hacía años que llevaba el ojo artificial, ya que las cuerdas que lo sustentaban en la cuenca habían desgastado levemente los huesos de su cabeza.

Más allá de estos datos, poco se sabe de la procedencia de esta singular estructura óptica y de la misteriosa mujer que lo llevaba, por lo que quedan aún muchas preguntas sin responder, como dónde fue construido el ojo, de dónde provenía la mujer, cuál fue la causa de su ceguera y de su posterior muerte o si se trata del primer objeto fabricado de estas características.

Enoch no ha podido visitar la necrópolis de Shahr-i Sokhte ni hablar con los arqueólogos responsables del yacimiento de Ciudad Quemada, pese a que lo ha intentado en diversas ocasiones, aunque, aún así, se ha aventurado a formular algunas hipótesis al respecto a partir de la documentación publicada sobre este hallazgo.

Este experto sostiene que la mujer llevaba puesto el ojo falso debajo del párpado, lo que debía ser tremendamente molesto, teniendo en cuenta que cualquier lente mal puesta o incluso una mota de polvo causa una gran molestia ocular.

"Si lo llevaba debajo del párpado, lo más seguro es que la mujer no tuviera ojo", señala Enoch, que aventura que la joven podría haber sufrido una enfermedad conocida como "Phitisis bulbi", que atrofia el globo ocular hasta reducirlo "al tamaño de un guisante".

En cuanto al origen de la mujer, este investigador apuesta a que procedía de Egipto, ya que el espejo hallado en su tumba tenía un pequeño mango inferior, al estilo de los que se construían hace miles de años en Oriente Próximo.

Enoch, que esta semana ha hablado del primer ojo artificial en el museo Cosmocaixa de Barcelona, ha instado a los arqueólogos iraníes a seguir investigando sobre esta misteriosa pieza para intentar responder a las numerosas incógnitas que aún quedan en el aire.