"La historia es increíble, pero yo fui armando el rompecabezas sobre hechos reales", afirma Vallarino a Efe sobre "Mi nombre es patria", que acaba de ser publicada en España por Suma de letras justo cuando se cumple el veinte aniversario del fallecimiento de la espía comunista.

Africa de las Heras dejó muy pronto de usar su verdadero nombre para ocultar su identidad en las misiones que la ordenaban desde Moscú.

En México se la conoció como María de la Sierra; en Francia, como Znoy; María Pavlona fue su nombre en la URSS; María Luisa en su larga estancia en Montevideo; durante la Segunda Guerra Mundial la llamaron Ivonne... Pero para el KGB siempre fue Patria.

Patria participó en muchísimas operaciones de la inteligencia soviética; tantas, que acabó formando los nuevos cuadros de espías para la URSS, convertida en una de las cinco mujeres que llegaron al rango de coronel dentro del KGB.

Su primera misión la llevó a México. Allí formó parte del operativo que Stalin había organizado para acabar con Leon Trotski, hasta que fue delatada por Orlov -un militar soviético que participó en la desaparición de Andreu Nin, en la guerra civil española- y tuvo que volver a Europa.

"Algunos niegan que su participación fuera importante en el entorno de Trotski porque no llegó a estar en su segunda casa, pero en las memorias de Sudoplatov, un importante espía ruso, se dice que ella consiguió los planos para que se realizaran los atentados", apunta el escritor uruguayo.

Su vida, cargada de claroscuros, la ha ido hilvanando Raúl Vallarino en una novela histórica en la que no se omiten detalles sobre el carácter duro, frío y despiadado de Patria.

La espía ceutí llegó a casarse dos veces por orden de sus superiores, mantuvo una doble vida en Uruguay durante 19 años y no dudó en participar en planes de asesinato de "elementos peligrosos" para la URSS o ejecutar a sangre fría a enemigos y traidores.

Después de formar parte de un comando guerrillero en la retaguardia alemana durante la Segunda Guerra Mundial, por el que le concedieron ocho condecoraciones, viajó a París con el objetivo de casarse con un sudamericano y obtener así una fachada legal para poder vivir con una nueva identidad.

El hombre al que engañó para tal propósito fue Felisberto Hernández, uno de los grandes nombres de la literatura uruguaya y un conocido anticomunista. La vida con él se hizo insoportable para Patria y, en una de sus únicas concesiones a sus sentimientos personales, pidió permiso a Moscú para divorciarse.

Su segundo matrimonio, también orquestado desde el órgano comunista soviético, sirvió como tapadera a Valentino Marchetti, uno de los hombres duros que envió la URSS a Sudamérica.

Según relata Vallarino, Patria vivió una "historia real de amor" junto a Marchetti, pero su ideología y el deber provocaron un final trágico.

Un momento de debilidad en las creencias de Marchetti y de desconfianza hacia la Unión Soviética, "obligaron" a Patria a acabar con el.

África de las Heras, la espía que había creado y coordinado durante 19 años todo la red de espionaje soviética en América, volvió a Moscú. Allí la esperaban con la Orden de Lenin, la medalla que la elevó para siempre a la categoría de "Héroe de la Unión Soviética".

Durante sus últimos años, Patria escribió: "Mi patria es la Unión Soviética. Así lo siento en mi cabeza y en mi corazón. Ni los años ni las dificultades de la lucha deterioraron mis convicciones".