A pesar de la larguísima noche que el galo ha vivido en Barcelona, este mediodía Beigbeder ha aparecido ante los periodistas para presentar su nuevo libro (Anagrama en castellano y La Campana en catalán) con Parango, un hombre perdido como tantos otros de su época, como intérprete central de la trama.

Ha dejado su trabajo como publicitario, después de pasar por la cárcel por ser cómplice de un asesinato, y ahora vive en el Moscú del siglo XXI, moviéndose entre guapas mujeres y corruptos magnates, a la búsqueda de las chicas más hermosas del mundo, puesto que forma parte de la plantilla de Ideal, líder mundial de la industria cosmética.

El autor de Neuilly-sur-Seine sostiene que todavía no había ninguna novela centrada en la Rusia actual, un país que pasó de las prohibiciones totales del siglo XX a "que todo esté permitido a partir de 1991".

En los últimos cinco o seis años ha viajado una decena de veces hasta ese Estado, donde ha podido conocer a poetas malditos y a millonarios corruptos. "Con los primeros me gustaba hablar, y con los segundos, salir, aunque no sabía nunca si me iban a abrazar o a matar", resalta.

Entiende que este enorme país es el decorado ideal para una persona como Octave, que vive siempre en la contradicción, con choques muy brutales, "que inspiran a un novelista", y ha puesto de ejemplo que en la actualidad la tumba de Lenin se encuentra delante de la 'boutique' de Christian Dior.

Tal como le comentó un periodista ruso en una de sus estancias, "allí han pasado del 'Pravda' (diario oficial durante el comunismo y que significaba La Verdad) a Prada (marca de moda de lujo)".

Octave, en realidad su 'alter ego' al que su creador le permite hacer todo lo que él no se atreve en su vida real, acabará, en este mundo, sintiendo un amor loco por Lena, una rubia de ojos claros y de apenas catorce años.

Beigbeder reconoce que empieza todas sus novelas con un tono cínico, pero a las cincuenta páginas se avergüenza y es entonces cuando sus personajes empiezan a hablar de Dios, del sentido de la vida y del apocalipsis.

Espera que este "Socorro, peligro" sea visto, por tanto, como un libro tragicómico y advierte: "intento mirar el mundo actual riéndome. Alguien ya dijo que el humor es la cortesía de la desesperación".

Aseverando que escribir una novela es como ser un espía, indica también que en esta última obra, que la crítica francesa considera la mejor de su carrera, quiere mostrar la "violencia del vacío" de nuestras sociedades occidentales.

A pesar de dejar una luz encendida al final del túnel, Frédéric Beigbeder, que también escribió con éxito un relato sobre el 11-S, es de los que cree que las nuevas formas de violencia y frustración a las que se ven abocadas muchas personas por el tipo de vida actual "contienen una amenaza como lo fue en su momento el nazismo, que ya vimos cómo acabó".

En este sentido, ha ironizado sobre la posibilidad de que "un día metan a todas las personas obesas en un tren y las lleven a matar".

Aunque dice ser muy perezoso, Beigbeder ya está trabajando en la última parte de la trilogía que inició con "13,99 euros", centrándose ahora en el mundo de la televisión y con Octave Parango, de estrella del medio.