"Dylan sobre Dylan" (Globalrhythm) pretende profundizar en uno de los personajes más complejos de la historia de la música, que, como recuerda Cott en la introducción del libro, "se ha resistido tanto en su vida como en su trabajo a ser categorizado, encapsulado, fijado, convencionalizado, canonizado y deificado".

Un artista escurridizo que ha proclamado que puede "entender la avaricia y la lujuria", pero no "los valores de la definición y el confinamiento".

Dylan confirma su fama de esquivo en las entrevistas reunidas en este extenso volumen, pero en ellas deja también algunas frases para enmarcar sobre su vida y su trabajo de intérprete y compositor.

"Cualquier cosa en la que valga la pena pensar merece ser cantada", afirmó el músico en una entrevista radiofónica en 1963, cuando contaba veintidós años y acababa de iniciar su carrera como cantante de folk.

Luego abandonó ese género a mediados de los sesenta, le llamaron Judas por ello y pasó los años respondiendo a preguntas sobre los motivos que le llevaron a cambiar su sonido.

"A mí me iba muy bien, sabes, cantando y tocando la guitarra. Iba sobre seguro. Y me estaba empezando a aburrir", confesó a Paul J.

Robbins en 1965.

En una de estas entrevistas, Robert Zimmerman desmiente que el origen de su nombre artístico se deba al poeta Dylan Thomas.

"Me quedé con Dylan porque tengo un tío que se llama Dillon.

Cambié la grafía únicamente porque quedaba mejor. He leído algo de Dylan Thomas y no es como lo que yo hago", explicó al Chicago Daily News en 1965.

Bob Dylan nunca aceptó el papel de guía espiritual que trataron de imponerle. "Esa posición la podría ocupar otro. Yo me dedico a la música, tío", le dijo a Jann S. Wenner en 1969.

Cuatro años antes ya había tratado de zanjar el debate en una rueda de prensa en San Francisco: "Para ser honesto, no tengo ninguna esperanza en el futuro y sólo espero tener suficientes pares de botas como para poder cambiarlas".

Eso no le ha impedido dejar máximas existenciales difíciles de descifrar, como la que dijo en 1978 a la revista Playboy: "Si tratas de ser cualquier otro que no seas tú, fracasarás. Si no eres leal a tu propio corazón, fracasarás. Aunque también no hay ningún éxito como el fracaso".

Dylan puede adoptar un surrealista tono burlón para responder a ciertas preguntas, como cuando Nat Hentoff le preguntó en 1966 qué hacía para pasarlo bien.

"Contrato a gente para que me mire a los ojos. Luego, hago que me pateen el culo", respondió el músico. "¿Así lo pasas bien?", preguntó el entrevistador. "No. Me lo paso bien cuando les perdono", concluyó Dylan.

También demuestra una paciencia infinita para explicar -década tras década- que aprendió a tocar la guitarra con un manual y que al componer sus canciones primero escribe la letra.

Pero es difícil sacarle una opinión sobre sus álbumes. "Nunca escucho mis discos. Una vez que salen, se acabó. No los quiero escuchar más", afirmó en otra entrevista a Rolling Stone en 2001.

En sus opiniones sobre otros artistas, Dylan tiene palabras de reconocimiento para Elvis Presley -"estaba allí cuando allí no había nadie"-, declara su admiración por John Lennon y asegura que siempre le gustó el modo de tocar la guitarra de George Harrison.

Pero sus mayores halagos los reserva para su gran inspiración, Woody Guthrie, padre de todos los cantautores norteamericanos, referencia constante en toda su carrera. "Un día escuché a Woody Guthrie y todo cobró sentido", recordó en 1984.

Por eso su recomendación para "cualquiera que desee ser cantautor" es "escuchar tanta música folk como pueda, estudiar la forma y la estructura de un material que ya lleva cien años circulando".

Pero él no piensa marcharse por ahora: "Seguiré haciendo esto hasta que el fuego se extinga", ha advertido.