Steven Howarth tenía un defecto genético que impedía a la retina detectar la luz correctamente. Tras insertar genes en los ojos de este adolescente británico, su visión ha mejorado hasta tal punto que ahora se siente seguro de caminar por la calle cuando oscurece.

El joven, de 17 años, padece amaurosis congénita de Leber (LCA), una forma de retinopatía caracterizada por un déficit visual desde los primeros meses del nacimiento. El problema causa un deterioro progresivo de la visión, puede llevar a la ceguera total y ocurre cuando genes defectuosos, denominados RPE65, impiden trabajar correctamente a las capas celulares en la parte trasera del ojo.

Además de Howarth, otros dos pacientes se sometieron a la terapia, pero sólo el adolescente vio mejorada la visión. La intervención no dio los mismos resultados en las otras dos personas, pero los médicos creen que es posible que se haya podido evitar que la visión de éstos pueda deteriorarse.

"Antes de la operación estaba nervioso y animado al mismo tiempo. Cuando me desperté después de la prueba, sentía molestias en los ojos, como papel de lija, pero pasó en un día", relató a los medios británicos el joven, que añadió que hasta después de una semana no notó mejoría en la visión. "Ahora, cuando empieza a oscurecer o hay mala iluminación, la vista está mejor. Es un pequeño cambio pero para mí supone una gran diferencia", agregó.

El adolescente admitió que ahora puede salir más con sus amigos por las noches. Sin esta intervención, Howarth, que quiere ser músico, podía perder la vista por completo ya que el LCA es progresivo.

La terapia fue realizada por expertos del Instituto de Oftalmología y el Hospital de Ojos Moorfields, del University College London, que recibió unos 1,2 millones de euros del Ministerio de Sanidad para realizar el ensayo. "Mostrar por primera vez que la terapia genética puede funcionar en los pacientes con enfermedades oculares es un hito muy significativo", dijo Robin Ali, uno de los responsables del ensayo.