Le bautizaron Gaspar porque, la primera vez que los biólogos de CEMMA (Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños) lo avistaron en Galicia fue el pasado 5 de enero, en Ribeira. Con ese nombre de rey mago, este delfín no podía menos que tener un poco de magia.

Lo más curioso del ejemplar es su costumbre de "viajar en soledad", algo muy poco habitual entre los arroaces, "que suelen desplazarse en grupo", explica el biólogo Alfredo López. Gaspar prefiere la soledad y, durante cerca de un año, han podido verle en aguas de la Bretaña francesa, de Asturias y de Galicia, donde ya conoce a la perfección tanto las rías altas como las bajas.

Viaja solo, pero cuando cae la tarde, el delfín busca descanso en los puertos, sin mostrar ningún temor hacia los marineros y los curiosos que le observan. "Algunos creen que está enfermo porque cuando se coloca entre los barcos se mueve poco, pero no pasa nada, simplemente está descansando, a sabiendas de que raramente otros arroaces le molestarán en esta zona", explica el biólogo.

Es tranquilo y muy sociable, pero tanta familiaridad ha provocado que algunas personas se hayan bañado cerca de él y hayan tratado, incluso, de tocarlo. El biólogo advierte de que se evite este contacto físico ya que "no es bueno para el animal ni para la persona". Los expertos recuerdan que, al fin y al cabo, "es un animal salvaje, que pesa unos 400 kilos y mide casi tres metros y medio. Puede ser peligroso e, incluso, transmitir alguna enfermedad", dice Alfredo.

Por ello, hay que conformarse con observar su belleza desde una prudencial distancia y disfrutar de su evolución mientras decida quedarse en la zona. Ayer eligió el puerto de Vigo y muchas personas pudieron "saludarle". Mañana, quién sabe dónde estará Gaspar.