El pasado lunes, el Ministerio de Sanidad confirmaba la muerte de estas dos personas, una mujer de 51 años que fallecía el pasado 28 de diciembre en el hospital de León y un hombre de 41 años en el hospital de Salamanca, y que se suman a la primera víctima en España del llamado "mal de las vacas locas", una joven de 26 años en 2005.

Nada más conocer la noticia, que figuraba desde principios de abril en la página web del Instituto de Salud Carlos III, dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo, las autoridades sanitarias y agrícolas aseguraban que las muertes se debían al consumo de carne de vacuno infectada antes de 2001.

Este dato servía para que las autoridades lanzasen un mensaje de tranquilidad a la población: tras la detección de Parrula, la primera vaca afectada de Encepalopatía Espongiforme Bovina (EEB), en noviembre de 2000, se adoptaron medidas de prevención, control y erradicación de la enfermedad por lo que, desde entonces, la carne de vacuno ofrece todas las garantías para su consumo.

La fecha de contagio también confirmaba el diagnóstico de los expertos, ya que la enfermedad se incuba durante un periodo de entre ocho y diez años, tras los cuales aparecen los primeros síntomas que desencadenan en la muerte aproximadamente un año después.

CASOS ESPORÁDICOS PREVISIBLES

Por ello, ni el ministro de Sanidad entonces en funciones, Bernat Soria, ni el director general de Salud, Manuel Oñorbe, descartan la aparición de más casos en humanos tal y como Europa predijo hace ocho años.

"Dentro de la desgracia que suponen estos casos, entra dentro de las previsiones, que hubiera alguno", dijo esta semana a EFE Oñorbe al tiempo que Soria opinaba que "es de esperar que aparezcan más casos aunque no muchos más".

El presidente del Colegio de Veterinaria de España, Juan José Badiola, referente en el estudio de las vacas locas en España tampoco excluye la posibilidad de que se pueda producir alguna muerte más.

Hay quien se atreve como el jefe de Neurología del Hospital clínico de Valencia, José Miguel Láinez, a cifrar en un máximo de doce personas los fallecimientos que "no sería raro que se produjesen".

Casos que, sin confirmar de forma definitiva, no se han hecho esperar. Sólo un día después de que se conociera las dos últimas muertes, la Xunta de Galicia constataba un caso "sospechoso" en Lugo, mientras que la Consejería de Sanidad de Valencia investiga si la muerte en Torrevieja (Alicante) de un hombre de unos 50 años guarda relación con esta patología.

Hasta el momento, al menos 200 personas han perdido la vida en todo el mundo a causa de esta enfermedad, más de un centenar en el Reino Unido, una veintena en Francia y tres en España, además de Holanda y Portugal donde se contabilizan dos fallecimientos respectivamente.

2001: EL AÑO DEL MIEDO

La crisis de las "vacas locas" comenzó en España en noviembre de 2000 con la detección en Galicia de los primeros casos de reses con Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), enfermedad que para entonces afectaba ya a las cabañas bovinas de varios países europeos y que fue diagnosticada por primera vez en el Reino Unido en 1985.

Pero fue en el año 2001 cuando las alertas se dispararon en España. Se sacrificaron cientos de reses, se clausuran explotaciones ganaderas y los test que comienzan a hacerse a los animales y a confirmar la enfermedad hacen aflorar el miedo y la alarma en la opinión pública.

Tanto que en los primeros meses del año el consumo de la carne de vacuno descendió hasta en un 50 por ciento pese a que el entonces ministro de Agricultura, Miguel Ángel Arias Cañete, trataba de tranquilizar a los consumidores y se fotografiaba con los ganaderos comiendo un filete.

También ese año sería recordado por la recomendación de la ministra de Sanidad Celia Villalobos a las amas de casa de "no echar huesos de vaca al caldo".

EL MAL DE CREUTZFELDT-JACOB

Todo apunta a que fue una enfermedad en las ovejas llamada "scrapie" o tembladera la que saltó a las vacas a través de su alimentación.

Según esta hipótesis, esta trasmisión de una especie a otra se produjo a principios de los 80, cuando los productores británicos, que años atrás habían introducido en la dieta de sus vacas harinas procedentes de carne y huesos de ovejas, adoptaron un nuevo sistema para elaborar dichos piensos, más barato pero que no inactivaba los priones.

Así, durante años las vacas fueron alimentadas con piensos contaminados, procedentes de ovejas afectadas de "scrapie", y que no fueron retirados por los británicos hasta 1989.

La enfermedad de Creuzfeldt-Jacob, descubierta en 1920 por dos neurólogos a los que se debe su nombre, es una patología degenerativa del sistema nervioso central de los bovinos que se caracteriza porque los animales se vuelven nerviosos o agresivos, rechinan sus dientes, presentan falta de coordinación, se caen al suelo con facilidad y, aunque no pierden el apetito, adelgazan y dan menos leche.

Al morir, su cerebro tiene agujeros como si se tratara de una esponja (de ahí el nombre de espongiforme).

Desde que se detectara la primera res enferma en España en al año 2000 se han contabilizado un total de 727 casos de reses infectadas con dos animales enfermos ese año; otros 82 casos en 2001; en 2002, 127; en 2003, 167; 137 en 2004; en 2005, otros 98; en 2006 apenas 68; 39 el año pasado y siete en lo que va de 2008.

Ninguno de los animales que han dado positivo en los test de detección de la EEB en el matadero nacieron con posterioridad a 2000, lo que demuestra, en opinión de la Agencia de Seguridad Alimentaria que la enfermedad está erradicada.

UN AÑO DE VIDA

El consumo de carne infectada es el paso necesario que la enfermedad salte a los humanos dando lugar a una variedad del síndrome de Creutzfeldt-Jakob, llamada nueva variante, más conocida como el mal de las vacas locas.

Los epidemiólogos y neurólogos consultados por Efe explican que tras el periodo latente, la enfermedad se manifiesta con síntomas tales como trastornos psiquiátricos, ataxia, contracciones bruscas y una demencia profunda que causa la muerte al paciente en unos doce meses.

La mayoría de los enfermos presenta depresión, ideas delirantes y/o alucinaciones que dan paso en muy poco tiempo a un proceso neurológico debido a la formación de grandes depósitos de proteína priónica en el tejido cerebral que producen un cambio en la estructura de las neuronas.

Los pacientes evolucionan hacia la demencia y con frecuencia en las fases finales, antes del fallecimiento, aparece el mutismo acinético, un estado en el que la persona afectada se niega a moverse y es incapaz de hablar.