Un buen cálculo de las distancias, estrategia y temple. Estos trucos han convertido a Fran Díaz Fontenla -un joven de 22 años afectado de distrofia muscular con artrogriposis múltiple- en campeón de Galicia de Boccia, un deporte parecido a la petanca que permite la participación de personas con un alto grado de discapacidad. El próximo reto será en julio en Lleida, donde se celebrará el campeonato de España. A Fran se le iluminan sus grandes ojos verdes cuando piensa en esa oportunidad, pero su complicada situación hace que un viaje de esas características no sea tan sencillo como parece.

Fran se desplaza en silla de ruedas a causa de la enfermedad degenerativa que padece. Los brazos han perdido fuerza con los años, pero aún puede utilizarlos para algunas actividades y, sobre todo, para la informática, en la que le gustaría trabajar. Desde hace seis años, y tras una grave crisis respiratoria, precisa de la ayuda de un respirador para sobrevivir. Esa es una de las razones que dificultan un viaje de diez horas hasta Lleida. "La batería dura tres horas y después tengo que estar enchufado", explica el joven. La opción de ir a Zaragoza o Barcelona en avión tampoco les convence ya que durante el traslado podrían estropear la silla de ruedas, que está especialmente adaptada a las necesidades de Fran y no sería nada fácil de sustituir.

Sus entrenadores y la directora de la Asociación de Padres de Minusválidos de Pontevedra (APAMP), Concepción Somoza, quieren buscar la manera de que Fran pueda acudir al campeonato. "Tiene un beneficio social y de satisfacción personal muy grandes para él, pero no podemos permitir que corra ningún riesgo", advierten.

El protagonista, sin embargo, confía totalmente en sus capacidades. "No me va a pasar nada; no tengo miedo de ir solo a los sitios y hay que disfrutar de la vida mientras se pueda", repite. Tan solo desea resolver el asunto económico. "El viaje será caro y nosotros no tenemos patrocinadores ni subvenciones", lamenta. "La verdad es que los límites se los ponen más los medios que él mismo", comenta Maite López, una de las monitoras de APAMP.

Fran hace gala de esta filosofía de independencia y coraje ante cada uno de los obstáculos a los que se enfrenta a diario. Y no son pocos. Acciones en apariencia banales como llamar al telefonillo de su casa o al ascensor o bajar de un autobús sin rampa precisan para él de una ayuda externa. "A veces nos encontramos con que el conductor no quiere bajar la rampa por simple pereza y te obligan a ir siempre acompañado, pero yo no lo necesito", relata Fran. Tampoco renuncia a salir alguna que otra noche con sus amigos a tomar una copa, al cine y a los partidos del Celta. "El problema está al volver a casa, que a veces no pasa nadie por la calle para pedirle que me llame al telefonillo... estamos viendo la forma de desplazarlo más abajo, para que pueda alcanzarlo yo mismo con un golpe de rodilla", apunta.

Ese mismo sistema lo utiliza para encender su ordenador, que maneja con soltura gracias a un ratón especial llamado `trackball´.

En la asociación APAMP pasa la mayor parte del día. Allí se encarga de la portería; guía a los visitantes hasta su destino, enseña el centro a los interesados, redacta cartas para los padres de los usuarios -valiéndose de un sistema de reconocimiento de voz- y maqueta el boletín mensual que la asociación remite a las familias. Fran lleva cuatro años en la asociación, desde que finalizó sus estudios en el colegio Seis do Nadal, en el que ingresó a los seis años ya que en su O Grove natal "no había ningún centro en el que pudiera estudiar".

"Desde el principio estudié con personas minusválidas y creo que quizás hubiera sido mejor para mí la integración, pero ahora es inútil darle vueltas a eso", relata. De hecho, la discapacidad de Fran es exclusivamente física, aunque está acostumbrado a compartir actividades con otros chicos con afecciones cerebrales.

Ha realizado varios cursos de de diseño gráfico y de páginas web. "Lo que más me gustaría es poder trabajar como diseñador en una empresa, pero si ya lo tienen difícil las personas sin minusvalías, se muy bien que yo lo tengo mucho peor...", comenta. "Pero lo intentaré". Una frase que resume su espíritu.