El síndrome de Peter Pan persigue a Pablo Carbonell. En la obra “La curva de la felicidad” indaga junto a Jesús Cisneros, Antonio Vico y Josu Ormaetxe en la crisis que tanto aterra a los hombres: la de los 40. Entre bostezo y bostezo, destripa ante nosotros la obra y a su personaje, Quino, un cuarentón abandonado por su mujer.

El Teatro Salesianos acoge la representación mañana y el domingo con las entradas a 20 euros a través de Caixa Galicia.

¿La curva de la felicidad?

- Eso es un eufenismo. La barriga es una putada.Yo me la tuve que poner para el papel y me cargué mi faceta de galán.

¿Y cómo se deshará de ella?

- Necesitaré meterme a un nazi en la cabeza para convertirme en mi propio dictador. Pero por ahora no corre prisa.

¿Por qué triunfa la obra?

- La gente es muy mala y le gusta reírse de la desgracia de los demás. Los personajes de la obra son cuatro personajes patéticos.

¿Realmente los hombres tienen esa crisis?

- Sí, existe.A mí, me pasó.No quieres entrar en el mundo adulto y a los 40 tienes que entrar, porque cuando sales a ligar te humillan.

Pero también hay mujeres con 40 años.

- Las mujeres, no sé, lo llevan mejor, son mucho más terrenales, los hombres más etéreos.

Quino, su personaje, asegura en la obra que su mujer le ha dejado por calvo y gordo.

- Eso es lo que dice él porque es un desastre de sucio y de inmaduro. Él miente, es insoportable. (bostezo) Mi compañero Cisneros dice que estoy simbiotizado (sic) con el personaje.

Ahora centrémonos en Pablo Carbonell. ¿Volvería a CQC con La Sexta?

- Como reportero, desde luego que no. Para ese trabajo, hace falta un tipo joven y con dinámica que yo ya no tengo.Yo volvería en el papel de Wyoming.

Usted, que se encuentra preparando un disco, ¿por qué no se presentó a Eurovisión?.

- Para Eurovisión, lo mejor que puede pasar es llevar a un personaje de ficción. Es un festival muy duro... Presentarse a un concurso con tanto peso o con tan poco peso, con canciones horteras... De ahí no puede salir nada nuevo. Así que felicito a La Casa Azul por no salir seleccionada y a Chikilicuatre por una carrera inexistente.

¿No se cansa de tener que ser gracioso?

-Uno intenta romper con sus propias etiquetas.Yo soy de reírme mucho y que la gente se ría conmigo.

Tras un año interpretando “La curva de la felicidad” en Madrid, ¿no le da pereza ir de gira?

- Cuando acabó el año (bostezo), dije que no seguía y se la pasé a Pedro Reyes hasta que al iniciar la gira retomé el papel. La gira es más divertida, no es el trabajo de funcionario. Yo me pasaría la vida de gira. Salir de casa, ir al teatro, hacer la función y volver a casa me da un complejo de currante que no me gusta nada.