Los vigueses Rubén Cruz, Lara Vázquez y María Vázquez estuvieron allí, en el Kaliningrad Stadium, testigos directos de la maravilla mundialista que germinó sobre el tacón de Iago Aspas. Las fotos lo consignan. La memoria lo retendrá. Éxtasis celtista a orillas del Báltico.

No es el primer torneo futbolístico al que acuden Rubén y Lara, matrimonio en la vida y en la grada de Gol. Asistieron al España-República Checa (1-0) de la Eurocopa de 2016, en Toulouse. "Lo pasamos genial. Aquello nos dejó muy buen sabor de boca y nos comprometidos a repetirlo", explica Rubén.

María, hermana de Lara, futbolera olívica exiliada en Madrid, se les ha unido en una aventura que comenzaron a preparar el pasado mes de diciembre. El cierre de la primera fase contra Marruecos es el partido elegido. A Kaliningrado llegan el domingo por la noche, tras tomar el avión en Madrid y hacer escala en Riga. Descubren una ciudad "pequeña, pero con mucho que ver y visitar". La meteorología no les acompaña en esos planes culturales. Llueve, con especial intensidad al mediodía. Cuando escampa, ya solo faltan tres horas para el partido. "Al estadio, a vivir el ambiente", se animan.

Por el camino se van encontrado a jóvenes voluntarios de la organización. "Te chocan la mano con un guante de espuma, se ofrecen a pintarte gratis la cara con los colores de la bandera que prefieras...", relata Rubén. La ciudadanía en general les resulta agradable. "Parecen simpáticos y acogedores. Muchos nos han dicho que la gente rusa no es como el mundo piensa". Aunque pocos hablan inglés, chapurren alguna palabra y tiran del móvil como traductor automático. Los vigueses agradecen el esfuerzo y elogian la intendencia: "En general los rusos adoran España. La organización, los accesos al estadio y la seguridad son estupendos. Un diez para ellos, siempre atentos a lo que necesites".

El Kaliningrad Stadium, de 35.000 asientos, se ha construido específicamente para el Mundial. Es una de las sedes más pequeñas. "Por forma y tamaño me ha recordado un poco a Balaídos... reformado, claro", bromea Rubén. "El fútbol se ve muy bien".

Las gradas están pobladas por hinchas marroquíes; más de 15.000, por apenas un millar de españoles. El trío vigués se siente visitante, pero no incómodo. No existe hostilidad en el ambiente: "Vivimos el partido casi como en un campo rival. La afición de Marruecos nos superaba enormemente. Pero hubo muy buen rollo entre los aficionados. Nos sacábamos fotos juntos, cantábamos, nos reíamos... De hecho, muchos aficionados marroquíes hablaban castellano y nos decían que España era su segundo equipo".

Que Marruecos ya esté eliminada no resta tensión al encuentro ni mitiga la euforia magrebí cada vez que se adelantan. Hasta que Aspas, que ha ingresado en la cancha un cuarta de hora antes, marca. El juez de línea levanta el banderín y todo queda congelado a la espera del VAR. El grupo céltico intuye el final feliz. "Confiábamos en que dieran validez al gol. Nosotros lo habíamos visto desde una posición ideal para saber si había fuera de juego y ya de primeras no nos pareció. Cuando lo pitaron nos pusimos a gesticular como locos el símbolo del VAR". Ese vuelo de los brazos, dibujando el rectángulo de una pantalla, se ha vuelto universal en poco tiempo. El sistema de videoarbitraje tiene detractores. Cuando el uzbeko Ravshan Irmatov concede el tanto, el sector marroquí, que acumula gravios desde el partido contra el Portugal, arde de ira. "Estaban muy enfadados, cantando contra la FIFA".

El encuentro concluye con empate. Rubén, Lara y María, ubicados en una grada lateral elevada, se cuelan en la zona inferior, "tipo Río Alto y Río Bajo". Les ayuda un sirio residente en Dubai, al que acaban de conocer y se apasiona con la Roja. Se aproximan al sector donde Iago Aspas y Pepe Reina saludan a sus familiares. El estadio se va vaciando, con esa solemnidad de misa que concluye. Los gritos de apoyo a Aspas quiebran el murmullo. El moañés descubre a ese grupo que enarbola la bandera gallega, con un lema pintado: "Aspas is on fire". Se acerca a la barandilla y se toman la foto: "Se le veía muy feliz y tranquilo. Un gran tipo". Rubén sostiene: "Iago tiene que ser titular, ya no solo por que sea paisano, juegue en el Celta y sea un jugador muy completo, sino porque está en una forma extraordinaria, en el mejor momento de su carrera. Y en torneos cortos como es un Mundial, tienen que jugar los que estén más en forma. Hierro eso no lo está viendo y peca un poco de dar más cancha a los jugadores que vienen de los grandes equipos. Pero Iago, una vez más, ha demostrado que puede aportar mucho a este equipo y, quién sabe, quizás hacerlo campeón".

No son los únicos gallegos que han viajado a Kaliningrado. Han comido con unos chicos de Vilagarcía. De noche se irán de fiesta con un santiagués que reside actualmente en Egipto. A la salida del estadio se topan con un coruñés que vive en Polonia y ha llegado en taxi junto a otros amigos; deportivista pero esta vez "a muerte con Aspas y también con Lucas Vázquez".

Ese potaje de acentos conocidos y exóticos, de caminos que se entrecruzan, es también la experiencia que se pretende en un viaje así. Rubén, Lara y María ya no presenciarán más partidos, pero aún no abandonan Rusia. Se desplazan a Moscú. Estarán "de turisteo" hasta el sábado y a la vez esperan disfrutar del ambiente que la "torcida" creará hoy con motivo del Brasil-Serbia que se disputa en el Otkrytie Arena. Rubén anticipa el resume de lo vivido y por vivir: "Una experiencia inolvidable en lo deportivo y lo personal".