Celebramos hoy el Día Internacional de las Personas Sordas. Y la pérdida de audición es un problema que afecta a millones de españoles y que tiene más consecuencias para la salud de lo que muchos creen.

Porque no es sólo una cuestión de incomodidad o molestia, sino que amenaza la mente, la estabilidad y la vida de quienes se puedan ver afectados.

Y aunque sea una realidad que se va manifestando y agravando con la edad, anticiparse y poner remedio en sus comienzos puede ser decisivo para gozar de una vejez saludable.

¿Dónde está el límite entre oír bien y mal?

La audición se considera "perfecta" a cero decibelios (que es el ruido que hace la caída de un alfiler). Y se entiende que el límite entre la audición normal y la pérdida auditiva leve en adultos se sitúa en los 25 decibelios, que es la capacidad de escuchar un susurro.

A partir de ahí hablamos de mala audición, en distintos niveles de gravedad. Y entramos en un problema real para millones de personas, especialmente las mayores. 

Porque la pérdida auditiva es un riesgo inconfundible para la salud, que amenaza la mente, la vida y hasta las extremidades (con las dichosas caídas).

Se calcula que más de la mitad de las personas de 70 años, y más del 80% de las de 80 tienen pérdida auditiva de leve a moderada, o peor.

Se calcula que más de la mitad de las personas de 70 años, y más del 80% de las de 80 tienen pérdida auditiva de leve a moderada, o peor Freepik

¿En qué nos afecta?

Son numerosos los estudios que demuestran una relación directa entre la pérdida auditiva no tratada y un mayor riesgo de demencia, depresión, caídas e incluso enfermedades cardiovasculares. 

Es más, los nuevos hallazgos relacionan el deterioro cognitivo incluso con una pérdida auditiva mínima.

Por eso sugieren que podríamos hacer mucho para proteger nuestro cerebro si protegemos nuestra audición, y recomiendan que lo hagamos en edades tempranas, sometiéndonos a una audiometría. 

Y es que el hecho de que se produzcan pérdidas cognitivas mensurables a niveles de audición por debajo de los 25 decibelios, y que la cognición empeore gradualmente a medida que empeora nuestro oído, aconsejan que comencemos a prevenir la pérdida de audición desde la infancia.

Consecuencias directas

En uno de los estudios más amplios que se han realizado, publicado en la prestigiosa revista JAMA y que contó con la participación de 154.414 adultos de 50 años o más, los investigadores de Johns Hopkins encontraron que:

En solo cinco años la pérdida auditiva no tratada aumentaba:

  • El riesgo de desarrollar demencia, en un 50%.
  • El riesgo de padecer depresión, en un 40%.

Y también aumentaba considerablemente el riesgo de padecer lesiones graves en una caída.

Cuándo hacerse una prueba

Los expertos calculan que alrededor del 85% de las personas con pérdida auditiva no reciben tratamiento.

Y por más que avisen los especialistas, seguimos igual. Continuamos esperando demasiado para hacer una prueba, aun sabiendo que cuanto más esperan, más difícil es tratar esa pérdida auditiva.

Se debe fundamentalmente a que como la pérdida de audición relacionada con la edad se presenta muy lentamente, los pacientes casi nunca saben cuándo deben tomarla en serio.

Pero todos deberíamos tener en la cabeza dos buenas pistas para saber cuándo acudir a una prueba de audición:

  • Cuando los miembros de la familia o los amigos cercanos lo dicen.
  • Cuando notamos que escuchamos mal o no sabemos lo que dicen los demás.

Pérdida auditiva y demencia

Todos los estudios que van apareciendo recomiendan tomarse muy en serio la pérdida auditiva, sobre todo por su relación causa-efecto con otras dolencias.

Y la primera de ellas es la demencia.

Las personas que no oyen bien se aíslan socialmente y se ven privadas de los estímulos que mantienen el cerebro ocupado cognitivamente. 

De ahí que los expertos aseguren que a medida que disminuye la entrada de sonidos, también lo hace la función cerebral.

Y no es solo un problema de estímulos.

Al perder oído nos encontramos con que algunas partes de las palabras no nos llegan, y el habla nos suena como un murmullo. Eso hace que el mensaje que envía el oído al cerebro sea confuso, por lo que éste se ve obligado a trabajar mucho más para descodificar.

Y cuando el cerebro se ve obligado a utilizar demasiada capacidad para procesar el sonido, pierde capacidad para pensar. 

Y lo que es peor: Un cerebro estimulado inadecuadamente tiende a atrofiarse

El oído y la memoria

También aseguran los expertos que no escuchar con claridad dificulta la memoria. 

 “La clave de la memoria es prestar atención. El cerebro no puede concentrarse en las palabras si está trabajando horas extras para decodificar la señal”.

“La pérdida de audición no es un problema de volumen. Es un problema de calidad de sonido. 

Otro problema generado por la pérdida auditiva son las caídas, tan frecuentes en las personas mayores Freepik

¿Qué tiene que ver el oído con las caídas?

Otro problema generado por la pérdida auditiva son las caídas, tan frecuentes en las personas mayores.

Porque incluso cuando no nos damos cuenta, los seres humanos usamos nuestros oídos para posicionarnos en el espacio. 

Además, cuando las personas no pueden oír bien, son menos conscientes de los sonidos a su alrededor. Pueden caer cuando alguien o algo los asusta y parece venir silenciosamente por detrás.

Audífonos: ¡paciencia, no es como ponerse unas gafas!

Una de las primeras y más eficaces soluciones que podemos poner a este problema son los audífonos.

Sin embargo, solo el 25% de las personas mayores de 80 años usan audífonos, cuando el 80% de ellos tienen una pérdida auditiva significativa que podría mejorar

Y eso que los hay de todos los precios y de todas las calidades.

Pero estamos hartos de ver como muchas personas se gastan un dineral y los audífonos se quedan a vivir en el armario.

La razón es que ya los hemos comprado, pero no nos convencen. Y la queja de que no tienen una buena calidad de sonido es muy frecuente.

El problema es que acabamos pensando que son amplificadores de sonido, pero que lo amplifican todo y por eso se convierten en un infierno.

Solo el 25 por ciento de las personas mayores de 80 años usan audífonos, cuando el 80 por ciento de ellos tienen una pérdida auditiva significativa Freepik

La consecuencia es que muchas personas se dan por vencidas con demasiada facilidad porque nadie les ha explicado que incluso los mejores audífonos del mercado necesitan múltiples ajustes.

No es como ponerse unas gafas, que una vez colocadas ya nos permiten ver.

Los audífonos no funcionan así, y nuestro cerebro necesita tiempo. Tanto como un mes o dos, para adaptarse a los audífonos. Y cuanto antes se trate la pérdida auditiva, más fácil será para el cerebro adaptarse”.