Es habitual que los prospectos de los medicamentos indiquen las interacciones que el fármaco en cuestión produce si se toma a la vez con otro medicamento.

Lo que no es tan habitual es que cuenten cómo puede influir lo que comemos en la efectividad del tratamiento que sigo.

Y lo que comemos sí que influye.

Médicamente es una cuestión comprobada, aunque todavía no es suficientemente conocida la relación de los medicamentos con nuestra alimentación.

Tres tipos de interacción

Las interacciones entre fármacos y alimentos pueden ser de 3 tipos, según recoge un informe del Ministerio de Sanidad:

  • Fisicoquímicas: provocan una reducción de la cantidad de fármaco o de nutriente que absorbe el organismo.
  • Farmacocinéticas: el alimento provoca una modificación en la concentración del fármaco en el organismo, lo que puede hacer que su efecto aumente, disminuya o se retrase.
  • Farmacodinámicas: son interacciones que se dan directamente en el efecto del fármaco, potenciando su acción, disminuyéndola o eliminando la acción del medicamente.

Este último tipo no se suelen producir, salvo en el caso de la sal con los antihipertensivos, o cuando mezclamos consumo del alcohol con fármacos.

El zumo de pomelo, el brócoli o la leche afectan a la medicación

Es de dominio público la influencia que elementos de las comidas diarias como la fibra, el té, el alcohol o el café tienen en la medicación. Pero hay muchos otros de los que apenas sabemos casi nada.

Además, las interacciones adversas entre alimentos y medicamentos se deben tanto al contenido y proporción de grasas, proteínas o hidratos de carbono, como a la cantidad de líquidos que tomamos.

Pongamos algunos ejemplos:

  • Dietas de alto contenido en grasa: Está demostrado que la eficacia de los tratamientos contra el VIH con antirretrovirales tiene interacciones negativas con este tipo de dietas, excesivas en grasa, porque reducen la absorción del fármaco hasta un 50 %, y por tanto reducen su eficacia.
  • Dieta rica en ajo: Tampoco se recomienda este tipo de dieta durante estos tratamientos, porque reduce los niveles plasmáticos, la absorción, e incrementa la eliminación del fármaco.
  • Leche y derivados lácteos: Afectan sobre todo a la toma de cierta clase de antibióticos, como las fluoroquinolonas, ya que reducen la capacidad orgánica de absorber el medicamento. Estos antibióticos sintéticos se utilizan para el tratamiento de un amplio espectro de infecciones bacterianas entre las que se incluyen infecciones de las vías urinarias y respiratorias, del aparato genital y gastrointestinal, así como infecciones cutáneas, óseas y articulares.
  • Consumo de verduras crucíferas como el brócoli, la coliflor, la remolacha, el repollo... aumentan la capacidad del hígado para metabolizar los anticoagulantes, es decir, de destruirlo y desecharlo, lo que limita, y de forma considerable, su eficacia.
  • El aguacate: también reduce la capacidad de absorción de los medicamentos destinados a evitar la coagulación de la sangre.
  • Zumo de pomelo: merece una mención especial la incidencia que provoca su consumo durante determinados tratamientos. Porque tal y como explican desde el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valladolid, el jugo de este cítrico puede "provocar que exista más medicamento disponible en el torrente circulatorio y, por tanto, puede dar problemas de sobredosificación".

La lista de fármacos que interactúan con el pomelo es muy, muy larga. Incluye medicamentos para la depresión, para arritmias, hipertensión o gota, antivirales, antihelmínticos, antihistamínicos, medicamentos para combatir la disfunción eréctil, o determinados tratamientos anticoagulantes.

Un caso especial son los protectores de estómago

Otro ejemplo de cómo la toma de medicamentos puede alterar la capacidad de absorción o presencia de determinados nutrientes en nuestro organismo son las bombas de protones, popularmente conocidos como protectores de estómago.

Existen estudios que demuestran que hay un vínculo entre el consumo continuado de este tipo de fármacos durante 2 o más años y unos bajos niveles de vitamina B12.

Esta vitamina es imprescindible para la producción de los glóbulos rojos, por lo que un déficit de ella provoca anemia y síntomas como fatiga, mareos, dificultades respiratorias, o debilidad muscular.

En conclusión, podemos decir que estás interacciones existen y que seguir las indicaciones del profesional sanitario para la toma de medicamentos (en ayunas, durante las comidas, pasadas x horas…) es mucho más importante de lo que pensamos. Y deben ser respetadas para evitar que el fármaco, lejos de curar, reduzca los efectos buscados o incluso se convierta en un peligro para nuestra salud.