El 20 de abril, como el título de la popular canción de Celtas Cortos, fue el día en el que la vida le cambió a Luis Ibáñez. Apenas han pasado seis meses desde entonces, pero a este aragonés le parecen un mundo por todo lo que ha tenido que "volver a aprender" tras sufrir un ictus, cuyo Día Mundial se celebra este viernes.

Estaba en su casa cuando un dolor de ojo que llevaba padecieron hacía algún tiempo se agudizó mucho, demasiado, tanto que también empezó a vomitar. Inmediatamente se fue al servicio de Urgencias del hospital Clínico, en Zaragoza, con su mujer. Allí comenzó a sentir, además, un hormigueo por el brazo, pero los sanitarios concluyeron, para su sorpresa, que era una gastroenteritis. Él no pensó "en ningún momento" que fuera un ictus, pero tuvo claro que, dado su malestar, él no se iba a ir a su casa. "Nos plantamos con mi mujer y dijimos que de allí no nos íbamos sin que me viera un especialista. Cada vez me sentía peor, el dolor llegó a la pierna y notaba muy extraño todo mi lado izquierdo", explica Ibáñez.

Tras "más de 11 horas" de espera, asegura, le vio un neurólogo. "Solo le hicieron falta tres minutos para enviarme urgentemente a la unidad de ictus del hospital. Allí estuve ocho días. Menos mal que era una gastroenteritis...", dice con ironía.

Considera que su experiencia fue "una negligencia" y está dispuesto a llevar su caso a los tribunales"Se estaba jugando con una vida y las primeras horas en un ictus son vitales. El tiempo es oro. Cuanto más rápido se aborda, mejor. Llegué con un pequeño hormigueo en el brazo y unas horas después ya no podía levantarme, pero me querían mandar a casa. Tuve una atención tardía", critica.

Rehabilitación 

Esta enfermedad cerebrovascular le llevó, al salir del hospital, directo a un proceso de rehabilitación. "No podía caminar, ni conducir, ni ducharme", recuerda Ibáñez. A partir de ese momento empezó un duro camino donde su cabezonería "como buen aragonés" le está ayudando. "Soy tozudo a más no poder. Me obligo a hacer todos los ejercicios y si veo que algo no puedo, no paro hasta conseguirlo. Soy maño, maño", cuenta entre risas. "Y lo que tengo claro es que con voluntad, interés y ganas se puede", apunta.

Esa rehabilitación, sin embargo, la hace gracias a la Asociación Ictus Aragón. "En la sanidad pública faltan recursos. Yo sentí que, tras mi primera revisión, me dieron una patada. Me tuve que buscar la vida", explica. Ibáñez, que tiene 56 años, ya logra caminar, aunque con torpeza porque tiene muchos dolores y contracturas, pero ya es capaz de vestirse y ducharse solo. También su alimentación ha pasado a ser "más saludable que nunca" para cuidar su salud. "He tenido que hacer cambios para prevenir porque después de un susto así… No hago largas caminatas como antes, pero estoy muy contento con mi evolución", señala.

En Aragón se produjeron en 2020 un total de 2.070 ictus y los especialistas de la comunidad apuntaban esta semana que el 90% de los casos se pueden prevenir con una estilo de vida saludable. En el caso de Ibáñez han pasado seis meses desde su ictus, pero sus pasos hacia la recuperación total son cada vez más certeros. "Sí que siento que el lado izquierdo me ha quedado tocado y la sensibilidad por ejemplo no es igual, pero yo voy a poner todo de mi parte para recuperarme", asegura. Además, recalca que ha tenido "suerte" porque él es pensionista y no trabajaba cuando le dio. "He conocido compañeros que han quedado en una situación económica complicada tras la enfermedad", añade.