El verano es sinónimo de pieles bronceadas y quemaduras solares, y pese a que cada año aumenta la concienciación sobre los riesgos de una exposición sin la adecuada protección ante los rayos ultravioleta, los expertos recuerdan que el sol es el primer responsable del cáncer más agresivo de todos: el melanoma.

El bronceado de la piel es el primer sistema de defensa que se activa en el cuerpo para defenderse de la radiación ultravioleta, creando con melanina una capa para proteger a las células de sus efectos dañinos que, básicamente, producen mutaciones en el ADN de éstas.

Pese a esa barrera, el daño se produce pero hay un segundo sistema defensivo que lideran las enzimas ARN polimerasas y las ADN polimerasas, que además de llevar a cabo la transcripción del ADN por ARN también "cortan y reparan" los daños que se producen en esas células. La tercera barrera de protección, por último, sería la muerte celular o apoptosis con la que el organismo trata de evitar la reproducción descontrolada de esas células con mutaciones o, lo que es lo mismo, el cáncer.

Es en el segundo de esos sistemas de protección en el que se centra la investigación de un equipo internacional liderado por científicos del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC, que ha identificado uno de los mecanismos por el que las células reparan el ADN tras las lesiones producidas por la radiación solar. Publicado en la revista "PNAS", desvela el funcionamiento por el que esta enzima se queda atascada o bloqueada al aproximarse la lesión a su centro activo por lo que abre el camino para comprender la resistencia de las células a la luz ultravioleta.

El estudio es uno de los muchos que tratan de desentrañar el funcionamiento de las enzimas y la información genética que permitan avanzar en la lucha contra el cáncer más agresivo de todos: el melanoma, cuyo desencadenante más habitual, aunque no único, es la exposición a la radiación solar.

"Hoy en día está habiendo un gran repunte de melanomas como resultado de la moda de ponerse extremadamente moreno en los 80 y los 90", precisa la dermatóloga viguesa Yolanda Caramés, que matiza que "de todos modos se está detectando antes". Esto ocurre porque "la gente está más mentalizada", tanto al respecto de la protección contra la radiación solar (debe ser como mínimo de factor 30 y en el caso de las pieles más claras siempre de 50) y también a la hora de revisar sus lunares algo que, recuerda la facultativa, debe realizarse desde la niñez y acentuarse durante el embarazo.

"Es recomendable hacer una revisión al menos una vez al año o cada dos para comprobar si hay alguno de riesgo y revisarlo de forma periódica", explica Caramés, que aconseja comprobar si aumentan en número o tamaño o si hay alguno que llame la atención. "Es lo que se llama el 'patito feo', el lunar que ves diferente al resto lo que puede indicar que no es un lunar sino un melanoma", precisa la experta, cuya clínica participa en campañas nacionales y europeas para la detección precoz de este tipo de cáncer que es curable si se encuentra en fases tempranas.